Sebastián Nohra
22 Mayo 2022

Sebastián Nohra

El periodismo militante

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Una de las mayores decepciones y preocupaciones que me deja esta enardecida campaña es ver a medios y periodistas, con una trayectoria importante, haciendo fuerza desde su trabajo por el candidato de su corazón. Así, sin pudor y a pecho abierto abrazaron la militancia. Pensaron que un “propósito superior” (que gane su candidato para “salvar” a Colombia de otro) justificaba pisotear el oficio, usaron el género de opinión para operar con cálculo y alimentaron el fenómeno de las audiencias/tribunas que no abren su celular para encontrar información sino para que alguien confirme sus sesgos. 

Alguien me dirá timorato por no dar nombres, pero es que me interesa discutir la idea sin distracciones, sin algún sello personal y que el lector saque sus conclusiones. Periodistas militantes los hay desde los medios más duros hasta los más blandos con el gobierno. Abrieron la puerta del periodismo de camiseta, un lugar con un camino incierto que en Colombia estaba aparentemente inexplorado, pero que en países como Argentina y España se instaló hace un tiempo y no ha traído resultados felices. 

Habrá quien diga que en realidad solo se sinceró una manera de trabajar que antes se hacía de forma encubierta y solapada. Que bajo el disfraz del formalismo y las buenas maneras se operaba para ciertos intereses. A esa crítica le compro algunas cosas, no está mal tirada y puede complementar esta columna. Afortunadamente ya es historia la época en que cinco vacas sagradas se reunían en un restaurante refinado y decidían de qué se iba a hablar y de qué no durante la semana. En buena hora la competencia, las redes y el periodismo independiente dinamitaron el oligopolio informativo. 

La cuestión es que la revolución tecnológica y el nivel más alto de competencia que ha tenido el medio en su historia han traído excelencia pero también este nuevo género de punteros políticos disfrazados de periodistas. Hay quienes son durísimos con el gobierno, no le pasan media y están siempre en primera fila para explotar sus errores, pero no dedican ninguna -o casi- ninguna línea o minuto al aire para criticar las miserias del Pacto Histórico, las propuestas irrealizables de Petro, el historial oscuro de gente como Piedad Córdoba o Alex Flórez e investigar la basura que hay en las administraciones de Carlos Caicedo y Daniel Quintero. 

Por otro lado, están otros siempre dispuestos y enérgicos para demonizar a Petro, poner frases en su boca que no dijo y darle un manejo prioritario que no merece en sus espacios a errores del Pacto Histórico, pero de manera sibilina disculpan siempre al gobierno a cambio de “primicias”, son incapaces de criticar los excesos de Uribe, la corrupción de miembros del uribismo y titulan como si fueran una agencia oficial. 

Casi todos habremos caído en algún momento en una de estas prácticas al calor del día a día y la buena fe, pero ellos lo hacen de manera sistemática y calculada. Exacerban lo de unos y callan con lo de otros. Es un periodismo robótico, que ya sabe cómo proceder antes de digerir la noticia. Se salta las etapas artesanales y delicadas del oficio. Es, en definitiva, un periodismo sin alma. 

La realidad es más compleja y habrá periodistas militantes de otro corte y que sirven a otros poderes, pero a veces construir categorías y simplificar es una buena herramienta para explicar. Al margen de qué camiseta se pongan, ellos no tienen trabajos para postularse a premios por esculcar a quienes representan las ideas de su corazón. Han optado por no escarbar en una parte importante de la basura del poder. 

El último capítulo lamentable de los colegas militantes ha sido servir como piezas funcionales a las teorías de conspiración y a delicadísimos rumores sin sustento sobre fraude electoral y golpes de Estado. Ya hubo una colega que escribió sin pudor y sin prueba alguna unos tuits y un artículo sugiriendo que Iván Duque no iba a entregar el poder. Están en modo pirómano para servir a un fin político, cueste lo que cueste. 

Lancé esta botella al mar para que alguien la recoja, porque hay cosas que me asquean y creo que el corporativismo nos viene bien pero a la gente no. Poner esta discusión sobre la mesa es necesario, pues el debate sobre líneas editoriales y qué es y cómo debe ser el periodismo de opinión es una cosa, usar los medios para proyectar una agenda política es otra.

 

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas