Luis Alberto Arango
17 Junio 2022

Luis Alberto Arango

El voto en blanco: simple y claro

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Quienes no votaron por Gustavo Petro ni por Rodolfo Hernández en la primera vuelta, han tenido que profundizar más y a paso acelerado sobre las ventajas de uno y otro candidato de cara a la segunda vuelta. 

Las conclusiones son claras para varios, los dos son representaciones del populismo. Los dos supuestamente ofrecen un cambio, si se compara con lo que ofrecían otros candidatos. Sin embargo, un detallado análisis de cada uno de ellos expone un escenario distinto.

Pareciera que ninguno hará cambio alguno. Gustavo Petro, ganador en primera vuelta, se rodeó desde el principio de malas compañías –que lo debilitan– precisamente para asegurar el poder. Rodolfo Hernández, quien quedó de segundo, responde de manera populista a los ofrecimientos de acompañamiento por parte de sectores políticos que lo pueden robustecer.

Cada uno tiene fortalezas y experiencia, pero también debilidades y serias manchas en su carrera política. Manchas que para unos son importantes y que para otros son apenas accidentes menores y sin importancia de una carrera política como cualquier otra.

Ante la incapacidad de convencer a quienes no votaron por ellos, ha tomado fuerza la posibilidad de marcar la opción que existe en el tarjetón de la segunda vuelta de votar en blanco. Desafortunadamente esta no tiene efectos jurídicos si llegare a ganar, pues la Constitución prevé que tenga efectos concretos solo para la primera vuelta y en condiciones que son bien difíciles de materializar.

Para que el voto en blanco le gane al resto de candidatos presidenciales de tal suerte que se repitan las elecciones, por una sola vez y con candidatos distintos, en consonancia con el artículo 258 de la Constitución Política colombiana, el voto en blanco debe “constituirse en mayoría absoluta en relación con los votos válidos”.

"La posibilidad estadística de que gane el voto en blanco en Colombia, para una elección presidencial, es baja".

El siguiente ejemplo ilustra la dificultad que tiene el voto en blanco de ser mayoría absoluta. Si sufragan 100 personas para votar por cinco candidatos, uno de ellos obtiene 20 votos, otro 15 votos y el resto 11 votos cada uno, pero el voto en blanco logra 32 votos superando a los demás, esa mayoría lograda por el voto en blanco no es mayoría absoluta sino mayoría relativa y ganarían quienes obtuvieron 20 y 15 votos cada uno, convirtiéndose en los candidatos que pasarían a una segunda vuelta.

La mayoría absoluta se daría si el voto en blanco obtiene 51 votos o más de los 100 que sufragaron. En ese caso, se debe repetir por una sola vez la elección, y con candidatos presidenciales distintos a los que se presentaron en la primera vuelta.

"El legislador en Colombia nunca contempló que el voto en blanco tuviera un efecto jurídico en segunda vuelta como si lo tiene en la primera”.

La posibilidad estadística de que gane el voto en blanco en Colombia, para una elección presidencial, es baja. Sin embargo, el voto en blanco es una forma de participar en política y expresar inconformismo frente a las candidaturas de una contienda electoral. Y a pesar de que es casi imposible que el voto en blanco gane en una elección presidencial, usualmente no es objeto de cuestionamientos ni ataques en la primera vuelta, aunque no pasa lo mismo en la segunda.

El legislador en Colombia nunca contempló que el voto en blanco tuviera un efecto jurídico en segunda vuelta como si lo tiene en la primera. Sin adentrarse en las razones que acompañaron esa decisión, lo cierto es que la casilla del voto en blanco existe para la segunda vuelta y utilizarla implica votar tomando una decisión que consiste en desestimar la idoneidad de los dos candidatos para regir los destinos del país.

Los Estados democráticos se amparan en la posibilidad de que sus ciudadanos expresen su voluntad para que sea tenida en cuenta en la toma de decisiones. Y votar en blanco es una forma de expresar esa voluntad. 

"No hay que dejarse acobardar por los falsos dilemas que han planteado extremos opuestos al cuestionar a quien vote en blanco".

Sin embargo, el voto en blanco para la segunda vuelta ha sido objeto de ataques desde las elecciones de 2018. Gustavo Petro en su momento le reclamó al voto en blanco que él haya perdido las elecciones. Un reclamo que matemáticamente no tiene sustento, pues la suma de los votos en blanco y las que obtuvo él en segunda vuelta no superaban a Iván Duque, quien ganó en ese año la presidencia. 

Y si tuviera sustento matemático, a ningún candidato le asiste el derecho de reclamarle a quien votó en blanco por no haber votado por él. Ese reclamo es una postura que más allá de intentar amedrentar y expresar el inconformismo habitual del perdedor, no pasa de ser una rabieta política.

De la misma forma, no hay que dejarse acobardar por los falsos dilemas que han planteado extremos opuestos como el de María Isabel Rueda en su columna dominical de El Tiempo titulada “¿Nos lavamos las manos?” o el de Alejandro Gaviria en una publicación de su cuenta de Twitter @agaviriau del 13 de junio de 2022. 

La primera llama “sacaculistas” o que se están lavando las manos a quienes quieran votar en blanco en segunda vuelta y el segundo los califica de facilistas que detentan una especie de exhibicionismo moral.

Es habitual que columnistas que atacan a quienes van a votar en blanco, terminen orientando el sentido del voto por uno u otro candidato, lo que confirma que su interés más que democrático es político para acompañar al candidato de su preferencia. Lo hicieron María Isabel Rueda y Alejandro Gaviria en sus ataques contra quienes quieren votar en blanco.

Destaco la columna de Vladdo en El Tiempo y titulada “Pensaba votar en blanco” del 14 de junio de 2022. Creo que identifica a muchos. Después de una juiciosa exposición sobre por qué él pensaba votar en blanco, muy al estilo Vladdo, concluye que cada vez está más convencido de hacerlo. 

Si ninguno de los candidatos merece su respaldo para regir los destinos del país, una forma de expresarlo, pues evidentemente alguno de ellos va a ganar y será presidente; y el segundo se convertirá en senador, es mediante el voto en blanco. Voto que es tan válido como el que tendría cualquier candidato.

"Quien vota en blanco también forma parte de la democracia participativa, con un mensaje de inconformidad manifiesta que no es facilista ni “sacaculista”".

El voto en blanco es una expresión válida, democrática y de inconformismo. Posición que respalda la Corte Constitucional en su sentencia C-145 de 1994. “Restarle validez al voto en blanco, equivale a hacer nugatorio el derecho de expresión política de disentimiento, abstención o inconformidad que también debe tutelar toda democracia”.

Por lo tanto, no importan los adjetivos que utilicen quienes quieren que el voto en blanco no gane espacio por temor a que su candidato pierda. Las convicciones políticas del sufragante no pueden someterse a los escarnios y descalificativos de quienes no están de acuerdo con su forma de pensar. 

La democracia participativa se fortalece con las votaciones que otorgan el poder a quien se lo merece. Quien vota en blanco también forma parte de la democracia participativa, con un mensaje de inconformidad manifiesta que no es facilista ni “sacaculista”. Es políticamente vinculante y debe respetarse al igual que se respeta el voto a favor de cualquiera de los otros candidatos. 

En este caso el voto en blanco significa, para ese sufragante, que ninguno de los candidatos de segunda vuelta merece ser presidente de Colombia. Simple y claro.

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