Valeria Santos
4 Mayo 2022

Valeria Santos

La paja en el ojo ajeno

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“Gustavo Petro nos está anunciando que se quiere quedar en el poder”, han advertido todos los defensores del establecimiento y del statu quo colombiano. Los mismos que vienen defendiendo todas las maneras ilegítimas e inconstitucionales que ha usado este Gobierno, y sus jefes políticos, para que el país siga siendo gobernado por los mismos. Definitivamente, siempre es más fácil ver la paja en el ojo ajeno.

Siguiendo la vieja estrategia política de culpar y señalar a los otros de lo que somos y ver en los demás nuestra propia ignominia, la clase política tradicional no vaciló en tergiversar unas declaraciones del candidato Gustavo Petro para seguir difundiendo miedo y ganar las elecciones a punta de sembrar terror. 

El candidato a la Presidencia por el Pacto Histórico afirmó en un evento que, "algunos me dicen, eso no puede hacerse solo en cuatro años, ¿quiere usted reelegirse? Les acepto que no se puede hacer mucho de estos objetivos solo en cuatro años, pero comenzaremos poniendo los pilares fundamentales de la transición económica, social, energética, de la construcción de una democracia multicolor”.

Lo primero que hay que establecer es que la ley colombiana es clara en no permitir la reelección presidencial. Esta prohibición solo podría ser reformada o derogada mediante referendo o asamblea constituyente. Lo segundo es que el candidato Petro en ningún momento afirmó que se pretendía reelegir, únicamente evidenció que muchos de los cambios que propone no se podrían lograr en cuatro años. 

Tan claro es este argumento que ocho años de presidencia de Álvaro Uribe y cuatro del presidente Iván Duque tampoco les han alcanzado para materializar su eterno plan de gobierno. De hecho, el arquitecto de la llamada política de Seguridad Democrática pretende reelegirse una vez más, esta vez en cabeza del candidato Federico Gutiérrez, justo porque 12 años no han sido suficientes para alcanzar sus objetivos. 

Pero lo que resulta más incoherente es que la derecha colombiana, que se ha caracterizado por ser la defensora de “el fin justifica los medios”, esté anticipando una modificación arbitraria del periodo presidencial si Petro llega a la Casa de Nariño. Los mismos que todavía llaman a Uribe el presidente eterno y que justificaron que los funcionarios de su gobierno compraran a congresistas para aprobar la reelección, son ahora los que se rasgan las vestiduras por el desatinado comentario de Petro. A los que hoy se indignan con las declaraciones de Gustavo Petro hay que recordarles las notarías entregadas, y los nombres de Teodolindo Avendaño y Yidis Medina. 

La memoria es selectiva y la indignación arbitraria, pero el espejo es real. Lo que temen y critican es la identificación de la imagen propia en el otro. Para resistir la entrega del poder y asegurar el control no se necesita la reelección. Tristemente, solo es necesaria la materialización de la voluntad de acabar con el diseño institucional y eso es lo que ha hecho el gobierno de Iván Duque. 

Por medio de la modificación de la Ley de Garantías, el Gobierno ha logrado, meses antes de las elecciones, ejecutar millonarias sumas de dinero a través de convenios interadministrativos. La modificación se hizo de manera ilegal, pues modifica una ley estatutaria por medio de una ley ordinaria. Pero más allá de la forma, el fondo de esta modificación socava el sistema democrático, pues facilita la corrupción en época electoral, como bien lo anunció el presidente Duque cuando era senador, “quieren acabar la Ley de Garantías para que la mermelada se irrigue de cara a las elecciones regionales. Sería la reforma antigarantías”.

El gobierno de Duque también ha violado atrevidamente la prohibición constitucional de participar en política. Todos los días, el presidente Duque está en campaña contra Petro. Usa el poder de su investidura, y la de sus ministros, para instaurar cuidadosamente una narrativa apocalíptica sobre una posible presidencia del líder del Pacto Histórico. 

También ha participado en política por medio de sus candidatos al Congreso. La candidata a la Cámara por Santander del Centro Democrático, Johanna González, esposa del excongresista Edwin Gilberto Ballesteros, envió mensajes a través de Whatsapp a los beneficiarios del subsidio Ingreso Solidario invitándolos a votar por ella. El uso político y electoral de los subsidios entregados a los más pobres del país pudo ser meticulosamente planeado desde el momento en que el Gobierno decidió ampliar la cobertura de Ingreso Solidario en pleno periodo electoral. 

Pero este Gobierno no solo ha utilizado los recursos de todos los colombianos con fines electorales, también ha tolerado y hasta auspiciado que  los militares hagan proselitismo político. Como hace muchos años no se veía en Colombia, el comandante del Ejército, Eduardo Zapateiro, atacó por Twitter al candidato Gustavo Petro. A pesar de que la Procuraduría le abrió investigación al general, el Gobierno salió a defenderlo minimizando el riesgo que supone para el país que los que tienen el monopolio de las armas y el mando de las tropas participen en política. 

La clase política que hoy posa preocupada porque Petro supuestamente se quiere quedar en el poder es aliada de todos los clanes políticos que están investigados y han sido acusados de recibir toda la mermelada del Gobierno y de comprar votos en sus regiones. A los que hoy dicen defender la democracia no les alcanzó la indignación para alzar la voz cuando el Gobierno impulsó un proyecto de ley para obstaculizar la entrega del poder al próximo gobierno escudándose en el manejo especial de información privilegiada. 

Las actuaciones ilegales e inconstitucionales de este Gobierno han sido un sacrilegio contra nuestra democracia. Y, mientras tanto, el Estado de derecho lleva años tratando de sobrevivir ante la mirada cómplice de los organismos de control. La amenaza no está afuera. Si quienes hoy hacen campaña desde el miedo se miran de verdad en el espejo dejarán de ver la paja en el ojo ajeno, y se encontrarán con el tremendo tamaño de la viga en el propio.

Más vale que este último mes de campaña podamos enfocar el debate electoral en las propuestas de los candidatos. A Gustavo Petro hay mucho que criticarle, pero el riesgo no es que se pueda quedar en el poder, nuestro marco institucional no se lo permitiría. El riesgo real es que los colombianos volvamos a votar, engañados otra vez, entre el miedo y la rabia. 

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