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Un tipo pide plata en tuiter. Dice que necesita reunir algo más de 50 millones de chelines tanzanos para pagar la fianza de un preso colombiano, acusado de introducir drogas a ese país africano. Leyéndolo así, de manera desprevenida, no suena muy seria la cosa, así que decido ir más a fondo.

El tipo da su cuenta de ahorros personal y asegura que responde por cada centavo con su reputación y su vida. ¿Cómo saber si tiene una buena o mala reputación? O dudosa. ¿Responderá con su vida por cada peso? ¿Quién le va a cobrar? Algo melodramática su oferta a cambio del dinero. Sigo indagando.

Dice que su causa es la libertad de un caleño que hace ocho años decidió celebrar sus veintiocho en las bellísimas playas de ese país sobre el océano Índico, pero que terminó encarcelado en una tierra extraña donde jamás le dijeron con exactitud qué sustancias le habían encontrado, o dónde, o qué cantidad, nada por cinco largos años hasta que fue absuelto porque la Fiscalía jamás pudo probar las acusaciones, y donde fue recapturado a los pocos minutos de ser liberado porque allá sí se puede juzgar dos y más veces a una persona por los mismos hechos. Además, en lengua swahili.

El tipo se llama Andrés Felipe Giraldo (@andrefelgiraldo) y ha asumido como propia la noble tarea de lograr la libertad de su tocayo, Andrés Felipe Ballesteros. Ha escrito varios textos contando de forma detallada la tragedia del hombre a quien no conoce y —además— jamás ha visto. Son buenos textos, me parece a mí.

Entonces hago mis cuentas: 50 millones de chelines tanzanos son 21.441 dólares estadounidenses, es decir, 99 millones de pesos colombianos. La recolecta empezó a las siete de la mañana del jueves y hasta las diez de la noche del viernes llevaba recogidos 60 millones de pesos, sin campaña de expectativa, sin publicidad, sin ninguna ayuda diferente a sus redes sociales, que tampoco son muy numerosas que digamos, eso sí poniendo su cara y las fotos de los más de 300 aportes que llevaba consolidados hasta esa hora, la mayoría, la inmensa mayoría hecha por personas a quienes tampoco conoce, o no ha visto, apenas internautas ocasionales que revisan el tuiter cuando pueden, como hacemos casi todos.

El preso, el primer colombiano tras las rejas en ese país del África Central, ha sobrevivido a una dura prisión llamada Keko, construida para mil reos y donde se acomodan cinco mil, durmiendo en el piso, estirando lo poco que le envía la familia mensualmente desde Colombia, a un penal donde se habla un idioma imposible de entender, sin haber tenido derecho a una sola llamada para hablar con su hija de quince o su nene de ocho, viendo cómo pasaron los gobiernos y los embajadores y los cónsules y nadie hizo nada, apenas enviar unas bonitas cartas de términos rebuscados y toda esa parafernalia burocrática de Su Excelencia y demás que —en realidad— nunca funciona porque los encargados confunden la diplomacia con la sumisión.

Hasta que se apareció la virgen.

Con el visto bueno del presidente de la república, el ahora secretario jurídico de la Casa de Nariño se apersonó del caso y en dos meses logró lo que no se pudo en ocho años: que hubiese fianza.

La plata habrá que entregarla esta semana en efectivo así que, si se logra recaudar, después deberá enviarse y —a renglón seguido— entregarse. No parece fácil el camino, pero el Gobierno está buscando formas para que se concrete el pago y lograr la libertad.

“Yo sé que vamos a llegar a la meta. En todo caso, si no se alcanza la meta, la plata se congela. Yo me comprometo a que de esa plata no se va a tocar un solo peso que no sea para Andrés Felipe. Pero vamos a llegar a la meta. Estoy tan sorprendido del apoyo a la causa como seguro de que así será”, me dijo Giraldo anoche. Se le escuchaba muy optimista.

Tiene sus razones. 60 millones en dos días, nada mal para este país de desconfiados profesionales, de expertos estafadores, de consumados mentirosos, de tramposos sin límite. Por fin algo bueno para contar de nuestra sociedad, que vive agarrada y se odia eternamente por defender al político de su preferencia mientras ellos se dan la mano. Ya era hora de que hiciéramos algo sin esperar nada a cambio, por alguien a quien ni siquiera conocemos, que tampoco nos importa y que el lunes, después de los goles del domingo, posiblemente pase a seguir donde ha estado en los últimos ocho años: en el olvido.

A menos, claro está, que lo logremos. El martes les contaré.

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