Escuché con atención el discurso del presidente Petro en la Asamblea General de Naciones Unidas y, sin entrar en las apasionadas lecturas en las que se debaten sus hinchas y sus detractores, quiero referirme a los principales ejes de la alocución.
En primer lugar, sin hacer una acusación directa Petro condenó la invasión de Rusia a Ucrania; y en un segundo momento hizo un llamado a la paz en ese conflicto. Esto no es un asunto menor, porque era justamente lo que Estados Unidos y sus aliados occidentales querían escuchar por parte de algunas naciones del llamado “Sur Global”, sobre todo por el escenario en que se produce y básicamente porque los principales mandatarios occidentales, empezando por Biden, dedicaron su intervención para condenar con dureza a Rusia por su injerencia belicista.
La relevancia del rechazo de Petro a la guerra en Ucrania debe entenderse en el contexto de una de las principales preocupaciones de Washington y la Otan, que ha sido la neutralidad, y en muchos casos la inclinación prorrusa, del Sur Global en el conflicto ucraniano. Como lo señaló esta semana Gideon Rachman en su columna del Financial Times, para China y su principal aliado, Rusia, las lealtades de las naciones de África, Asia y las Américas han constituido un elemento fundamental en la nueva guerra fría que se vislumbra entre Beijing y Washington, por lo que un resquebrajamiento de la neutralidad y de las posiciones prorrusas de estas naciones en el conflicto ucraniano, como ha venido sucediendo tras los recientes desaciertos militares rusos en Ucrania, constituye una victoria para el bloque occidental. Recientemente, Narendra Modi, primer ministro de la India, públicamente reprendió a Putin cuando le dijo que “no es momento para una guerra”. Un triunfo político para el bloque occidental que debe servirnos de referencia internacional para entender este importante punto de la alocución de Petro.
Es en el marco de esta lectura como debe entenderse la presentación que hizo Petro de la división del mundo entre países del Sur y del Norte, y que fue calificada por la analista internacional Sandra Borda en el diario El Tiempo como una posición que “divide en vez de armar” y que según ella hace más difícil la resolución de problemas colectivos. Otras voces –más politizadas que analíticas– interpretaron esta postura de Petro como un desafío a Estados Unidos y un alineamiento con una especie de eje del mal castrochavista-putinista…
En realidad, esta posición Norte-Sur de Petro está muy lejos de incomodar a Estados Unidos, porque en sí parece una reminiscencia de las reivindicaciones de la Organización de los Países No Alineados durante la guerra fría, un espacio en donde se discutían las injusticias del orden global, pero en el que siempre se respetó una regla de oro de neutralidad frente al mundo bipolar de la guerra fría entre soviéticos y occidentales. La misma neutralidad que espera hoy Estados Unidos de las naciones del Sur Global en la nueva bipolaridad de la guerra fría entre Washington y Beijing…
Ahora bien, tampoco creo, como lo señala la analista Sandra Borda, que esta lectura Sur-Norte, propia de los antiguos "no alineados”, haga más difícil la cooperación con países como Estados Unidos, por ejemplo. Desde el fiasco de la guerra de Vietnam, Estados Unidos aprendió a discernir entre gobiernos nacionalistas y comunistas, y a tomar mucho más en cuenta las particularidades locales a la hora de definir sus relaciones con otros países. Lo que va a primar en esta guerra fría con China, es una estrategia de engagement, como sucedía con los no alineados durante la guerra fría; es decir, la búsqueda y la seducción de socios a través de objetivos comunes.
Y la búsqueda de ese objetivo común es lo que parece ser el planteamiento que hace Petro de imbricar el tema de las drogas con la protección de la Amazonia y la lucha contra el cambio climático. Al fin y al cabo, Estados Unidos ya renunció a exigir el uso del glifosato, primero en México y recientemente en Colombia. Petro hace un llamado a la condonación de la deuda externa –tal como lo hacían los no alineados– o en su defecto a crear un fondo global para proteger las selvas, muy posiblemente para financiar políticas de ingreso básico para cultivadores de coca, un programa paradójicamente muy parecido al de Familias Guardabosques del gobierno Uribe, pero a mayor escala. Una invitación directa a cooperar en un objetivo común.
Luego de su discurso en Naciones Unidas, John Kerry, el enviado especial presidencial de Estados Unidos para el clima, invitó a Petro a liderar un panel sobre seguridad alimentaria. Una señal muy clara de la lógica de Estados Unidos de mandar señales de confianza en un marco de firmeza sin rigidez. Al fin y al cabo, las grandes potencias tienen intereses y su diplomacia existe para defenderlos, bajo el entendido de que siempre es mejor buscar zonas de acuerdos posibles que no contar con ningún tipo de acuerdo.