Gabriel Silva Luján
29 Mayo 2022

Gabriel Silva Luján

La hora del “Centro”

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Sin duda el resultado de la primera vuelta presidencial no deja de sorprender, sobre todo a aquellos que daban por sentado que las cosas se definirían esta vez como siempre se han decidido. De una manera sorpresiva y vertiginosa, Rodolfo Hernández superó con creces al candidato de los políticos, del establecimiento, del uribismo y de Iván Duque. Todas esas fuerzas -con todos los recursos a la mano en cuanto a dinero, medios, contratos, burocracia, ausencia de garantías, partidos y expresidentes- no lograron que su candidato Federico Gutiérrez pasara a segunda vuelta para ser el contrincante de Petro.

Caras largas, desconcierto y angustia en las toldas que representan el continuismo.  Dicen que por los lados del Ubérrimo hasta los perros están escondidos debajo de las mesas. También en los salones sociales están estupefactos quienes consideraban que poner presidente era un derecho adquirido. Sin embargo, ayer mismo empezaron a sacudirse la desazón. No se habían cerrado las urnas cuando los más desvergonzados corrían a abrazar al nuevo redentor, al nuevo mesías. Arrancando por el propio Fico.

Ahora viene la gran encrucijada. Gutiérrez y los que lo acompañan no quedaron dueños de nada. Los votos del exalcalde de Medellín no son de nadie. Ese electorado terminará en estampida donde Hernández que es quien les da la oportunidad de derrotar a Petro. Eso significa que los intermediarios no tienen nada que intermediar. Se quedaron sin oficio los políticos, los expresidentes y los partidos.  No tienen posibilidad distinta que guardar silencio y cruzar los dedos para que Hernández, si es elegido, los vaya a necesitar.

Hernández tampoco tendría una razón que le justifique tomar la iniciativa para hacerse visible con la “vieja guardia”. No necesita del endoso de Uribe para que lleguen los uribistas, ni el de Pastrana para que lleguen los conservadores, o el del expresidente Gaviria para que le voten aquellos liberales que no gustan de Petro. Ya se los echó al buche. De allí que muchos hagan cuentas alegres, sumando los votos del derrotado con los del ingeniero, para desde ya declarar a Hernández elegido.

No tan rápido, señoras y señores. Una cosa es votar por un candidato en primera vuelta y otra muy distinta elegir al presidente de la república. El populismo de Hernández, su dejo autoritario, su ausencia de programas, su indefinición de las acciones a realizar, y la carencia de un equipo con experiencia, pueden convertirse en su flanco débil. Igualmente, por los lados del Pacto Histórico su radicalismo de izquierda, su arrogancia, su intemperancia con los que disienten, su desdén por la Constitución y sus coqueteos con el “perdón social”, se constituyen en un pasivo difícil de remontar.

En ese contexto el maltratado centro, la tan vilipendiada “Coalición de la Esperanza” y los partidos que la conforman, pueden jugar un papel decisorio en la elección definitiva. El centro político representa una garantía de que el cambio que tanto reclaman los ciudadanos se implemente sin que el país se precipite por el despeñadero de los populismos o los extremismos. Por su defensa de las instituciones democráticas, por su compromiso con un cambio factible, por su estilo de hacer política, por su equipo humano y profesional, y por su experiencia de Estado, este sector político está llamado a jugar un papel significativo en la elección y en el gobierno de cualquiera que sea el candidato que llegue a la Casa de Nariño.

Hoy suena traído de los cabellos -en medio de la euforia, las cuentas alegres y los brindis de la victoria- pero para ganar se hace ineludible y necesario el centro político. Cuando llegue la hora de la verdad, cuando ya los candidatos a segunda vuelta tengan que decirle al país qué van a hacer, cómo van a conducir al país y con quién van a gobernar, no tendrán más remedio que acudir a quienes aparentemente fueron los perdedores.

Dictum. Mal que bien, a pesar de lo que se dice de la democracia colombiana, esta funcionó mejor de lo esperado. La voz del pueblo fue oída. No le alcanzaron las maniobras al gobierno para acallarla.

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