Luis Alberto Arango
19 Marzo 2022 10:03 am

Luis Alberto Arango

Las matemáticas pensionales de Petro

La falta de claridad de Petro sobre su idea de democratizar las pensiones puede llevarnos al abismo de lo sucedido en Argentina.

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Petro es un político curtido, inteligente y es «un hombre de izquierda que hace rato dejó de ser mamerto», como bien lo describe una crónica que hace unos días escribió María Jimena Duzán en Cambio. 

 

Para Gustavo Petro es una obsesión gobernar a Colombia. No hay nada malo con eso. Y también tiene una obsesión por hacer cambios en los pilares económicos y sociales del país. No sé si sus objetivos sean bien o mal intencionados, lo que sucede es que muchas veces los argumentos para presentar sus propuestas están acompañados con cifras carentes de sustento, verdades a medias, mentiras y falacias.

Lo hace para apelar a los prejuicios, las emociones, los miedos y las esperanzas de los electores desinformados. Pero para un votante informado su forma de actuar podría hacer pensar que sus intenciones no son buenas y que en realidad tiene una segunda agenda en cada una de sus propuestas.

No creo que un gobernante busque cambiar los fundamentos de la organización económica de un país para hacerle daño, pero si sus propuestas no son filtradas por verdaderos expertos y analizadas a la luz de casos internacionales, podrían llegar a materializarse en verdaderos desastres que nos tomaría décadas corregir. 

Si Petro propone cambiar el sistema pensional para contrarrestar el déficit de 12 billones anuales que tiene Colpensiones, imitando lo que pasó en Argentina en 2008, estamos rumbo al abismo. 
En ese entonces el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner nacionalizó 14 años de ahorro por valor de 31.000 millones de dólares -casi un 10 por ciento del PIB argentino- de los fondos privados de pensiones y que pertenecían a 9 millones de afiliados, y los trasladó al sistema estatal de pensiones. 

En Argentina hicieron una expropiación o una confiscación. Petro lo llama una democratización, un eufemismo. Y sobre esto último no ha sido elocuente acerca de  si su eventual gobierno haría una «democratización» de los ahorros de las AFP (Administradoras de Fondo de Pensiones). Su falta de claridad causa preocupación.

En Argentina hicieron una expropiación o una confiscación. Petro lo llama una democratización, un eufemismo.

Hoy por hoy el ahorro privado se perdió en Argentina y ese país tiene una crisis pensional peor que la que tenía en 2008. Todo comenzó con ataques de Fernández de Kirchner contra el ahorro privado, acusando a los dueños de esos fondos de enriquecerse, señaló altos costos de administración y preparó el terreno con argumentos peregrinos para nacionalizar las pensiones de millones de argentinos. 

En 2007, un año antes de la expropiación, el gobierno argentino hizo una campaña para convencer a los argentinos para que pasaran sus ahorros pensionales del régimen privado (sistema de capitalización individual) al sistema de reparto (el fondo estatal). Solo entre el 5 y 10 por ciento de los afiliados al régimen privado se trasladó. El mensaje era diáfano. Los argentinos en fondos privados no querían pasarse al régimen público. Un año después sus ahorros fueron expropiados sin fórmula de indemnización.

El mensaje era diáfano. Los argentinos en fondos privados no querían pasarse al régimen público. Un año después sus ahorros fueron expropiados sin fórmula de indemnización.

Según la Federación Internacional de Administradoras de Pensiones, la reforma estructural argentina se hizo sin estudios actuariales, con escaso debate público, sin la participación de grupos técnicos y de interés y su trámite parlamentario se concretó en menos de dos meses. 

Las matemáticas de Cristina de Kirchner seguramente son las mismas que las de Petro. La entonces presidenta encontró dinero en un sistema que estaba funcionando y pensó que con ese dinero que sumaba, podría recuperar uno con déficit y que restaba. El resultado matemático podría ser cero, pero el multiplicador de sus acciones mató lo que sumaba y aportaba -el régimen privado- y dividió las posibilidades de supervivencia del futuro pensional argentino.

En reciente debate, Petro -para seguir construyendo argumentos- le dijo a Íngrid Betancourt -colombo francesa-, que lo que él estaba proponiendo era como funcionaba el régimen pensional en Francia, a lo que Íngrid le respondió que ese modelo era una catástrofe, que el gran déficit fiscal francés era por su hueco pensional: «Realmente no es un buen ejemplo», le espetó a Petro. 

Inspirado en Francia o en Argentina o por el Banco Mundial, como también mencionó en el debate, Petro está siguiendo el camino de señalar con cifras incorrectas y verdades a medias que los dueños de fondos de pensiones privados ganan mucho, que cobran excesivamente por su administración y que cómo es que los afiliados a fondos privados no van a ayudar a todos los demás, entregando sus ahorros a un sistema de reparto simple.

Cada argumento que dice puede ser rebatido, discutido y revisado, pero eso no tiene importancia para Petro y de hecho son debates estériles, por donde se vea. Lo que hay de fondo y en lo que sí tiene Petro y todos los candidatos presidenciales razón es que Colpensiones, por diseño normativo, es un régimen regresivo y en constante déficit.

Es decir que a mayor pensión pagada por Colpensiones mayor subsidio debe recibir de la nación. El déficit continuará. Y hay que resolverlo, total o al menos parcialmente. Expropiar los fondos privados no es la solución, el caso argentino demostró que ese es el camino equivocado.

Además del déficit de Colpensiones está el de otros regímenes pensionales (exceptuados y especiales) que no pueden salir de la esfera de la solución. El déficit pensional total en Colombia ronda los 50 billones de pesos anuales. 

La solución a la coyuntura pensional no la tiene Petro y no la tienen los demás candidatos presidenciales. La solución debe ser construida por todos, sin imposiciones ni cálculos políticos y ojalá libre de retórica demagógica. Más bien acompañada por especialistas y estudiando experiencias de otros países con el fin de que las decisiones se tomen como nación. Decisiones que, en vez de restar y dividir, multipliquen.

La solución debe ser construida por todos, sin imposiciones ni cálculos políticos y ojalá libre de retórica demagógica.

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