María Jimena Duzán
11 Diciembre 2022

María Jimena Duzán

En memoria de Jorge Enrique Pizano

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En una entrevista para la W Radio escuché al exfiscal Néstor Humberto Martínez hablar de Jorge Enrique Pizano, el controller del Grupo Aval que murió sorpresivamente en noviembre de 2018 y se me arrugó el alma.

Habló de él como si se tratara de un loco que tenía el pasatiempo de grabar a todo el mundo porque dizque tenía una "cultura de auditor". Martínez dio a entender que Pizano era un hombre al que le faltaban varias tuercas, que no era de fiar y que su amistad se habia averiado desde que él había llegado a la Fiscalía y se había encontrado con la noticia de que Pizano tenía una investigación por el escándalo del túnel Tunjuelo Canoas. Es decir, en cosa de segundos, Pizano fue descrito como un sujeto deschavetado y corrupto.

El pincelazo que Martínez dio del difunto Pizano, me pareció mezquino y profundamente injusto con un hombre valiente que se fue quedando solo por haber tenido la osadía de destapar el entramado de corrupción desde el que se pagaron más de 50 millones de dólares en coimas en Colombia. 

Jorge Enrique Pizano no fue ni un loco, ni mucho menos un corrupto. Para los que no saben: a él, le debemos la poca verdad que sabemos sobre las redes de poder que se movieron en el escándalo de corrupción de Odebrecht-Aval. Gracias a sus investigaciones y a sus documentos, periodistas como yo pudimos revelar piezas de este rompecabezas como el famoso contrato de transacción que firmaron Odebrecht y Aval en 2016 con el objeto de hacerse pasito y que yo califiqué en su momento como un pacto de silencio. Sus hallazgos pusieron no solo la lupa sobre la multinacional brasileña sino sobre su socio, el Grupo Aval de propiedad de Luis Carlos Sarmiento, el banquero más poderoso de Colombia y expusieron de manera cruda los desajustes que se produjeron en la Fiscalía y que muchos callaron, cuando se eligió como fiscal de la nación precisamente al abogado del Grupo Aval,  Néstor Humberto Martínez en momentos en que en el mundo estallaba el escándalo de Odebrecht.

Tampoco es cierto que Pizano grabara a todo el mundo. Sus antenas se prendieron cuando descubrió, siendo controller de la ruta del sol, la existencia de una serie de contratos ficticios que no estaban en la contabilidad del consorcio integrado por la empresa brasileña dueña del 66 por ciento y el Grupo Aval, dueño del 33 por ciento. Pizano informó al Grupo Aval de esas irregularidades en varios informes, pero cuando vio que que nada pasaba decidió grabar a varios ejecutivos del Grupo y a su abogado Néstor Humberto Martínez. Como controller del consorcio Pizano hizo su trabajo y hoy esos audios son piezas fundamentales para la investigación que adelante el FBI y que tiene tan nervioso a Néstor Humberto Martínez. 

Pizano se enfrentó a poderes con un arrojo que pocas veces he visto y lo pagó muy caro. Fue sometido a toda suerte de presiones que terminaron minándolo. Se quedó sin trabajo, el cáncer linfático que había logrado doblegar le volvió a revivir y cansado de ver que sus denuncias no se movian en la justicia colombiana tocó las puertas del  FBI y en junio de 2018 les entregó documentos y audios que habia grabado. En uno de esos audios se oye a Néstor Humberto Martínez decirle a Pizano que ¨Sarmiento le manda decir que no haga nada". 


Sin embargo, lo que más lo trastornó fue que mientras sus denuncias se evaporaban, su caso por corrupción avanzara tan rápido en la Fiscalía. Su nombre había sido mencionado por Andrés Cardona, un contratista condenado a 60 meses de prisión. Él lo había señalado de recibir una millonaria coima cuando él era el gerente de la empresa de Acueducto y Alcantatillado de Bogotá para que le diera el contrato al consorcio integrado por Odebrecht y el grupo Solarte, como de hecho sucedió. Ese señalamiento tenía a Pizano muy mortificado y lo había convertido en un hombre atormentado y en más de una ocasión me aseguró que todo esto era un montaje diseñado para callarlo. En el colmo de la desesperación el primero de agosto de 2018, Pizano me escribió un chat  diciendo que el fiscal Cettien, que tenía a cargo su caso, le habia dicho a su abogado “que por orden del fiscal general el comité jurídico había dado la orden de imputarlo con medida de aseguramiento". Yo pude constatar que Pizano no firmó el contrato, no formó parte del comité evaluador, ni manejó la audiencia de adjudicación del conector de Tunjuelo-Canoas, pero de todos modos lo vincularon. El primero de septiembre de 2018, dos meses antes de su muerte, me escribió este chat: "Mira MJD… ya entendí todo. En el 2015… que no hiciera nada. En 2016, firman entre Odebrecht y Grupo Aval un acuerdo de transacción para que el escándalo no afecte en el exterior al Grupo Aval. En 2016 revienta el escandalo de Odebrecht y en el 2017 me botan del Grupo Aval y me arman un proceso en mi contra para silenciarme".  La última vez que hablé con él, me dijo que prefería morirse antes que ir a la cárcel y pasar esa vergüenza, y me contó que su abogado lo había llamado a decirle que lo iban a volver a llamar a interrogatorio por el caso de Tunjuelo-Canoas. 

Pizano creía que a él le estaban montando un proceso tan absurdo y kafkiano como el que ha tenido que enfrentar Luis Fernando Andrade, el exdirector de la ANI que se opuso a los sobrecostos de la carretera que pedía el Grupo Aval y Odebrecht y que fue el que pidió la nulidad del contrato. La Fiscalía de Néstor Humberto Martínez lo acusó de diez delitos pese a que ninguno de los cargos tiene que ver con haber recibido u ordenado una coima.  

Pizano no resistió el embate, ni el cerco ni el hostigamiento y se quebró. Quienes estuvimos con él durante su último año de vida vimos cómo se fue apagando. Según Medicina Legal, Pizano murió por causas naturales y su hijo Alejandro por haber ingerido accidentalmente un vaso de agua con cianuro. Sin embargo, fueron tantas las irregularidades en la manera como se recabaron las pruebas que lo más probable es que no se llegue a saber nunca la verdadera causa de la muerte de los Pizano.


De lo único que podemos dar fe, es que Jorge Enrique era un hombre bueno, que descubrió una red de corrupción, que la denunció ante sus jefes y que no se merecía vivir la odisea que padeció por haber hecho lo correcto.

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