Juan Fernando Cristo
13 Septiembre 2022

Juan Fernando Cristo

El sancocho de Jaime Bateman

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El triunfo de Gustavo Petro fue una buena noticia para el país. Más allá de las simpatías o antipatías que despierta, con su elección se normalizó la alternancia democrática y, al igual que en el resto de América Latina, la izquierda pudo llegar al poder. Y aunque un mes no es nada para definir el perfil de la nueva administración, hasta ahora hace honor a la idea central del fundador y jefe del ‘M’ Jaime Bateman, quien hace 40 años insistía en la necesidad de un ‘sancocho nacional’ para sacar al país de su crisis de violencia, pobreza, atraso y corrupción. 

En la medida en que el nuevo Gobierno se parece a la propuesta de Bateman, aún es difícil definir su perfil. En él coexisten los históricos partidos del Frente Nacional, sus escisiones, las distintas agrupaciones de izquierda, los desmovilizados de las Farc, el ELN, la CRS, el EPL, los alternativos de la Alianza Verde-Centro Esperanza, los indígenas, los afros, y los campesinos, entre otros. Todo un escenario multicolor y multipartidista en el que se necesita un fuerte liderazgo presidencial para definir el rumbo.

Hasta ahora el arranque es muy bueno para Petro, aceptable para el Gobierno y malo para algunos ministros. Hay funcionarios de categoría con experiencia en el servicio público, activistas que se esfuerzan en su cambio de rol, académicos bien intencionados y cuotas políticas oportunistas.

Es muy temprano, entonces, para pretender un veredicto sobre lo que serán los próximos cuatro años, pero con la conformación de la coalición de gobierno quedó clara la urgencia de una profunda reforma política. El espectáculo de los últimos dos meses confirma las razones por las cuales en Colombia menos del 15 por ciento de los ciudadanos confían en los partidos. Una cifra mortal para una democracia representativa. Las volteretas son de no creer: los mismos partidos que apoyaron al derechista Álvaro Uribe, al centrista Juan Manuel Santos y al neoderechista Iván Duque, respaldan ahora sin rubor, sin agenda concertada, al primer Gobierno de izquierda democrática en el país.

Los mismos que se opusieron por tres años consecutivos a la firma de los acuerdos de Escazú, impusieron mayorías para aprobarle a Duque la cadena perpetua, aplaudieron el cerco diplomático a Maduro, impulsaron la fumigación con glifosato, la prohibición de la eutanasia y el aborto, ahora apoyan al Gobierno que representa todo lo contrario. Quienes se alinearon con la posición de Duque en las protestas sociales de 2019 y 2020, respaldan al Gobierno que surgió de las movilizaciones populares. ¿Votarán la anunciada reforma a la Policía los sectores más cercanos recientemente al Centro Democrático que al liberalismo? ¿Aprobarán la eliminación de las EPS que plantea la ministra de Salud o la derogatoria de la ley de Uribe que eliminó el pago de horas extras nocturnas y dominicales a los trabajadores? Son dudas que solo el tiempo y los hechos despejarán.

La confusión ciudadana sobre cuál es la esencia de los partidos no es buena ni para el Gobierno ni para la democracia. Más eficiente y transparente sería la búsqueda de acuerdos políticos alrededor de las grandes reformas que necesita el país, que la búsqueda afanosa de unas mayorías en el Congreso que desdibujan al Gobierno y a sus nuevos socios políticos. Ese sería un sancocho mejor preparado. Porque además, en medio de este circo, contra todo pronóstico, el gran beneficiado será el Centro Democrático si actúa con inteligencia y sin odio. El espacio que dejaron los demás les permitirá ejercer de manera exclusiva la oposición, lo cual es una gran oportunidad para reencaucharse y promover nuevos liderazgos. Tendrá plenas garantías, no solo derivadas del estatuto de oposición, sino de un Gobierno y un jefe de Estado demócratas.

En el partido de Uribe deben estar muy agradecidos con sus socios del pasado. La U, conservadores y liberales de derecha, los dejaron con todo el espacio para marcar diferencias y construir una alternativa hacia el futuro. Todos los días habrá motivos y oportunidades para hacerlo. Al fin y al cabo, ser gobierno en un país con tantas dificultades no es tarea fácil. Y ellos lo saben. Basta con mirar el panorama de esta semana con la reforma tributaria, la inseguridad creciente, el lío de las tarifas de energía o el alza del precio de la gasolina. La oposición del Centro Democrático se frota las manos en solitario. 

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