Juan Camilo Restrepo
30 Junio 2022

Juan Camilo Restrepo

La rebajona fiscal y la tributaria en el asador

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El doctor Ricardo Bonilla, cercano asesor fiscal del presidente electo, ha comenzado a deslizar ante los medios una nutrida información sobre los rasgos que tendría la próxima reforma tributaria.

El doctor Bonilla es un profesional muy serio y preparado. Fue secretario de Hacienda del Distrito y ha participado en varias comisiones de expertos sobre asuntos fiscales. A mi entender, sería uno de los candidatos más opcionados para ocupar una alta responsabilidad a partir del 7 de agosto.

El gobierno del presidente Duque en los tiempos de su ministro Carrasquilla decidió informar a cuentagotas sobre el contenido que tendría la que se transformó luego en su malograda reforma fiscal. Esta es una metodología muy vidriosa para aclimatar las reformas tributarias ante la opinión pública, pues las reformas terminan aterrizando en el Congreso varios meses después de cuando empiezan los anuncios por dosis homeopáticas. Y apresuran debates que sería mucho mejor adelantarlos cuando el texto esté completamente redactado y debidamente cuantificado. 

Pero, en apariencia, el camino de los anuncios homeopáticos es el que también ha escogido la nueva administración Petro. 

Sin embargo, no todo es malo. El doctor Bonilla ha reconocido que una reforma tributaria como la que ofrecieron en campaña por 50 billones de pesos era absolutamente imposible. Es una marcha atrás prudente y realista. El autorizado vocero fiscal de la administración Petro anunció que sería mucho más reducida.

En efecto: una reforma tributaria que tuviera como objetivo recaudar más de 5 puntos del PIB, era imposible y fantasiosa. Por eso es mucho más realista la que se vislumbra luego de la “rebajona” anunciada ahora.

Una reforma tributaria que tuviera la pretensión de extraerle 50 billones de pesos al escuálido organismo de la economía colombiana, contrariaba además el postulado de lo que deben ser las buenas reformas tributarias que según el señor Colbert, ministro de Hacienda de Luis XIV, son aquellas que logran quitarle al ganso la mayor cantidad de plumas sin que emita un solo graznido. La reforma de los 50 billones de pesos iba a arrancar una sonora sinfonía de graznidos a los apaleados contribuyentes colombianos.

Con razón ha dicho también el doctor Bonilla que al programa económico “hay que ponerle números claros porque los de la campaña eran hipotéticos”. Debemos esperar entonces muchas contramarchas ante lo prometido y lo real en los próximos días. 

El presidente electo ha resuelto además poner toda la carne del “acuerdo nacional” en el asador de la reforma tributaria.

Le dijo en efecto a la revista Cambio (junio 25) lo siguiente: “La reforma tributaria debe presentarse este año. Luego el acuerdo debería darse en dos semanas alrededor de este tema. Si se va a forjar una coalición de mayoría, pero no se aprueba la reforma tributaria, aceptando las discusiones y los cambios, pues no hubo coalición de mayoría. No sirvió”.
Este planteamiento arroja luz sobre varias cosas que revisten un profundo significado en la coyuntura fiscal que vive el país:

La razón principal -no la única por supuesto- por la cual se está conformando con celeridad un “acuerdo político nacional” es para votar la reforma tributaria. Ese es el bautismo de fuego que el presidente electo entiende, debe tener el tan nombrado “acuerdo nacional”.

Ese acuerdo nacional debe plasmarse en un compromiso insoslayable por parte de quienes hagan parte. A saber: votar una reforma tributaria. Dicho acuerdo nacional tributario debería estar listo, según el apretado cronograma que ha señalado Gustavo Petro, en un plazo de dos semanas, a partir del pasado 26 de junio a más tardar. 

Se entiende que el proyecto de reforma tributaria se presentaría como primera prioridad en la legislatura que se inicia el 20 julio, y que llegaría respaldado por un componente tributario en el que se habrán comprometido los grupos políticos que están ingresando por estos días al gran acuerdo nacional. Pudiendo hacerle en el trámite parlamentario, como es natural, los cambios a que haya lugar. Pero el compromiso esencial es votar una reforma tributaria con los rasgos generales propuestos por el presidente electo. Si esto se logra, se considerarán cumplidos los requisitos para dar por exitoso el primer componente del acuerdo nacional. Si así no suceden las cosas, el gobierno Petro considerará que el acuerdo nacional ha resultado fallido.

De todo lo anterior queda flotando la siguiente pregunta: ¿qué tan realista resulta poner toda la carne del acuerdo nacional en el asador de una reforma tributaria que ni siquiera se ha redactado ni cuantificado a estas alturas?

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