Sebastián Nohra
13 Febrero 2022

Sebastián Nohra

El paro y el club de la imprenta

"Veremos si este 3 de marzo Maltés y el Comité de Paro marcharán también contra ellos mismos, pues hoy no hay ningún centro de investigación serio que niegue el impacto de los bloqueos en lo que está pasando en las plazas de mercado del país".

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El presidente de la CUT, Francisco Maltés, anunció tres nuevas jornadas de paro en una delirante entrevista en Blu Radio el pasado jueves. El dirigente sindical dijo que esta vez protestarán por la inflación. Tuvo el tupé de culpar a la Superintendencia Financiera y a los bancos, mientras negaba algún vínculo entre el factor monetario y la parálisis productiva que sufrieron varios sectores el año pasado con el momento que vive nuestro alicaído peso. Terminó pidiendo bajar la tasa de usura y bloquear la importación de insumos para frenar la inflación. Una receta algo exótica. 

Veremos si este 3 de marzo Maltés y el Comité de Paro marcharán también contra ellos mismos, pues hoy no hay ningún centro de investigación serio que niegue el impacto de los bloqueos en lo que está pasando en las plazas de mercado del país. Ya lo había advertido Juan Daniel Oviedo en julio de 2021 y los datos son claros: el motor de la inflación (6,94 por ciento interanual) es el sector de alimentos y bebidas que acumula un 20 por ciento, mucho más del doble que el promedio de la región, y la inflación subyacente (sin contar alza de precios en alimentos y energía) está por debajo del 3 por ciento. Después de los bloqueos, productores y comerciantes han tenido que convivir con una escasez internacional de insumos y contenedores que es ajena a las decisiones del Gobierno y ha presionado toda la cadena de precios. 

Pero lo principal de esa entrevista es que fue una gran vitrina para detectar una lucha política e ideológica que hay de fondo, estimulada por todos los sectores que orbitan el Comité de Paro: que la inflación no es esencialmente un fenómeno monetario y que un gobierno para atacarla puede —y debe— manipular el sistema de precios a su antojo. Es un esfuerzo por generar un clima de opinión creciente para que se abra la posibilidad a que un gobierno pueda, eventualmente, reclamar las llaves del Banco de la República. Han hecho un trabajo de divulgación sostenido por cuestionar una de las cosas que mejor funcionan en el Estado: la independencia del Banco de la República del Gobierno y que su principal mandato sea preservar el valor de la moneda. 

Durante la pandemia el Comité de Paro, Gustavo Petro, los entusiastas de la MMT (Teoría Monetaria Moderna) y otros miembros del club de la imprenta exigieron sin descanso emitir billones de pesos para “llenarle el bolsillo a la gente”. Para ellos la reducción del encaje bancario y de la tasa de interés y llegar al mayor nivel de deuda pública de la historia no era suficiente y lo que se pretendió, en realidad, fue “enriquecer a los banqueros”. La verdadera política social debió ser encender a toda marcha las impresoras de billetes para salir del coma, pues los créditos respaldados por consumo futuro o inversiones eran un puente innecesario con un alto costo que terminaba en beneficios para la “oligarquía financiera”. Al coro inflacionario también se sumaron Armando Benedetti, Aida Avella, Wilson Arias y otros políticos.

No fueron pocos los tuits y entrevistas en las que nos pusieron a EE.UU. como el faro a seguir, osando comparar al “peso pluma” colombiano con el dólar, la divisa con la mayor demanda de dinero del planeta. Para expandir el circulante exigían que jugáramos en otra liga, ignorando que mientras en cualquier tienda de Bangladesh nos reciben un billete de 100 dólares, los pesos sirven para poco más que para hacer barquitos de papel. También mintieron sistemáticamente diciendo que EE.UU. hizo lo que proponían para Colombia, cuando allá los estímulos se hicieron principalmente a través de la compra a tenedores de títulos de deuda pública, no tirando billetes a la calle a discreción como lo hizo Alberto Fernández, que sí tiene en su bolsillo las llaves del Banco Central y con una llamada le imprimen lo que le venga en gana. A pesar de eso, ni con la moneda con mayor demanda, los gringos pudieron escapar de su mayor inflación en cuatro décadas.

Varias monedas fuertes están sufriendo y como es apenas natural, los bancos centrales están cerrando el chorro de la liquidez. Acá el Banco de la República arrancó el año subiendo fuerte las tasas pero a Petro y Maltés tampoco les gustó. Quieren que siga la fiesta del dinero barato mientras los pesos se derriten en nuestros bolsillos. La inflación tritura el poder adquisitivo de los más pobres y el Comité de Paro entendió que puede volver al centro de la agenda en plena campaña capitalizando algo tan sensible como la nevera de las familias. Lo paradójico es que las nuevas jornadas de paro fueron convocadas por quienes vienen con un recetario inflacionista debajo del brazo. 


 


 

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