En el año 2023 el gobierno Petro deberá presentar una nueva reforma tributaria para arreglar los desaciertos de la que fue aprobada este año.
Cuando leí las declaraciones del ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, diciendo que la reforma tributaria del gobierno Petro del año 2022 era la más concertada de la historia, no entendí cuál era el mensaje que quería enviar. Luego comprendí que es parte de una estrategia de comunicaciones del Ministerio de Hacienda, que comenzó alrededor del 20 de octubre pasado.
El estribillo viene acompañado de otro elemento. Según Ocampo, él y su equipo dedicaron más de 400 horas a “negociar con el sector privado y todos los sectores políticos, incluida la oposición”. Por su parte, el Ministerio de Hacienda habló, días antes, de 320 horas concertando y presentó una infografía mostrando cuántas habían dedicado a cada sector: 28 horas a medios de comunicación, 39 a agentes internacionales, 52 al propio gobierno, 83 al sector privado y 118 al Congreso y a la sociedad civil.
La insistencia en decir que es la reforma más concertada de la historia y a mostrar el número de horas que dedicaron a los diferentes sectores para escucharlos y trabajar con ellos, de cara a mejorar la reforma, seguramente busca demostrar la bondad de lo acordado. Yo tengo otra lectura, y es que su texto inicial no respondió a las expectativas de los empresarios ni a la realidad de las circunstancias económicas del país, sobre todo porque no incorporó algunas banderas de campaña que enarboló Gustavo Petro para hacerse elegir. Por tal razón tuvieron que dedicar muchas horas para cerrar la brecha entre las aspiraciones del gobierno y la capacidad real del contribuyente.
La primera ponencia presentada causó sorpresas. La tasa de impuesto corporativo, que los voceros de Petro dijeron en campaña política que iban a reducir, no la redujeron, la dejaron igual. Aumentaron el impuesto a la ganancia ocasional y el de los dividendos a unos niveles tan altos, que la tasa combinada socio-sociedad será una de las más altas del mundo, sino es que será la más alta.
El impuesto diferencial de renta para Pymes y que voceros de la campaña de Petro a la presidencia dijeron que iban a incorporar, lo dejaron a un lado, pues en el texto de la conciliación primó el del Senado que no lo aprobó, por encima del de la Cámara de Representantes que abría la oportunidad para tener un impuesto diferencial de renta para las empresas.
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“La primera ponencia presentada causó sorpresas. La tasa de impuesto corporativo, que los voceros de Petro dijeron en campaña política que iban a reducir, no la redujeron, la dejaron igual”.
Así mismo revivieron el impuesto al patrimonio, antitécnico por ser distorsionante de la actividad económica. En la campaña presidencial de Petro hablaron de impulsar la reindustrialización de la economía y no hay ninguna norma que otorgue beneficio alguno para quienes quieran invertir en potenciar su capacidad industrial.
Esta es una reforma crítica para el tejido empresarial del país. El recaudo actual más las utilidades de Ecopetrol, las más altas de su historia, suplen con creces el presupuesto nacional, razón por la cual la reforma tributaria no se necesitaba, salvo para financiar nuevos planes de gasto e inversión del gobierno. De hecho, en los próximos meses el Ejecutivo deberá proponer al Congreso una adición al presupuesto nacional para poder gastarse lo que van a recaudar con esta nueva reforma.
Las centenas de horas concertando significan, más bien, que el proyecto de ley estaba desconectado de las circunstancias del país y que tuvieron que modularlo y corregirlo, para lograr una mayor coherencia y conexión con la realidad nacional. Aun así, hay aspectos que a mi juicio van a tener que revisar en una nueva reforma en el año 2023. Son en los que el gobierno no dio el brazo a torcer o lo torcieron muy poco. Específicamente en los altos impuestos a los dividendos para personas naturales y en no haber reducido la tasa de renta a las empresas.
