Sebastián Nohra
21 Agosto 2022

Sebastián Nohra

Es la desigualdad, estúpido

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La espina dorsal de los principales debates económicos y de filosofía política de los últimos 150 años ha bailado sobre la tensión, en algunas capas irrenconciliable, entre igualdad y libertad. El liberalismo surfeó por décadas ofreciendo las bondades de la igualdad ante la ley, el respeto a la libertad individual y la defensa del libre mercado. Ese colchón normativo le permitió al capitalismo y a la nueva sociedad comercial irrumpir con furia y ofrecer niveles de riqueza que ni los faraones pudieron soñar.  

Se fue disolviendo la sociedad de estamentos y apareció la de las clases. Y, con ella, llegaron desigualdades relativas y absolutas de riqueza que hasta el día de hoy nos ha costado asimilar. Ya no, entre la nobleza -o políticos- y los demás, sino entre ciudadanos ordinarios. La sociedad comercial ha permitido que una persona acumule en pocos años, cinco veces más patrimonio que el que pudo tener un rey heredero de una dinastía centenaria. 

De esta manera, acá estamos reflexionando a diario sobre qué grado de libertad es deseable para que las diferencias entre ingresos no fracturen a los miembros de la comunidad y no los lleven a socavar las leyes y costumbres que les han permitido organizarse. En ese ímpetu estuvo contenida parte de la utopía comunista. En perseguir un atajo al paraíso, pues el camino lento pero seguro que había construido la burguesía, resultaba para ellos insuficiente. Sabemos que el resultado fue construir una sucursal del infierno sobre la tierra. 

Esta antesala la hago para sugerir que hoy los diferentes partidos y escuelas ideológicas en Colombia bien pueden tener un frente común que les permita trabajar juntos: la desigualdad. Podrá haber motivaciones y diagnósticos muy distintos, pero reducir la desigualdad nos debe movilizar a todos. Ya en los métodos y objetivos nos volveremos a separar. Zarpamos juntos y en alguna escala unos nos bajamos del barco. Veamos.

La izquierda más dura y los (algunos) socialdemócratas creen que per se la desigualdad de riqueza es indeseable e injusta. Que el empresario-accionista-financista recibe mucho más retorno sobre el capital del que merece y el Estado debe planificar y dirigir con agresividad para plasmar su tablero de ajedrez imaginario. La izquierda abandonó la búsqueda de “los manantiales de la riqueza colectiva” para obsesionarse con la desigualdad. En eso están. Pero varias de sus denuncias no carecen de solidez. Y, hablamos, claro, de Colombia: uno de los países más desiguales del mundo. 

Para nosotros, los liberales, la desigualdad per se no es injusta, y más que deseable, es el resultado de la libertad y la individualidad política y biológica. Pues, si hay libertad, jamás seremos iguales. Pero sí nos molestan los privilegios estatales, las rentas capturadas y los subsidios a quienes no los necesitan. Es acá, donde los defensores del libre mercado, deberían recogerse y mirar con más cariño a la izquierda. Pues la enorme desigualdad del país es fruto de esos trucos producto del nefasto maridaje entre políticos y empresarios prebendarios. Es fruto de favores y regalos a quienes no los necesitan. La desigualdad en Colombia no es expresión de la libertad contractual y el respeto a las preferencias de los individuos. 

Un defensor del libre mercado no puede tolerar eso. Su discurso se diluye y termina justificando el mercantilismo que sus “profetas” (Adam Smith, Bastiat, Mises) combatieron tan lúcidamente. Están ahora bajo el paraguas de un discurso aguado anti-izquierda que suele ser la fachada de los movimientos derechistas más reaccionarios y que son tan antiliberales como los socialistas. 

Por varias razones la desigualdad que hoy tiene Colombia es intolerable y obscena. A todos nos conviene reducirla. Petro y Ocampo querrán con agresivos impuestos sobre la riqueza, yo quiero abriendo mercados y eliminando privilegios a empresarios poderosos. Llegará el momento para discutir la ruta, antes cojámonos de la mano, y denunciemos en coro este estado de la distribución de la renta. 

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