Helena Urán Bidegain
17 Noviembre 2022

Helena Urán Bidegain

La memoria como fuerza identitaria

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La importancia de la construcción de memoria para definir el futuro es un asunto que otros países entendieron bien. En Israel, por ejemplo, ha sido la memoria la que ha determinado la identidad colectiva o nacional.

Pienso en este país no solo porque lo he visitado recientemente sino porque es un país tremendamente complejo de entender con el que Colombia tiene algunos paralelos, aunque cada uno con sus respectivas singularidades: procesos de paz frustrados, crímenes por violencia política (por ejemplo Yitzhak Rabin, líder de izquierda), un ejército extremadamente poderoso, una muy fuerte desigualdad, un pasado de mucho sufrimiento y trauma, entre otros aspectos que por supuesto requieren de más profundidad para poderlos entender; pero lo que es claro es que ha sido el fuerte trabajo de memoria lo que más ha contribuido a la  consolidación de un Estado soberano. Con todas las consecuencias que esto tenga para unos y para otros.

Dicen que fue la ausencia de hogar lo que permitió que sucediera la Shoah. 
Entre 1945 y 1958 llegaron más y más personas al territorio, en su mayoría hombres judíos. Uno de cada tres era sobreviviente del holocausto y conformar un Estado se convirtió en un asunto existencial.  Los primeros años fueron dedicados a construir lo que buscaban que fuera su casa tal y como lo merecen como pueblo. En 1948 se proclama el Estado de Israel y se desata el conflicto entre dos pueblos que aún no termina.

La comunidad judía en lo que hoy es Israel había sobrevivido al holocausto y superado la guerra de 1948; pero fue recién el juicio en una corte de Israel, contra Adolf Eichman en 1961, lo que definió la importancia de sus testimonios, para los que anteriormente no hubo muchos oídos dispuestos a escuchar.

Era absolutamente reivindicativo —y la primera vez en la historia— que uno de los mayores perpetradores del holocausto (la solución final de la cuestión judía) tuviera que responder ante jueces judíos, y que el proceso fuera conducido por ellos en hebreo. Se presentaron 110 testimonios en diferentes idiomas y fue recién allí que sus relatos  dejaron de estar fragmentados para ir armando el rompecabezas y  comprender en contexto lo que habían padecido como pueblo. 

“Solo un Estado soberano les permitiría juzgar a los que les habían hecho tanto daño. Solo Israel como Estado les daría justicia” . . . “Los sobrevivientes entendieron que eran parte de la Shoa y que tenían un rol en la historia de Israel” decía la historiadora del holocausto Hanna Yablonka.

Hoy, 2022, es muy desolador ver que el conflicto Palestina-Israel parece haberse institucionalizado y no se vislumbra solución alguna ni a corto ni a largo plazo. Menos aún, tras el triunfo de la extrema derecha en las recientes elecciones legislativas y el doloroso silencio universal ante las condiciones inhumanas en las que viven hoy allí, millones de refugiados; los palestinos olvidados por el resto del mundo.

El conflicto Israel-Palestina es hoy muy asimétrico y tiene muchas capas para entender, pero lo claro es que la memoria del pueblo judío fue y ha sido fundamental para la conformación de un Estado soberano; y la transmisión de los testimonios de los sobrevivientes a las nuevas generaciones es lo que ha mantenido al pueblo judío unido y fuerte.

Lo lamentable es el hecho de que a pesar de vivir dos pueblos en un mismo territorio, ha primado una memoria sobre la de otras, el acuerdo de Oslo, el más realista de todos los intentos de paz se vio frustrado, los israelís siguen sintiéndose amenazados por los países vecinos y los palestinos siguen sintiendo que son humillados día a día, que no pueden expresar su identidad, que viven en el territorio como residentes, pero no son ciudadanos y la inmensa mayoría no tiene derecho a votar a pesar de cumplir con los mismos deberes que el resto. Y no tienen derecho ni siquiera a hablar / conmemorar la Nabka (término árabe que significa "catástrofe" o "desastre", utilizado para designar al éxodo palestino) sin terminar en la cárcel .

Evidentemente no podemos hablar de igualdad en Israel y por tanto la memoria del pueblo más débil y sometido tiene menos oportunidad de ser escuchada y aceptada. No hay posibilidad de humanizar al otro que conlleve a mayor diálogo y el conflicto entre estas dos comunidades se prolonga y profundiza.

La situación de Colombia es muy distinta a pesar de los paralelos. El conflicto que se quiere superar tiene orígenes muy diferentes aunque la disputa por la tierra también sea central, pero en el país hoy hay mucha más esperanza de finalmente lograr superar una guerra de décadas.

Sin embargo, no hay que perder de vista el gran valor de los testimonios para formar una identidad colectiva fuerte y digna. En Colombia se debe construir una cultura de la memoria en la que no cometamos el error de que primen solo unos relatos sobre otros. Recordar de manera democrática será lo que nos permitirá no caer en nuevos conflictos para que podamos poner en pie al país que lleva años con una identidad fracturada, débil y vergonzante.

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