Daniel Schwartz
9 Agosto 2022

Daniel Schwartz

La ignorancia es atrevida

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

El primer mandato de Gustavo Petro fue para las Fuerzas Militares. Una vez investido con la banda presidencial, antes de dar su primer discurso como mandatario, pidió traer la espada de Bolívar que, por capricho del presidente saliente y en contravía al capricho (algo más justificado) del presidente entrante, había quedado guardada. Con la mismísima espada de Bolívar, Petro dio la estocada final al expresidente. Tal como hacía El Zorro con sus contrincantes, marcándolos en la piel o bajándoles los pantalones con el filo de su espada, Petro usó la espada de Bolívar para dejar en ridículo a Iván Duque.

Se han dado muchas opiniones respecto a lo que significa que Petro haya expuesto la espada del Libertador frente a la ciudadanía. Un acto grandilocuente, sí, pero que no habría sido tan comentado sin la actitud infantil de Iván Duque: su ego pomposo y desabrido, su costumbre de sabotear a sus contradictores y su negación del desastre de su presidencia le impidieron darse cuenta de que, recién comenzada la posesión, Gustavo Petro ya tendría la autoridad para ordenar que trajeran la espada a la Plaza de Bolívar. Ese torpe saboteo lo deja en un lugar gris y deslucido en la historia de Colombia: calificarlo de déspota sería subirlo de categoría.

El desprecio de Duque a cualquiera que lo critique, a la prensa y a la opinión pública, es la expresión de un ego frágil, de cristal; es el delirio de quien se sabe ignorante, pero hace gala de su ignorancia para protegerse. Iván Duque es el hombrecillo que envidia en silencio, un hombrecillo frágil que quiere ser admirado y venerado pero que no parece tener tan alto concepto de sus propios méritos. Su soberbia con el rival que lo saluda, con el periodista que le pregunta o con quien lo critica, da a entender que ignora los principios básicos del respeto y que no sabe de modales. Así lo vimos hace un par de semanas, pedante y grosero, abandonando el hemiciclo justo después de dar su discurso durante la instalación del nuevo Congreso.

Esa misma arrogancia afloró en el discurso de la nueva oposición, que se dirigió solamente a su base votante. Fue un discurso vacío, amañado, sin conexión con la ciudadanía y sin la virtud de mover emociones, ni siquiera la del odio que hasta ahora funcionaba tan bien. El contenido del vídeo previo a la alocución parece escrito por un practicante; no hubo allí ningún símbolo, ignorando la creciente importancia de estos en el mensaje político. Quien sí conoce los símbolos, Álvaro Uribe, ha limitado sus apariciones y se le ve cansado, quizá por la triste aceptación de que no encontró quién pudiera llenar sus zapatos.

Es evidente en esa réplica de la oposición que no se ha hecho el ejercicio de comprender las causas de la derrota y por eso se perciben ahí tantas señales de negación. Pienso que el poder que se ejerce por mucho tiempo vuelve irreflexivo a quien lo ostenta. Basta con ejercerlo con unas cuantas fórmulas probadas, no reflexionar mucho y asumirlo sin preguntas, aun cuando el poderoso no tenga mayores méritos. El que no tiene el poder, en cambio, se ve obligado a mirar al horizonte e imaginar el futuro, pero también corre el riesgo de caer en la irreflexión si permanece mucho tiempo en el poder.

Y esa irreflexión es, precisamente, la peor de las ignorancias, la de quien se niega a aprender. Es la ignorancia de Duque, a quien cuatro años de aprendizaje no le sirvieron para tener la educación de mirar a los ojos a su sucesor. También es la ignorancia de María Juliana Ruiz, su esposa, quien no saludó de mano a la familia del presidente, la nueva dueña de la casa. Hoy día está mal visto llamar alumno a un estudiante, pues ese apelativo sugiere que se trata de un ser sin luz, un recipiente vacío que se llenará con nuevos conocimientos. La palabra, en este caso, funciona muy bien para referirse a Iván Duque.

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas