Velia Vidal
7 Octubre 2022

Velia Vidal

Hambre

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«Irra empezó a sentir una desazón en el estómago. Hambre. ¿Cómo era posible soportar tanto tiempo sin comer? Miró su anzuelo y las lombrices dentro de la totumita llena de barro. “Pueda ser que me pesque unos cuantos charres hoy —pensaba—. Aun cuando rabicoloradas prende este anzuelo...”. La desazón se iba esparciendo a todo el cuerpo... Sintió náuseas, un vahído... Se incorporó, sosteniéndose del borde de la champa. El estómago se revolvía produciéndole un cosquilleo, ansias de vomitar... Sacó la cabeza hacia el río... Se miró su imagen en el agua... Y el primer empujo de vómito... Su garganta gorgoteaba y sentía que el estómago se le saltaba por la boca... Pero nada arrojaba... Se apretó el vientre y luchaba por vomitar. Hasta que fue saliendo una cosa verde, viscosa, que sabía amarga...

(…)

Extenuado, la comisura de los labios amargada por el vómito verde, se tendió de espaldas en el plan de la piragua. Yacía allí rendido, nervioso, mirando vagamente el cielo claro sobre su frente.

Se sentía caliente. No entendía bien lo que estaba sucediendo, ni dónde se encontraba. El hambre lo había debilitado y quizás el viento le acabó de hacer daño. Le parecía que entraba ya la noche. Y que la ciudad se reflejaba bajo las aguas como los castillos de las viejas leyendas... Y que en la bóveda celeste parpadeaban las estrellas, los luceros que luego navegaban en las ondas del río... Y la más inmensa de todas las estrellas, el lucero de la Boca de Quito, estaba allí rasgando las tinieblas, quitándole el pavor al silencio nocturno».

Me imaginé, como en esta escena, los minutos previos al deceso de los 21 niños que han muerto este año por desnutrición en el Chocó. Seguramente estaban en una orilla del San Juan, del Baudó, del Atrato o algún afluente de estos ríos. Este es un fragmento de Hambre, el libro primero de la gran novela Las estrellas son negras, del autor chocoano Arnoldo Palacios. Quizá fue fácil para el autor describir el drama del hambre habiendo crecido en una tierra donde era común la carencia de alimentos en muchas familias, lo que quizá no se imaginó el escritor de Cértegui fue que, 75 años después, la historia sería igual o peor.

Esta semana la Procuraduría General de la Nación solicitó a los directores regionales del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, a 23 gobernaciones, cinco alcaldías de ciudades capitales y al Distrito de Buenaventura, tomar medidas urgentes para detener las muertes asociadas a la desnutrición en menores de cinco años.

Según el documento del ente de control, de acuerdo con el último reporte del Instituto Nacional de Salud, ha habido 235 casos de muertes asociadas a desnutrición, de los cuales se confirmaron 124. La lista de muertes la encabeza, otra vez, el Chocó: 21 de los casos confirmados ocurrieron en mi departamento. Le siguen la Guajira y Cesar con 13, y Bolívar con 12.

La Procuraduría es clara y precisa en señalar la gravedad de estos hechos, la urgencia de priorizar las acciones que frenen estas muertes y la ineficiencia de las políticas implementadas en la materia.

El párrafo menos difundido en los medios sobre esta noticia tiene que ver con el racismo estructural que esta realidad esconde. Dice el comunicado que «el ente de control también llama la atención por la situación que se presenta en las comunidades indígenas Tule, Wounaan y Embera de Chocó; Nasa de Valle del Cauca; Sikuani y Amorúa de Vichada; Nukak y Sikuani de Guaviare, y el pueblo Wayuu de La Guajira, y pide focalizar la atención integral de manera diferencial y territorial para estas poblaciones que históricamente han sido vulneradas».

La situación es clara: si se nace indígena en Colombia se tiene mucho más riesgo de morir de hambre o por desnutrición antes de cumplir los cinco años. Las acciones de atención integral a la primera infancia, así como la garantía de los derechos a la salud y a la vida le están siendo negados a los pueblos originarios y a las personas racializadas en general, por el poco o nulo valor que nos es asignado en una sociedad que sigue operando con categorías raciales.

Lo que debe hacerse al respecto lo explicó claramente la entidad. A los demás nos queda exigir que se tomen las medidas, entender la profundidad del racismo sistémico y la urgencia de las acciones afirmativas. Parar ya la arraigada costumbre de trivializar las luchas de los pueblos racializados, porque es una verdad absoluta y demostrada que en este país el racismo cuesta vidas.

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