Alejandro Villanueva
1 Septiembre 2022

Alejandro Villanueva

Homicidio amigo

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El Ejército Nacional tiene miles de víctimas, pero una silenciosa, de la que poco se sabe y mucho menos se habla, es el joven integrante de la misma institución asesinado por sus superiores, quienes lo hicieron pasar como accidente.  Este es el caso del subteniente del Batallón de Ingenieros de Construcciones No.52, Dayron Steven Giraldo, quien fue víctima del mayor Jason Leonardo Niño Velandia, comandante de la UNERE BITER 23.

Los hechos que narra el mayor son simples y con la intención de evitar toda responsabilidad penal. Según él, el subteniente Giraldo, a pesar de estar prohibido le pidió un arma prestada, y al devolvérsela, accidentalmente se disparó. Antes de morir, alcanzó a decir: “Fui yo, mi mayor”. 

Sin embargo, estos hechos están alejados de la realidad y presentan inconsistencias. El mayor Niño, junto al teniente coronel Iván Andrés Moreno Moreno y los servidores de la policía judicial, Alfonso Ricardo Riascos Gómez y John Jairo López Ortega, que firmaron el acta de inspección técnica del cadáver, hicieron un pacto de silencio y encubrieron el asesinato para pasarlo como accidente.  

Al momento de los hechos no se realizó el llamado a las autoridades pertinentes y mucho menos se trató como una escena del crimen, al parecer la palabra del mayor Niño vale oro y la vida del subteniente no valió nada. Antes de llevarlo a la clínica se removió el uniforme, para luego ser entregado lavado, el arma nunca obtuvo cadena de custodia y se desconoce su paradero, como si fuera poco, al mayor Niño no se le realizaron pruebas de pólvora. 

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En los hechos descritos en el acta de análisis de cadáver y en el informe forense no se habla de la presencia de un testigo, pero misteriosamente ese testigo, el sargento viceprimero José Ortega Quiroz, aparece en el informativo administrativo del Ejército. 

El subteniente llegó al Hospital Universitario Departamental de Nariño ya intervenido por el enfermero del BITER 23, alterado de conciencia y completamente desnudo, ahí se llamó a la Policía, lejos de la escena del crimen, material probatorio y el subteniente moribundo. 

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A diferencia de lo dicho por el mayor Niño, la muerte de Giraldo se debe a dos disparos ubicados en el antebrazo y el tórax sin ahumamiento ni tatuaje de pólvora. 

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¿Cómo uno se dispara dos veces por accidente con un arma de carga única? ¿No es mucha coincidencia que sus supuestas últimas palabras exoneran precisamente al mayor Niño de responsabilidad? ¿De dónde salió el testigo que al principio no existía? 

Al preguntarle al funcionario John Jairo López Ortega sobre las irregularidades, negó conocer el caso y afirmó explícitamente que no hizo ningún levantamiento del cuerpo. 

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Cuando se le mostró el dictamen que él mismo firmó, se limitó a decir que efectivamente era su firma y que le iba informar a sus superiores para averiguar de dónde había sacado yo esta información. 

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En su dictamen pericial, el médico forense, Antonio Zarama Cabrera, afirma que la muerte de Dayron fue violenta, y desde el punto de vista médico legal se presume como homicidio.  

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El teniente coronel Iván Andrés Moreno Moreno se ha dedicado a encubrir al mayor Niño, quien continúa en el cargo y no fue puesto a disposición de la justicia.  Moreno a pesar de las inconsistencias firmó la muerte como algo ocurrido “Simplemente en actividad”.

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Lo curioso de esta muerte es que fuentes aseguran que el subteniente poseía información que dejaba muy mal parados a sus superiores, pero eso es para otra columna. Faltan muchas explicaciones y acá en Colombia no pasa nada cuando matan un soldado raso, el lugar más peligroso para los jóvenes humildes se llama Ejército Nacional, donde sus vidas valen menos que las balas que los matan.

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