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El presidente de la república hizo exactamente lo mismo que sus antecesores; Uribe se vanagloriaba de haber extraditado más de mil colombianos; Santos, un poco menos; y Duque, acercándose. Me acuerdo que esta estrategia de lavarse las manos comenzó hace casi 40 años —al menos hasta donde yo recuerdo — con lo de Hernán Botero, quien fuera presidente del Atlético Nacional, famoso—además de sus delitos— por haber esgrimido unos billetes en un partido de su adorado equipo en el Atanasio Girardot, como señalándole al árbitro que estaba comprado para pitar en contra del verde.

Y luego, la de Carlos Lehder, en el 87, vendido por sus amigos narcotraficantes para calmar la furia gubernamental que no cesaba desde el crimen del ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla.

Y de allá hasta nuestros días, eso no ha parado.

Así que si el presidente Duque firma la extradición de alias Otoniel, el jefe del Clan del Golfo, pues nada tiene de raro; Otoniel es uno más del montón, porque en unas semanas conoceremos al nuevo Otoniel, porque cada vez que cae un capo hay dos o tres más por ahí, como los gremlins, ¿se acuerdan?, los monstricos esos a los que, si les caía agua, de inmediato se multiplicaban.

El mañanero y exitista tuit del presidente de la república reza así: “Acabo de firmar la extradición de alias ‘Otoniel’, el peor narcotraficante y criminal de la historia reciente de Colombia. Las instituciones del país muestran su fortaleza y contundencia”.

Y a mí me parece que muestran es exactamente lo contrario.

Con esto de las extradiciones, las instituciones del país lo que muestran —de nuevo— es su absoluta debilidad, su poca independencia, su cero respeto por las víctimas.

¿Instituciones contundentes por extraditar a un capo? ¡Por Dios! Contundentes si lo metieran a una celda y allí lo mantuvieran, sin que se escape a los pocos días, sin ninguna clase de lujos, sin que los guardias sean sus sirvientes.

Instituciones contundentes, si la Fiscalía lo llevara a juicio sin dilaciones y con pruebas, y un juez de la república lo condenara y la sentencia se cumpliera, toda, sin un día menos.

Instituciones contundentes si los legisladores eliminaran de los códigos tanta rebaja y tanto beneficio y tanta casa por cárcel y obligara a estos traficantes a cumplir su condena uniformados, tras las rejas, realmente encerrados, a ver si llega el día en que los delincuentes de este país prefieran una tumba en Estados Unidos a una cárcel en Colombia porque, hay que decirlo, ya no existe el legendario miedo de los narcos a las prisiones en USA, eso ya no se usa.

Instituciones contundentes, si el presidente dejara de sacar pecho con la firma de una extradición que solo refleja nuestra incapacidad como Estado, evidente reflejo de la sumisa dependencia de Estados Unidos, pero —sobre todo— la triste muestra de nuestra incapacidad como nación, una donde ni siquiera podemos juzgar a los nuestros. Y no digo que no los extraditen, ojalá se quedaran por allá, pero ya sabemos que van a pagar con dinero contante y sonante la cuantiosa disminución de las condenas, y pronto —muy pronto— estarán libres de vuelta por acá. Y ricos, muy ricos.

Y eso de 'el peor criminal en la historia reciente', ¿desde qué fecha contamos la historia reciente?, ¿qué es reciente?, ¿este cuatrienio?, ¿esta década?, ¿este siglo?, ¿Pablo Escobar ya es historia patria? Los crímenes de Carlos Castaño, ¿son de muy vieja data? Y los de los jefes de las Farc, ¿qué? ¿No son recientes sus fechorías, sus violaciones, sus abusos? Y los de sus líderes, aunque gocen de los beneficios del Acuerdo de Paz, ¿no fueron peores que los de Otoniel? Por lo menos, de la misma naturaleza, sí.

Qué joven nuestro presidente o qué corta su mirada, empañada tal vez en el espejo retrovisor que de tanto utilizar terminó por torcerle el cuello, impidiéndole ver hacia adelante, ¡qué craso error!

Por eso, en esas fotos del tuit que él puso para mostrarse grande, en realidad se ve tan chiquito, tan miren que estoy haciendo la tareita, tan… tan… no sé cómo decirlo, no un Iván pequeño, sí un Iván minimizado, como actor de reparto de alguna serie de televisión barata, o cara, qué importa el precio, en todo caso, de reparto, y no debería ser así porque él es el presidente, mi presidente, no voté por él pero es el presidente de mi país, entonces es mi presidente, aunque solo haya gobernado para quienes lo eligieron, bueno, para complacer a quienes lo eligieron. Y ni eso logró porque en muchas esquinas se oyen cada vez más a muchos de sus otrora seguidores vituperándolo sin contemplación alguna. 

Una lástima estos cuatro años desaprovechados, no solo por cuenta de la pandemia, también por lo que el joven Iván pudo haber hecho y no hizo, concentrado en dejar una huella tan indeleble como las pisadas en la arena, una impronta —como le dicen sus publicistas— podría ser en forma de placa, como esas que ponen a la salida de las grandes obras, o a la entrada de los largos túneles, un aviso con enormes letras que diga que él lo hizo y solo lo hizo él, para que le reconozcan todo lo que alcanzó sin haber hecho mucho, para que que se cuente de generación en generación cada uno de los infinitos logros sin que haya habido tantos. Que todos hablen del tremendo cuatrienio que termina pasando sin pena ni gloria, que en la memoria colectiva permanezca el nombre de Iván el Grande mientras todos piensan en Iván Tan Terrible —no parodiando al violento homónimo ruso— por los pobrísimos resultados que se muestran, como el de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares) que analizando la violencia y la seguridad en el país desde que se firmó ese Acuerdo de Paz del cual este presidente tanto denostó, tristemente concluye que el Clan del Golfo hace presencia en 241 municipios del país, el ELN en 183, las disidencias en 119 y otros ex-Farc en 61, total, casi el 40 por ciento de nuestro territorio en manos de bandidos, de delincuentes, de narcotraficantes, de asesinos que imponen su ley del hampa a sangre y fuego, y nadie los detiene. ¡Mamertos los de esa fundación!

Así que salir triunfante y sonriente —como una versión recargada de Usted no sabe quién soy yo— mostrando que logramos extraditar a un capo de las drogas, como se ha venido haciendo a diario desde hace más de 30 años, pues es un poco menos que risible, mínimo, poquito.

Pónganse bravos si quieren pero, después de cuatro años, este no es un mejor país. No después de Iván, no después de Ivancito.

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