Con la nueva estructura de tributación socio-sociedad, hacer empresa no será atractivo en Colombia. Se van a comenzar a crear estructuras societarias para evitar el oneroso impuesto a los dividendos para las personas naturales y seguramente algunos negocios específicos volverán a hacerse a título personal, evitando hacer empresa para obviar el tener dos capas de impuesto: el corporativo y luego el personal.
Nadie sabe la razón de por qué incumplieron lo que dijeron en campaña frente a que iban a reducir la tasa de impuesto a las empresas. Ningún vocero del gobierno o de la campaña ha dado explicaciones. Y no creo que las vayan a dar.
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“… para el gobierno Petro el empresario es un simple pagador de impuestos, nada más y nada menos”.
Para defenderse de las críticas acerca de que la tasa de impuestos socio-sociedad es de las más altas del mundo, el Ministerio de Hacienda ha presentado sus propios cálculos para indicar que es más baja de lo que estiman y dicen los empresarios. Sin perjuicio de quien tenga razón, lo cierto es que hoy los empresarios están decretando dividendos por anticipado, así no tengan la caja para pagarlos, dejándolos como un pasivo de la empresa y pagando la retención en la fuente correspondiente, todo esto antes de que entre en vigencia la nueva reforma tributaria.
Así como están decretando dividendos por anticipado, los empresarios no están pensando en cómo crecer y aprovechar las nuevas oportunidades e incentivos que una reforma tributaria pueda ofrecer. Entendieron que no vale la pena hacerlo pues para el gobierno Petro el empresario es un simple pagador de impuestos, nada más y nada menos.
Las sugerencias de la economista y asesora del gobierno, Mariana Mazzucato, sobre que la riqueza hay que crearla para luego sí repartirla, no han calado todavía en el gobierno Petro y mucho menos en las bancadas del Congreso que le hacen eco al presidente.
Anticipo que 2023 será un año de frías relaciones entre empresarios y gobierno, que solo se dinamizarán cuando revisen los desaciertos de esta reforma tributaria que va a desacelerar la creación de empresas y de riqueza en el país.
Mantener la tasa impuesto de renta a las empresas en el 35 por ciento, teniendo en cuenta la nueva y mayor tasa de impuesto a los dividendos o participaciones recibidas por personas naturales, fue sin duda una gran equivocación. El ministro Ocampo en público ha afirmado que ese 35 por ciento es una de las tasas más altas del mundo y que tendrán que revisarla (*). No se entiende por qué no hicieron la revisión de una vez, en vez de esperar al próximo año.
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“Anticipo que 2023 será un año de frías relaciones entre empresarios y gobierno, que solo se dinamizarán cuando revisen los desaciertos de esta reforma tributaria...”.
Seguir insistiendo en que fue la reforma más concertada de la historia es un simple eslogan político y nada más. No demuestra la bondad de la reforma, en ninguno de los aspectos. Desde luego que mirada con detalle hay artículos que merecen todo el reconocimiento, pero los que son preocupantes son los que le restan competitividad al tejido empresarial colombiano y no ofrecen ningún incentivo para hacer empresa en el país. Esperemos que en 2023 corrijan el rumbo, antes de que sea demasiado tarde.
Como lo he dicho antes, no se trata de no pagar impuestos, el objetivo es pagar tasas razonables en virtud del efecto que ellas tienen en la competitividad empresarial y en el ánimo de hacer empresa. Y que cuando presenten una reforma tributaria el empresario esté pensando en cómo aprovecharla para crecer y generar riqueza para Colombia y no en ver cómo eludir sus efectos pues tiene más sentido dejar de crear y de hacer empresa que someterse a ser simples agentes fiscales y tributarios del gobierno.
(*) Entrevista a José Antonio Ocampo publicada el 5 de noviembre de 2022 en El Espectador. Ver última pregunta “¿Cuándo va a haber otra reforma tributaria?”. Este es el enlace a la entrevista.