Valeria Santos
2 Marzo 2022

Valeria Santos

Las consecuencias 

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Las causas reales que dieron origen a la Gran Guerra en 1914 continúan siendo una incógnita. ¿Un archiduque asesinado? ¿La alianza militar de la triple Entente? Más de 100 años después, las causas de la posible nueva guerra mundial también lo son. ¿Por qué Vladimir Putin decidió convertirse en un criminal de guerra e invadir a un país soberano como Ucrania? Las razones serán un enigma, pero las consecuencias las entenderemos pronto. 

La gravedad de estas consecuencias no solo dependerá del dictador ruso, también de la forma como Ucrania, Europa, Estados Unidos y China han respondido y responderán a esta nueva agresión del Kremlin. Es difícil preocuparse por lo que vaya a suceder mañana si se debe sobrevivir hoy. Eso es lo que hace la guerra, nubla el criterio. Las emociones pululan y carcomen la razón: todo se vale con tal de detener a Vladímir Putin. Las imágenes en redes sociales del presidente ucraniano Volodymyr ZelenskI han sido veneradas y glorificadas mundialmente. Nació un ídolo: su causa es la causa de todos. 

Y es cierto que su causa debería ser también nuestra. Están en juego la democracia, la soberanía, la identidad de un país, el sistema internacional de los derechos humanos, y la carta de las Naciones Unidas, entre otros. Pero en el intento de salvar la democracia hay que tener cuidado de no destruirla. Aunque no son claras las respuestas de hasta dónde debe llegar Occidente para frenar los caprichos imperialistas de Putin, sí son evidentes las preguntas. 

¿Se debe aplaudir que el Estado ucraniano le entregue armas a la población civil? ¿Deben Estados Unidos y Europa financiar la entrega de armas de guerra o rifles de largo alcance a personas que nunca han disparado en sus vidas? ¿Se está sembrando el terreno para que el conflicto en Ucrania se convierta en la nueva guerra siria? 

En Colombia entendemos muy bien las consecuencias de armar civiles para defender derechos y libertades. Las Cooperativas de Seguridad, Convivir, creadas en 1994, resultaron siendo el vehículo para la violación masiva de derechos humanos y además terminaron convirtiéndose en escuadrones paramilitares.

Sin embargo, armar civiles ha sido la forma como Estados Unidos ha respondido a los últimos conflictos. Financiaron y les dieron asistencia militar a los rebeldes sirios para después no hacer nada cuando aviones del gobierno de Bashar al-Ásad atacaron a su propia población con armas químicas y asesinaron a decenas de niños. Además, felicitaron a Rusia por acabar con el Estado Islámico y por devolverle el control del país al gobierno, así los rusos hayan aniquilado en el camino a la oposición siria que fue animada y armada por Estados Unidos. 

En Afganistán armaron a los talibanes para acabar con el riesgo del comunismo, y después invadieron Afganistán para acabar con los talibanes. Todo para terminar abandonando desarticuladamente al gobierno afgano impuesto por ellos. Las imágenes de los talibanes en las calles de Kabul con las armas y los tanques estadounidenses no dejan de ser una paradoja. 

La manera de defender la democracia también la está destruyendo. ¿Había que acabar con el dictador Sadam Huseín? ¿Había que poner un gobierno “democrático” en Irak? La consecuencia fue la creación de un “califato” llamado ISIS. 

Libia, Yemen. Han sido muchos los errores cometidos en el nombre de la democracia. Demasiada sangre. 

Pero culpar a Estados Unidos y a Occidente de lo que ocurre hoy en Ucrania es un lugar común. La OTAN, sin duda, se equivocó al romper con la supuesta promesa que le hizo Estados Unidos a Mijaíl Gorbachov de que no habría extensión de su jurisdicción más al este de una Alemania unificada. En los últimos 30 años se ha expandido más de 1.000 kilómetros y ahora abarca los estados bálticos, y siete de los ocho exintegrantes del Pacto de Varsovia son ahora miembros de la OTAN.

No obstante, esto nunca será una justificación para invadir un Estado soberano y bombardear civiles, incluyendo niños. La máquina de propaganda del Kremlin ha venido construyendo y amplificando cuidadosamente un relato bélico para validar la invasión. Pero por más de que el revisionismo ruso haya logrado que muchos hoy cuestionen a Occidente, Putin no logró dividir al pueblo ucraniano, y mucho menos romperlo. Hoy queda claro que, a diferencia de lo que venían vociferando los medios de comunicación rusos, los ucranianos no son nazis, tampoco quieren pertenecer a Rusia y están dispuestos a armarse y a morir por defender su país y su libertad. 

La valentía de la resistencia ucraniana será recordada por generaciones y esa será la derrota histórica de Putin como bien lo plantea el escritor Yuval Noah Harari en The Guardian. Pero será una de las consecuencias de mañana. La realidad es que hoy las ciudades ucranianas están rodeadas por kilómetros de tanques rusos. Convertir a civiles en combatientes y en posibles mártires apagará demasiadas vidas. Entregarles armas a personas sin preparación militar para que se enfrenten a uno de los ejércitos más poderosos del mundo puede ser una hecatombe. 

Las consecuencias las juzgará la historia. Desarmar a una población enfurecida será un problema para después. Por ahora, solo queda desearle larga vida al presidente Volodymyr Zelenski y a los valientes resistentes de Kiev, Járkov, Jersón, Dnipró, Mariupól y Odesa. 

Más vale que la guerra no nos enceguezca. Los rusos no son una población monolítica y homogénea. Hay una resistencia rusa que lucha por no ser silenciada por el Kremlin y que no está de acuerdo con esta invasión. Las sanciones a los oligarcas rusos, cómplices de Vladimir Putin, deben ser aplaudidas, pero las medidas que se están tomando en contra de ciudadanos rusos, a lo largo y ancho del planeta, que no tienen nada que ver con este conflicto, son injustas. La rusofobia alimentada por Occidente y un país armado con una legítima sed de venganza definirán el conflicto de mañana. Veremos las consecuencias.

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