Helena Urán Bidegain
14 Marzo 2022

Helena Urán Bidegain

Fortalecer la democracia

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Muchos siguen hoy hablando en términos de izquierda y derecha, pero no hay más que mirar nuestra región para darse cuenta de que lo correcto es distinguir entre aquellos que creen en la democracia y los que le dan la espalda. Los ejemplos más claros del segundo grupo son Nicaragua, Brasil, Venezuela, Guatemala, Cuba, El Salvador.

Colombia, por otro lado, suele aparecer en un punto ambiguo pues hay elecciones, un Congreso e instituciones políticas, pero la democracia no es solo eso, una democracia sólida debe garantizar los derechos fundamentales de libertad, proporcionar los derechos sociales, respetar los derechos humanos, debe existir un equilibrio de poderes institucionales, no debe existir la concentración de poderes (político, económico, mediático) entre otras.

Y si consideramos estas condiciones sustanciales como válidas para una democracia  y lo comparamos con el hecho de que Colombia no suele faltar en las listas de países con mayor número de asesinatos a defensores de DDHH en el mundo, que se destaca por la falta de independencia judicial, por los altos índices de impunidad, por la ausencia de contrapesos al poder, por la concentración de poder político y económico en unos pocos, por la ausencia de derechos sociales, entre otras tantas falencias, llegaríamos a la triste conclusión de que Colombia quizás tenga una democracia, pero esta hueca por dentro. Y por esto es que la gente protesta, por estas falencias es que muchos salieron a votar por un cambio que fortalezca su democracia.

El país hoy tiene una sociedad mucho más activa que nunca y muy consciente de la importancia de su voto para lograr el cambio que ya se empieza a perfilar. Los votantes quieren un Congreso que juegue las reglas de la democracia, que la fortalezca y fomente. En unos meses la contienda será por la presidencia.

A pesar de décadas de decepción en decepción, cambiar el rumbo de las cosas siempre es posible si la sociedad civil asume su rol dentro de la democracia. Nos han querido hacer creer que todo seguirá igual, que nada va a cambiar. Lo oí y leí, varias veces previo a estas elecciones, sin embargo, el cambio es posible si los ciudadanos lo deciden. La enorme votación de Francia Márquez conseguida en muy pocos meses de campaña , - y aunque le vulneraron los acuerdos hechos en el Pacto Histórico, para consolidar la presencia de políticos tradicionales, como Roy Barrera y Benedetti- logró demostrar la fuerza de los movimientos sociales que son  gran parte de su apoyo.  y  algo que los políticos renuentes a escuchar, no pueden seguir desconociendo. El reciente ejemplo chileno nos muestra  también  que se pueden abrir  compuertas  para consolidar la democracia. Este país del sur se ha convertido hoy en un importante impulsor de esperanza para el mundo que supo jugar acorde a reglas y normas democráticas.

En cuanto a Colombia, es casi comprensible nada más ver su pasado que muchos allí no estén para grandes ilusiones, pero también es cierto que el hecho de que muchos otros sí crean en el cambio, no es asunto de ingenuidad, sino de darle un sentido a la vida y eso lleva a la acción que toda democracia necesita.

“Wer kämpft, kann verlieren, wer nicht kämpft, hat schon verloren”.   “Quien lucha, puede perder, pero quien no lucha, ya ha perdido”, diría Bertolt Brecht.

Hay que ser realistas, pero seguir intentando porque la vida no es solo pérdida. Y vuelvo al caso chileno porque en medio del auge de regímenes de totalitarismo alrededor del mundo, en el que incluso Europa siente su propia democracia vulnerable después de muchos años de estabilidad y confianza, en Chile, en cambio, un joven de 36 años, Gabriel Boric, surge de las protestas sociales y llega al poder para constituir un nuevo gobierno en el que el gabinete ministerial representa por primera vez la pluralidad de su país, alejado de la elite política tradicional y con mayoría femenina. Su discurso es inclusivo, protector del medioambiente, de los derechos humanos, consciente de los reclamos, luchas y procesos históricos sociales y políticos; plantea como centro de sus objetivos la redistribución de la riqueza dejando atrás el legado neoliberal y la herencia política del dictador Pinochet. Todo esto para construir un nuevo camino que fortalece la democracia.

Está claro que Colombia y Chile tienen contextos y trasfondos muy diferentes, pero las próximas elecciones presidenciales en Colombia, también serán entre seguir en lo mismo con una democracia supremamente débil, o arriesgarse al cambio buscando que se fortalezca.

Nadie ignora que el recorrido en Colombia seguirá repleto de obstáculos; los corruptos, las mafias y quienes han detentado el poder y han hecho tanto daño, saben cómo blindarse, perpetuarse y son sofisticados en hacer creer que juegan acorde a las reglas democráticas, cuando en realidad su juego ha sido hacer trizas todo, hasta la mera posibilidad de paz.

Por eso renunciar a la posibilidad de cambio, sería darle la espalda a todos los que ya no están por haberlo intentado antes, sería olvidar la responsabilidad que tiene la sociedad civil con la democracia, sería ser indiferente a la guerra y a la injusticia, sería, dejar solas a las millones de víctimas, sería aceptar que Colombia no merece nada mejor.

Una gran parte de la sociedad civil ha hecho lo suyo, y sus votos demuestran que está lista y espera un cambio. Los diputados recién (re)elegidos tendrán ahora que demostrar si podrán recuperar el prestigio que el Congreso ha perdido y si están a la altura de lo que la sociedad espera de ellos.

El próximo presidente y su gobierno tendrán la tarea de construir un país para todos y todas, sin divisiones o exclusiones, sin despotismo o autoritarismo, que incluya la fuerza femenina, que reconozca a los grupos étnicos, que proteja a los defensores medioambientales y de DDHH, que garantice los derechos y libertades fundamentales, que mantenga los contrapesos, que respete a la justicia, que devuelva la dignidad a más de 8 millones de víctimas y a miles que buscan a sus desaparecidos, a aquellos hoy sin vivienda, sin educación, sin futuro. El próximo presidente debe ante todo pasar de la política de la guerra y la muerte a la de la paz y la vida; deberá sacar al país de aquel lugar ambiguo con semidemocracia para ubicarse del lado de los que generan esperanza porque sí practican la democracia.

 

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