Gabriel Silva Luján
15 Mayo 2022

Gabriel Silva Luján

La pareja más cotizada

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No deja de sorprender que los temas de las relaciones internacionales sean tan irrelevantes para los candidatos presidenciales. Quizás es porque se impone, una vez más, el parroquialismo que reiteradamente han denunciado varios prominentes internacionalistas, en particular Sandra Borda en su libro ¿Por qué somos tan parroquiales? Ese mutismo es aún más inquietante si se tiene en cuenta que la situación mundial y regional atraviesa por uno de los momentos más desafiantes.

Colombia siempre ha estado sujeta a los oleajes que nos llegan de las tormentas globales. En la coyuntura actual, sin embargo, la dinámica internacional es un verdadero tsunami que puede dejar al país sumergido en el desastre. Evitar un escenario catastrófico depende de la habilidad que tenga el próximo gobierno para leer objetivamente el escenario mundial y las fuerzas que están en juego.

Con la caída del Muro de Berlín muchos concluyeron que había llegado el fin de la historia. En medio de la euforia se llegó al convencimiento de que la hegemonía estadounidense, el reverdecer de la democracia y el capitalismo se quedarían para siempre. Ese sentimiento de victoria inspiró cambios significativos en el tono y la sustancia de la política exterior de los Estados Unidos.

Ante un mundo aparentemente sin grandes desafíos geopolíticos, Washington se concentró en desmantelar lo que definió como su principal enemigo después del 9/11: el extremismo islámico. La derrota del comunismo parecía más que suficiente para garantizar globalmente los intereses estratégicos estadounidenses. Poco a poco volvió a imperar el aislacionismo que se tradujo en una creciente lejanía e indiferencia frente a lo que ocurría en la escena global y regional.

En ese contexto, la política exterior estadounidense retrocedió en su activismo y perfil internacionales. En el hemisferio esto se vio traducido en una mayor tolerancia a las “desviaciones autoritarias” en política interna, que se convirtieron en aberraciones como son hoy Nicaragua, Venezuela y El Salvador. Washington tampoco pareció preocuparse demasiado por ejercer una política de contención eficaz frente al acelerado avance de China, de Rusia, de Irán… en América Latina. Al minimizar la amenaza se abrió un margen de permisividad que fue aprovechado exitosamente por los adversarios de los Estados Unidos.

Washington despierta ahora del letargo poscolapso soviético y se encuentra con un mundo convulsionado en el que están en peligro su hegemonía y sus intereses estratégicos. La invasión rusa a Ucrania es quizás la confirmación más poderosa de una nueva amenaza existencial de alcance global. Ante esta situación, se ha iniciado a las carreras una especie de “regreso al pasado” en materia de política exterior, con la consecuente revalorización del papel estratégico que juegan Europa, Asia y las Américas.

La reapertura de relaciones diplomáticas con Cuba, la normalización camuflada de su interacción con Venezuela, la convocatoria por primera vez en años a una Cumbre de las Américas, son ejemplos de una política de “buen vecino”. La idea es recuperar por las buenas a América Latina, de manera que sea mucho más convergente con los intereses estratégicos estadounidenses y mucho más refractaria a los coqueteos de sus adversarios globales.

No es prudente que se desconozca la trascendencia que tienen para Washington los cambios ocurridos en la dimensión geopolítica o ignorar que América Latina vuelve a adquirir una importancia inusitada en el balance de poder global. Ser la pareja más cotizada sin duda trae riesgos que hay que administrar. Pero también grandes oportunidades si esa revalorización estratégica se aprovecha como un excepcional factor de poder para promover una redefinición de las relaciones bilaterales.

Dictum. ¿Por qué el afán del señor contralor de obtener unos espurios títulos express en derecho aprovechando el presupuesto de la entidad? Dicen que está convencido que por su gran gestión merece ser fiscal general. ¡Háganme el bendito favor!

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