Gabriel Silva Luján
5 Septiembre 2022

Gabriel Silva Luján

El populista vs. el estadista

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Muchos compatriotas andan perplejos y angustiados ante la desorganización, improvisación y falta de coherencia que rodea la labor de la administración Petro en sus primeras cuatro semanas de gobierno. Las explicaciones son múltiples, entre las que cabe destacar la arrogancia ideológica, la inexperiencia de los funcionarios y el repudio irreflexivo a las consideraciones de quienes tienen reparos. Este arrancón, además, tuvo un cruel bautizo sangriento con masacres de líderes y de policías.

La administración pública es como los trasatlánticos: una vez toman un curso es lento y difícil hacerlos girar. De seguir como va esta administración, se puede ver comprometida su capacidad de implementar las políticas públicas y los procesos administrativos capaces de hacer realidad las promesas de campaña. Aunque la derecha se frota las manos cuando un ministro dice una barbaridad o el gobierno experimenta una desgracia, ese no es el caso de millones de compatriotas que, aunque no compartan la ideología del petrismo, no quisieran por el bien colectivo ver fracasar al gobierno.

Si las expectativas de transformación social se quedan en el papel por la incompetencia de los funcionarios, por su incapacidad de producir resultados o por los obstáculos políticos que le atraviesen sus opositores, no solo pierde Petro, pierde el país. Una agenda de cambio social truncada se traduciría en una frustración colectiva aún mayor que la que se expresó con violencia en las marchas contra el gobierno Duque. Quienes sostienen que la transformación social solo es posible por la vía armada tendrán buenos argumentos en caso de que no se hagan cambios sensibles. Además, un gobierno y una personalidad como la de Petro sitiados por su propio fracaso fácilmente derivarían hacia un populismo desestabilizador.

Del presidente conocemos la cara del populista, ahora para poder tener éxito tiene que sacar su lado de estadista, que demostró que lo tiene con el manejo que le dio al espinoso y difícil tema del sector defensa. Hay una serie de decisiones fundamentales en el corto plazo que serán la clave para indicarle al país si el gobierno de Petro seguirá pegado a la demagogia o el primer mandatario transitará a un verdadero rol de jefe de Estado. Algunos de los desafíos inmediatos.

La inflación es el fenómeno que más empobrecimiento ha causado entre los colombianos. No hay subsidio monetario que pueda sustituir una correcta y eficaz política anti-inflacionaria. Ahí es cuando empiezan las decisiones difíciles. El incremento del salario mínimo es el factor que más impacta en el corto plazo el comportamiento de la inflación dado que es un multiplicador por su efecto de indexación sobre la mayoría de los precios de la economía. Si por razones de conveniencia política el gobierno se orienta hacia un incremento “desbordado” del salario mínimo la consecuencia será que pasaremos de un contexto de precios en ascenso por razones coyunturales a una situación donde la inflación va a adquirir un carácter estructural. Solo basta mirar lo que ha significado para la Argentina de Alberto Fernández haber optado por ese camino.

En materia de paz, aunque poco se sabe de la estrategia, la retórica que se conoce y el proyecto de ley de orden público indican que el gobierno está dispuesto a una temprana y abultada generosidad. Si por alcanzar la presea de la paz total el gobierno construye una modalidad de desmovilización de las bandas criminales que no obligue -sin ambigüedades- al verificable desmonte estructural de las rentas ilegales solo se lograría una disminución temporal de la violencia y la institucionalización definitiva de la economía de la criminalidad. Petro tiene la última palabra.

Las señales que se desprenden de la reforma tributaria son objetivamente desestimulantes para la inversión privada independientemente de lo que digan los funcionarios. Si a eso se le suma la incertidumbre jurídica que rodea el tema agrario; las crecientes tomas violentas de tierras; y los pronunciamientos sobre la disposición del gobierno a no respetar derechos adquiridos; la sociedad puede llegar al convencimiento de que la propiedad privada está seriamente amenazada. No basta con ir a cuanta reunión gremial lo inviten, a Petro le falta mucho por convencer de que no preside un gobierno abusivo y confiscatorio. En ese contexto el colapso de la inversión privada, no solo de los más ricos sino de todos los actores económicos, es un riesgo latente. 

Por el bien del país y del mismo Petro, y también de su proyecto político, ojalá que el mandatario escoja el camino de destacarse por estadista así eso le cueste reproches de Gustavo Bolívar y algunos puntos de favorabilidad.

@gabrielsilvaluj

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