Cerca de ochocientas personas llenaban el auditorio y yo que, aunque no lo parezca, me pongo muy nerviosa cuando tengo que hablar ante tanta gente, temblaba un poco por el frío excesivo del aire acondicionado, pero más por el miedo. Estaba a punto de pararme ante tantos tomadores de decisión para recordarles que somos racistas y que nos dominan los estereotipos no solo en la vida cotidiana, sino a la hora de hacer elecciones trascendentales que marcan el destino de pueblos enteros. Pero también iba a darles ideas para que sus decisiones rompan los círculos de pobreza y de racialización que mantienen sometidas a tantas comunidades; iba a hablar del enorme poder que tienen las acciones afirmativas, contrario a la estigmatización que ha recaído sobre este tipo de políticas que pueden ejercerse desde los sectores público y privado.
Esto ocurrió en el pasado congreso de la Asociación de Cajas de Compensación Familiar.
Ya en el escenario, aunque un par de veces sentí que se me acababan las palabras, tuve también la percepción de que fue una intervención muy bien recibida por el público. El video está disponible en YouTube con el mismo título de esta columna. En esa intervención di varios ejemplos sobre las formas de ejercer efectivamente acciones afirmativas, pero, desde que escribí el texto base y después del evento, me la he pasado pensando en ejemplos concretos que demuestren el poder de una acción afirmativa.
Un mes después del evento de Asocajas en Cartagena, mientras me apuraba a tomar un vuelo en el aeropuerto de Quibdó, mi amiga Yijhán me envió dos fotografías: eran de Rosa Hernández luciendo su impecable traje de tripulante de cabina de la aerolínea Viva Air. Quizá por la sensibilidad que me habita en estos días tristes o tal vez porque conozco bien lo que hay detrás de esas dos fotografías, fue inevitable que mis ojos se encharcaran.
Tatiana Vásquez es la directora de la Fundación Viva, pero antes que eso es mi colega, con quien trabajé en la Gobernación de Antioquia y compartí días de estudio en el bloque doce de la Universidad de Antioquia. Poco hablamos, pero nos seguimos los pasos en la distancia. Un día me escribió para contarme de Viva sin límites porque quería que a ese programa ingresaran personas del Chocó.
Viva sin límites otorga becas completas a jóvenes de diferentes regiones del país para que se formen como tripulantes de cabina y luego puedan ser parte de la aerolínea.
Los aviones de Viva no llegan a Quibdó por el tamaño de nuestro aeropuerto, no tenemos escuelas de aviación ni un programa profesional para formar tripulantes de cabina. Los auxiliares de vuelo afros que uno se encuentra en los vuelos nacionales se pueden contar con los dedos de la mano. A simple vista el Chocó no era un lugar para tener los candidatos
idóneos, pero Tatiana estaba decidida a llevar la oportunidad que representaba esta acción afirmativa de su fundación hasta nuestro departamento. Me contagió su decisión y al mismo tiempo se la contagié a mi amiga Yijhán, a Yuly y ellas a otras profesionales. Así fue cómo el entusiasmo llegó hasta la coordinadora de la tecnología en gestión turística y hotelera de la Universidad Tecnológica del Chocó, el mismo programa que cursaba Rosa Hernández mientras trabajaba en una peluquería en Quibdó.
Fuimos una red de mujeres invisibles para Rosa que permitió su acceso a este programa que ha cambiado su vida y la de su familia.
Rosa hizo parte de la primera cohorte del proyecto que entregó veintidós becas. Es una de las diecisiete participantes que culminó satisfactoriamente un proceso que la tuvo durante seis meses en Bogotá con sus gastos de alimentación, transporte y hospedaje cubiertos, y que ahora la convirtió en una empleada formal de Viva Air. Ya tiene pasaporte y ahora está en Argentina en su primer viaje internacional.
Conversé con ella y me habló de su familia, me contó que es huérfana de padre y madre, pero tiene el apoyo incondicional de sus hermanos, quienes ahora están felices con este cambio que ella llama radical y que incluye su vida profesional, emocional y económica. Me contó que jamás se imaginó salir tan rápido del país y que se siente satisfecha de haber obtenido esta recompensa después de un programa de entramiento de alta exigencia.
Este es el poder de una acción afirmativa y es así, con decisiones conscientes y acciones deliberadas, como se pueden garantizar los derechos a una vida digna, al trabajo y a la formación de calidad a quienes históricamente les han sido negadas. Y no, no se trata de un regalo ni de condescendencia, cada uno de los participantes se ha esforzado, ha sacado su potencial, como me lo dijo Rosa, de modo que esto se trata es de cerrar las brechas que hemos abierto en esta sociedad desigual, inequitativa y racista.