Paola Herrera
29 Noviembre 2022

Paola Herrera

Es lo mínimo

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Llegó el día. Hoy comienza la negociación para definir el aumento del salario mínimo en Colombia que regirá en 2023 y aunque, como siempre, se trata de uno de los pulsos más fuertes entre empresarios y trabajadores, este año la situación pinta peor y la distancia ahora es mucho mayor. Mientras unos llegan con una propuesta de 13 por ciento los otros quieren más de 20 por ciento como punto de partida.

Y digo que el ambiente para negociar este año será más complicado porque las condiciones políticas del país cambiaron con la llegada de un Gobierno de izquierda, que se supone está más alineado a los intereses de los empleados; pero también por el panorama económico, que en 2022 deja una inflación con máximos históricos y otros indicadores que generan preocupación.

Pero antes de hablar de esos datos, vamos un poco al pasado y veamos que la demagogia en estos temas no sirve para nada.

El año pasado, faltando pocos días para que se acabara diciembre, el expresidente Iván Duque salió con bombos y platillos a celebrar lo que él llamó un “hito histórico” al lograr un acuerdo, impulsado por el gobierno, para que el salario mínimo en 2022 llegara por fin al tan anhelado millón de pesos.

Ese incremento del salario básico de los colombianos fue de 10,7 por ciento lo que significó un aumento real de un poco más de 4 por ciento ya que, recordemos, la inflación con la que el país terminó el año pasado fue de 5,6 por ciento.

La cifra para el expresidente Duque fue una “victoria colectiva”, significó la dignificación de los trabajadores –que con ese millón de pesos ahora sí saldrían de la crisis provocada por la pandemia– y hasta hicieron cuñas, comerciales y canciones con las que todos, en ese gobierno, sacaron pecho por un supuesto triunfo al tener el aumento real más alto en Colombia de los últimos 50 años.

Pero la dicha duró poco. No pasaron más de tres meses cuando los precios de los productos de la canasta familiar se comieron el incremento del mínimo en el país. la inflación empezó a subir de forma descontrolada y en poco tiempo ya el tan publicitado millón de pesos no alcanzaba para nada.

Ahora bien, ese escenario, de unos precios disparados y unas tasas de interés muy altas, todavía lo estamos viviendo y en mayor grado. No ha habido un mes de 2022 en el que la inflación no siga marcando nuevos máximos y, además, el Banco de la República, teniendo en cuenta las nuevas condiciones, ha tenido que subir también sus tipos a niveles que no se veían en Colombia desde 2009.

Si a eso se le suma el aumento en los precios de los combustibles, en las tarifas de energía, en los costos de la educación, la desaceleración que se proyecta para el próximo año y una reforma tributaria que, según los empresarios, los golpea solo a ellos, estamos hablando que, nuevamente, los trabajadores serán los más afectados tras esta nueva etapa de negociación.

Y es que a los empleadores les queda poco espacio. Para una empresa no solo se trata de aumentar el salario, sino que también significa tener que incrementar sus costos. No olvidemos lo que cuesta cada trabajador formal en Colombia al que toca también ajustarle cada año el pago en seguridad social, el transporte, entre otras cosas y por eso existe el riesgo de despedir gente o de eliminar puestos de trabajo cuando el aumento de sueldos que toque hacer sea mucho más alto de lo esperado.

Entonces, ¿qué es mejor, aumentar en justas proporciones el salario para que las empresas no tengan que prescindir de servicios y por ende de empleados o hacer un incremento que tenga en cuenta los altos costos que hoy tienen que asumir las familias colombianas, a las que el precio del mercado se les multiplicó y ya nos les alcanza para comprar lo que antes compraban?

Pues, esa es precisamente la discusión que se tendrá que adelantar desde hoy en la mesa tripartita, a la que se llega con medidas en las que ya trabaja el Gobierno como la de no indexar algunos aumentos de servicios en el país, como, por ejemplo, el Soat, multas y otros más de 200, al incremento del salario mínimo, para que haya un alivio.

Y es entendible que con una inflación de 12 por ciento –que es la que llevamos hasta octubre de este año– más una productividad que seguramente otra vez será de 1 por ciento, los empresarios quieran que el aumento sea de solo 13 por ciento. Así se estaría respetando la regla general y no se afectaría más el precio de los productos, que entre más se aumente el salario, más caros se ponen.

Sin embargo, es importante tener en cuenta que los trabajadores no pueden seguir perdiendo poder adquisitivo, que ya no es justo romantizar más las migajas, como el millón de pesos de este año, que les dan como incremento del mínimo, del que viven un millón y medio de colombianos, a pesar de que todo sube mucho más.

Aunque siempre la balanza se ha inclinado a favor de los empresarios, ojalá esta vez sirva el nuevo Gobierno, que tiene miembros que vienen de sindicatos, para mirar hacia el lado de los que día a día trabajan para subsistir. Un salario justo, que alcance y que sobre, es lo mínimo que se merecen. Nadie debe vivir alcanzado.

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