Sebastián Nohra
24 Abril 2022

Sebastián Nohra

La siesta de las élites

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

La semana pasada Andrés Mejia, inteligente colega de Blu Radio, escribió un gran hilo sobre el establecimiento colombiano y lo agotado que está una buena parte de su relato. Fue ese tipo de textos que involuntariamente logran unir sensaciones e ideas dispersas que uno va masticando, abandona y vuelve a ellas a cada tanto. Quisiera acá complementar ese hilo y añadir que las élites deben renovar su relato y parte de sus voceros, y que Petro podría ser a largo plazo el fenómeno que las sacuda y obligue a revisarse.

En las tres grandes movilizaciones ciudadanas que tuvo que enfrentar Iván Duque es cierto que hubo excesos de algunos jóvenes, vandalismo, infiltrados de grupos armados y acciones que terminaron castigando más a los más postergados que a los ricos. Es cierto. Pero agarrarse a eso y a las teorías de las filtraciones rusas y venezolanas y no querer averiguar genuinamente qué hay en el fondo y cuál es el origen del malestar fue una postura soberbia, poco astuta y que se terminó pagando después. Durante el paro nacional del 2021 encuestaron a los jóvenes y salía que su mayor preocupación, por una brecha grande, era el empleo. 

El establecimiento podía elegir entre responsabilizar a Maduro y al Pato Donald o revisar las tasas de desempleo e informalidad entre los jóvenes, evaluar por qué salvo la del 2012 no ha habido en décadas una reforma en serio al sistema laboral y por qué los ministros de trabajo de este gobierno fueron Alicia Arango y Ángel Custodio Cabrera, dos personas con una formación muy pobre sobre el tema. La actitud fue un permanente estado de negación. Al fenómeno de las marchas le dedicaron más tiempo a negarlo que a estudiarlo. Presentar las mismas ideas y formas como si estuviéramos en el 2003 terminó siendo un suicidio electoral.

Para atajar a Petro han abusado del uso del miedo a una posible “venezolanización” del país si el candidato llega a la presidencia. Es verdad que hay ideas de Petro que están hermanadas con las del chavismo y que en su momento fue amigo y defensor de Chávez, pero ese recurso está agotado y hay muchas personas que ahora sí están dispuestas a abrazar lo incierto en vez de darle otra oportunidad a lo conocido. Usar como principal arma durante años su cercanía con Venezuela es una señal de un deterioro intelectual y político entre quienes mandan de verdad. Martillan ese tema sin descanso y renunciaron a la creatividad discursiva para buscarle otras debilidades. 

Entre otras cosas, porque los expresidentes siguen mandando mucho y controlan la parada en muchos partidos. Para las nuevas generaciones es muy difícil no verlos como un grupo de señores mayores adictos al poder y que dan lecciones sobre lo que toca hacer, pero cuando tuvieron poder y mayorías no se atrevieron. Pensionarlos por voluntad propia o gracias a disidencias en sus partidos sería muy renovador para las élites y para todos. Son un grupo de poderosos que resulta antipático y que hoy quedaron reducidos a movilizarse por causas pequeñas y propias. 

El gran poder económico y empresarial también debería pasar revisarse cada muela y cambiar muchas de sus formas de comunicar y relacionarse con el estado. Primero, es increíble lo tacaños que son para financiar y apalancar personas o movimientos de la sociedad civil que son afines a sus intereses. Hay apenas tres Think Tanks serios en el país prolibertad económica y política. Su alcance sigue siendo corto y le hablan a un grupo minúsculo. Los eventos de los grandes gremios siguen siendo elitistas donde congregan a los de siempre. No han querido organizarse para invertir como corresponde en divulgación y defensa de ideas. 

Mi intuición es que parte de ese comportamiento se explica por un perverso matrimonio que está muy consolidado entre un segmento del empresariado que es beneficiario de prebendas y privilegiado con el Estado. Esto es algo que tiene muy irritado a gran parte de la sociedad, incluso quienes defendemos el libre mercado como principal motor de progreso. Este empresariado "prebendario" entendió hace tiempo que su camino al éxito depende más de las buenas relaciones con los políticos que de servir a la gente con mejores bienes y servicios a un mejor precio. Los incentivos para innovar y para participar en escenarios dentro de la la sociedad civil mueren, y el lobby se erige como el gran plan de negocios. 

Cortar privilegios, diseñar un sistema que respete la igualdad ante la ley, abrir mercados y confiar en el trabajo noble que realiza la competencia y entender a la quiebra como un eslabón importante y necesario del proceso de muerte y nacimiento de empresas, son ideas que las élites económicas deberían abrazar pronto, porque hay otra alternativa que es esa de estatizar la vida y la economía que les está comiendo terreno todos los días.

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas