Daniel Schwartz
25 Octubre 2022

Daniel Schwartz

La Universidad de los Andes: menos diversa y más desigual

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La clausura del programa Ser Pilo Paga hizo que las principales universidades de élite del país perdieran mucho de lo que habían ganado, sobre todo en cuanto a la diversidad socioeconómica de sus estudiantes. ¿Cómo benefició este programa a las universidades privadas? El trabajo de María José Álvarez Rivadulla, profesora de sociología de la Universidad de los Andes, contribuye a responder esta pregunta.


Pese a las críticas, el programa de becas Ser Pilo Paga diversificó al estudiantado de las principales universidades de élite del país. Según concluye un estudio publicado en agosto por la revista Nature, y también en varios artículos académicos escritos por la profesora María José Álvarez Rivadulla, uno de los mecanismos para la movilidad social son las interacciones y relaciones entre los estudiantes provenientes de distintas realidades socioeconómicas. Ser Pilo Paga contribuyó a ese objetivo, pero hoy el programa no existe, y todo aquello que se ganó comienza a perderse.

Publicado a principios de agosto de este año en la revista Nature, este extenso estudio, basado en millones de conexiones y reacciones en redes sociales, demostró que existen varios caminos para superar la pobreza. El estudio analizó las amistades de Facebook de más de 72 millones de personas entre los 25 y los 44 años, evidenciando que, si un niño de escasos recursos se cría en un barrio en el que cerca del 70 por ciento de sus amistades viene de familias acomodadas, su posibilidad de salir de la pobreza durante su adultez aumenta de manera significativa. Por poner un ejemplo: si se cumple esta condición de amistad durante la infancia, el niño de escasos recursos verá un aumento de un 20 por ciento en sus ingresos cuando sea un adulto, en comparación con sus padres.

La desigualdad en Colombia y Ser Pilo Paga

Ser Pilo Paga fue el programa bandera en materia de educación del gobierno de Juan Manuel Santos. Desde su creación en el segundo semestre del 2014 hasta su final en 2018, financió los estudios universitarios de casi 40.000 jóvenes, seleccionados gracias a su alto puntaje en la prueba Saber 11 y su puntaje en el Sisbén. Además de cubrir el 100 por ciento de los costos de la matrícula, el programa subsidió el sostenimiento de los becarios, muchos de ellos jóvenes de provincia que llegaron a las principales ciudades del país.

Aunque recibió fuertes críticas por supuestamente desviar los recursos del Estado hacia las universidades privadas (esta es una crítica inexacta: aunque ese dinero pudo dedicarse a la educación pública, era un fondo de dinero extra), es innegable —y hay evidencia que lo demuestra— su contribución para superar prejuicios de clase y, en un futuro, superar brechas sociales por medio de la amistad entre estudiantes de altos y bajos recursos.

Según los resultados del primer año del programa, la posibilidad de que jóvenes de escasos recursos (con alto puntaje en la prueba Saber 11) pudieran acceder a educación superior de calidad aumentó 46,5 puntos porcentuales. Las mejores universidades privadas del país recibieron a la mayoría de los estudiantes becados: la Universidad del Norte recibió a 4155 estudiantes, la Universidad Javeriana a 3158 y la Universidad de los Andes a 2250. Según un estudio publicado en 2022 por la socióloga y profesora María José Álvarez Rivadulla, antes de la creación de Ser Pilo Paga menos del 5 por ciento de los estudiantes de la Universidad de los Andes eran personas de bajos recursos. A partir del inicio del programa en 2015, en el primer semestre de cada año, aproximadamente el 30 por ciento de los nuevos estudiantes fueron jóvenes de estratos 1 y 2, y esta participación se mantuvo durante toda la existencia del programa. 

Amistad para romper brechas sociales: la experiencia ‘Pilo Paga’ en la Universidad de los Andes

A partir de más de 100 entrevistas y una extensa recolección de otros datos, María José lideró un estudio sobre los impactos de Ser Pilo Paga en esta universidad. Los hallazgos demuestran que la convivencia entre distintas clases sociales en una misma institución académica facilita no solamente la interacción entre distintas clases sociales, sino que también permite forjar nuevas amistades que contribuyen a la disminución de las brechas sociales.

“Ser Pilo Paga es un experimento que pone a interactuar a clases sociales distintas en un salón universitario, en un contexto de gran fragmentación social como es Colombia. Cuando se cruzan, se espera cierto tipo de segregación. Eso ocurrió, pero luego vimos que comenzaron a relacionarse”, cuenta Álvarez Rivadulla. Y a pesar de que no siempre un joven becado se volvía íntimo de un joven de clase alta, sí compartían amistades, y está demostrado que esa relación indirecta es importante durante la vida laboral.

El programa benefició de muchas formas a muchas personas de distintos orígenes. Por un lado, a pesar de las barreras materiales que alejaban a los jóvenes becados de sus compañeros (la comida, el barrio, el transporte, la ropa, los horarios), ellos lograron recibir educación de calidad, hacer amigos y ser parte de la comunidad universitaria. Esto ocurrió, según la profesora, por tres razones: “Primero, porque ellos eran conscientes de que estaban ahí por merecimiento, es decir, sabían que no le debían nada a nadie, y eso empodera y permite que se acoplen más fácilmente. Segundo, porque reconocían en la amistad con el otro una forma de entrar de verdad a la universidad: para ellos, hacer amigos era parte de la pertenencia a la institución y de la movilidad social. La tercera razón fue el papel que jugaron los jóvenes de clase media, que hicieron el oficio de guías culturales y fueron el enlace entre los jóvenes becados y los jóvenes más ricos”.

Hoy, cuando los beneficiarios de Ser Pilo Paga se están graduado, el panorama que se vislumbra con respecto a la movilidad social es positivo: María José Álvarez y sus estudiantes están investigándolo, y aunque aún es muy pronto para sacar conclusiones, ya tienen evidencia de que ha habido movilidad social y de que muchos de estos jóvenes han podido encontrar trabajos similares a los de sus compañeros. “En este momento estamos viendo qué peso han tenido las amistades y relaciones más distantes en las estrategias de búsqueda laboral”. “Queremos ver si han ayudado de forma directa, dando información de trabajos, o de forma indirecta, aumentando las aspiraciones laborales y de movilidad en general”, dice María José. 

En cuanto a los jóvenes de clase alta, el programa también contribuyó a que cambiaran muchos prejuicios: “Siempre se habla de lo que los ‘pobres’ no tienen, pero poco se habla de lo que sí tienen: los ‘pilos’ tienen cosas que los otros no, suelen ser más recursivos —eso es útil en el mercado laboral—, no necesitan que les digan qué hacer para hacerlo, y suelen ser más entusiastas con el estudio. Los demás estudiantes aprendieron de ellos, los ‘pilos’ los motivaron a ser mejores”. Está por verse si ese cambio de actitud perdurará en los futuros empleadores o dirigentes del país. 

La Universidad, por su parte, comprendió que debía formar para la diversidad. Durante la vigencia del programa se crearon refuerzos en inglés, herramientas para la vida universitaria, clases de cálculo, etc. “Eso tuvo una externalidad positiva —dice Álvarez— porque no solo iban los jóvenes becados, sino todo tipo de estudiantes, porque con una educación media tan variada y en muchos casos deficitaria, lo necesitaban. Hoy, la participación y la oferta de esos programas se volvió a reducir”.

La Universidad perdió mucho de lo que había ganado. La diversidad contribuye de muchas maneras a la movilidad social y a la eliminación de prejuicios de clase, pero hoy es cada vez menor. Los últimos beneficiarios del programa están por graduarse y los verdaderos resultados de Ser Pilo Paga los veremos en unos años. Por ahora, la posibilidad de interacción entre distintas clases sociales se ha reducido en la Universidad de los Andes: en 2022, solo 585 estudiantes reciben algún tipo de apoyo financiero, muchos de los cuales son parciales y destinados también a jóvenes de clase media y alta.

Las mejor universidades del mundo, públicas o privadas, se han dado cuenta de que la diversidad del estudiantado es importante para una mejor educación. Es una pena que Colombia, una de las sociedades más desiguales y segmentadas del planeta, haya decidido cerrar el programa Ser Pilo Paga, o por lo menos, que no lo haya reemplazado con algo más. Seguiremos entonces segregando a los menos favorecidos desde la primera educación en la escuela pública, a la cual no asisten los hijos de las familias acomodadas. Ser Pilo Paga fue un experimento que no tuvo el tiempo necesario para mostrar sus bondades. 

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