Helena Urán Bidegain
3 Enero 2023

Helena Urán Bidegain

Es la gente quien transforma realidades

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Unas semanas atrás finalmente sucedió en Holanda lo que debió haber sucedido tiempo atrás. Algo que por un lado, podría despertar reacciones negativas de parte de quienes han considerado el orden hegemónico como el natural, mientras que para otros significará un paso necesario en su larga lucha por la libertad, la reparación y la justicia mundial.

Me refiero al hecho de que un mandatario europeo pida perdón por que “durante siglos, el Estado y sus representantes permitieron, fomentaron, mantuvieron y se beneficiaron de la esclavitud”, como lo describió, Mark Rutte, primer ministro holandés. 

Pero este reconocimiento de responsabilidad y solicitud de perdón tiene un significado mucho más amplio al de un jefe de Estado aceptando que la esclavitud fue un crimen contra la humanidad que determinó lo que son hoy los países del norte y los del sur, que fue una injusticia inenarrable sobre unos y que posibilitó beneficios económicos y bienestar a otros. Ha sido posible gracias a las luchas históricas de los descendientes de esclavos y miles de personas del común que han tenido una postura crítica frente a la realidad y algo menos gracias a la iniciativa de legisladores, líderes y presidentes de turno interesados en transformar realidades para un mundo más justo y en paz.  

Por lo mismo es que este tipo de pronunciamientos no se deben convertir en la escenificación de un cierre histórico o como un momento crucial en el camino hacia una democracia finalmente triunfante;  hay que evitar que sea interpretado así porque los problemas sociales del presente y las injusticias estructurales interrelacionadas con la esclavitud e interconectadas con las problemáticas de otras comunidades y Estados persisten, y por tanto, las exigencias de cambio se mantienen.

Por todo esto, veo el pronunciamiento de Rutten, jefe de Estado de un país que se lucró y se creyó en derecho a mercantilizar a seres humanos, como un hecho relevante para las luchas y el despertar que se vienen dando en Colombia y en el resto de la región. Pone de relieve que cambios en la comunicación y las realidades sociales que parecían inalterables e impenetrables, sí logran ser transformadas y maleables por aquellos que con sus movimientos y organizaciones sociales persisten. Pero estos cambios no son bienvenidos por todos y en la mayoría de las ocasiones en las que se logra alguna conquista de derechos y de justicia social, aparecen sectores que se expresan en contra, incluso de manera violenta. 

Un claro ejemplo, y parte de este camino por justicia, es el hecho que en los Estados Unidos el Ku Klux Klan emergió no durante la esclavitud sino en el momento en que aparecieron los movimientos de liberación de mediados del siglo XX, como un intento por controlar al pueblo negro libre que buscaba más derechos para todos y mayor democracia.

Hoy en Colombia debemos entender los cambios que parecen tener ahora más cabida, no como un asunto del gobierno actual, sino también como el resultado de una conciencia que emergió y que hunden sus raíces en el contexto de las luchas y movimientos sociales de liberación desde la época colonial y se extienden por toda América Latina y el Caribe. Proceso que debe continuar aún con más fuerza en 2023 para cuidar los avances ya alcanzados, profundizarlos y estar atentos porque la contrapartida se hará sentir.

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