Helena Urán Bidegain
7 Marzo 2022

Helena Urán Bidegain

Esperanza, a pesar de todo

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Hoy podría escribir sobre muchos asuntos relevantes y significativos: las próximas elecciones legislativas en Colombia de las que depende mucho el futuro del país; o podría escribir sobre la larga y tortuosa lucha de las mujeres por nuestros derechos que conmemoramos en esta fecha en el mundo y empatarlo con la dificultad que supuso llegar a la despenalización del aborto hasta la semana 24 en Colombia y que gracias a esa lucha, podemos celebrar; también podría escribir sobre las noticias e imágenes que nos llegan sobre la guerra en Ucrania y que nos horrorizan a todos, porque no es para menos, viendo tanta insensatez y sufrimiento.

Pero de lo que voy a hablar, no es un tema de actualidad, tampoco es realmente una revelación, porque no es nuevo para nadie, pero sí nos descubre mucho de lo que somos. Sobre lo que quiero escribir hoy aquí, sucedió en Colombia durante décadas, aún hoy no se tematiza como debería, no nos confronta con nuestro pasado, con lo que somos como país, ni tampoco se resuelve, pero está ahí.

Hace pocos días, la Comisión de la Verdad, junto con la Jurisdicción Especial para la Paz, presentó el documental Desde las cenizas como parte de su informe sobre el exterminio del partido político Unión Patriótica (UP). Un partido de izquierda, conformado por el partido comunista —su componente mayoritario— pero también por sectores políticos en busca de nuevos espacios y movimientos sociales de diversas corrientes. De esto quiero hablar hoy.

Para la realización del informe y el documental, representantes de ambas instituciones oficiales tuvieron que trasladarse fuera del país y reunirse con varias personas exiliadas; porque así como los refugiados ucranianos salen por las amenazas de los rusos, muchos colombianos tuvieron que huir de su propio país por amenazas de otros colombianos. Y porque el Estado no los valora, protege ni garantiza su vida.

No es que Colombia no cuente con los recursos para proveer seguridad y protección a sus ciudadanos, de hecho, lo hace, pero solo con un cierto grupo. Frente a otros, en cambio, ha sido precisamente el Estado en su simbiosis con grupos ilegales, quien de manera deliberada y sistemática ha amenazado y atentado contra la vida de ciudadanos. El Estado ha sido otro de los grandes verdugos en esta, nuestra guerra.

En la presentación del documental, que se puede ver en la página de la Comisión de la Verdad: https://comisiondelaverdad.co/actualidad/noticias/victimas-union-patriotica-comision-verdad-jep, el comisionado Carlos Beristain describe los atroces ataques contra los miembros de la UP como “un crimen contra la esperanza”. Se refiere a la destrucción sistemática de nuestro derecho de soñar en Colombia, con otras maneras posibles de pensar al país. Lo que sucedió fue un genocidio con móviles ideológicos.

Según el informe, se trata de 9.500 hechos victimizantes que incluyen tortura, desplazamiento forzado, violencia sexual, amenazas y lesiones personales. 5.733 de estos hechos consistieron en la desaparición o asesinato. Los horrendos crímenes fueron cometidos desde la creación del partido político de la Unión Patriótica a mediados de los 80, con un periodo más críticos en los años 1988, 1996 y 1997.

¿Qué tipo de sociedad es Colombia donde ocurre esto solo por el hecho de pensar y soñar diferente? ¿Qué tipo de país es este donde estas escabrosas cifras no nos sacan de la naturalización de la violencia, no nos escandalizan? Luego la negación de la verdad y la ausencia de justicia facilitada por el sistema, perpetúan el crimen. Es difícil cognitivamente entender tanta violencia y apatía.

Dentro de la investigación, aún en curso, persiste la pregunta sobre cuáles fueron los motivos y quiénes los autores directos detrás de este genocidio. Porque aunque lo podamos suponer, la JEP y la Comisión de la Verdad tienen la misión de revelar la respuesta a estas preguntas.

Hace unos días la escritora Alma Delia Murillo reflexionaba en una de sus columnas que “para no morir en México es fundamental no nacer pobre, no nacer moreno, no nacer indígena, no nacer mujer, no ser periodista, no buscar justicia por el feminicidio de su hija, por el asesinato de su hijo”. Todo esto que también aplica al caso colombiano, lo complementaría con no ser líder social, defensor de DDHH o medioambiental, no ser juristas que respetan  la justicia, o cualquiera que sueñe y luche como lo hicieron los miembros de la UP por su derecho a construir un país distinto. 

En Colombia simplemente no ha sido permitido soñar si no se quiere morir de manera violenta. En Colombia quien cree en los derechos para todos y todas y practica la democracia, está en riesgo.

Es como si siguiéramos sin entender que la defensa a la pluralidad, a la vida y los derechos humanos, civiles y políticos, no son cuestiones de lujo, sino que son asuntos elementales de una democracia. Estos derechos no son accesorios políticos para adornar en algunas ocasiones. La participación ciudadana, los derechos humanos, civiles y políticos no son tampoco irrupciones laboriosas; son el fundamento normativo de toda democracia y sin ellos no podemos hablar de democracia, sino de un Estado que claramente nos ha fallado.

Y a pesar de que el exterminio de todo un partido político fuera un crimen contra la esperanza, a pesar de que condenó a cientos al exilio y dejó a miles y miles de familias deshechas, a pesar de eso y mucho más, los sobrevivientes, hoy como un milagro, vuelven a tener esperanza en un Estado que tanto los ha dañado. 

Y hay que reconocerlo, esta esperanza viene dada también por el trabajo de algunos de los funcionarios del sistema integral de paz que hoy nos llevan nuevamente a soñar con la posibilidad de justicia y democracia en el país y eso también es Colombia.

Conversación con el comisionado Carlos Beristain:

HELENA URÁN BIDEGAIN: ¿Existe un caso de exterminio de fuerzas políticas de oposición en el mundo similar al genocidio de la UP?

CARLOS BERISTAIN: No hay en el mundo ningún antecedente de un caso similar al exterminio del partido de la Unión Patriótica. 

H.U.B.: ¿Por qué a pesar de tratarse del exterminio de todo un partido político con unas cifras inimaginables en cualquier democracia, hay tanta reticencia a reconocer estos crímenes?  

C.B.: El exterminio de la UP fue el cierre del horizonte político de la democracia en Colombia, el ocultamiento de responsabilidades ha permitido no enfrentar lo que eso ha supuesto para la esperanza y la paz en Colombia. Si hubiera podido seguir adelante, muy probablemente, la guerra no se habría extendido durante tantas décadas porque el sistema habría ofrecido una posibilidad de transformación por la vía electoral y lo que supuso eso, para mucha gente, era que no había espacio.

H.U.B.: ¿Hasta dónde podrán llegar la JEP, la Corte Interamericana y otros recursos judiciales para las víctimas?

C.B.: En el caso de la JEP todavía hay pocos responsables que se hayan presentado y no hay ningún reconocimiento de responsabilidad sobre los hechos, está por verse lo que eso vaya a proporcionar en el futuro. La Comisión sacará su informe que determinará qué es lo que sucedió y las responsabilidades extrajudiciales y hay que ver qué otros recorridos haya con la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el caso y las nuevas vías de investigación que puedan abrirse.

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas