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Como nadie nunca me ha pedido que escriba un artículo para la edición especial de alguna publicación en el día de la madre, pues me voy a adelantar antes de que a alguien se le ocurra tamaño despropósito; y lo voy a escribir ya mismo. Siempre sale mejor así, sin que lo pidan.

Hace unos pocos meses que mi madre cumplió 80. Esa noche, rodeada de sus hijos, su prole y sus amigos, vestida del inclemente amarillo se sentó a escuchar lo que teníamos para decirle, que comenzó así:

“Queridos todos, les pedimos que ejerzan como testigos, privilegiados oyentes de estas palabras inspiradas en el amor, para que no se las lleve el viento, para que se queden en nuestras mentes, para que retumben en nuestros corazones, para que no se olvide que –esta noche– el amor se arrodilla ante el amor”.

Fueron mil palabras más rematadas con un largo y sonoro aplauso, y después hubo brindis, abrazos, emociones, lágrimas de felicidad, fotos de esas que nadie vuelve a ver, bufet de tres carnes, vino, meseros y algunas improvisadas palabras demás.

Salí a la terraza a fumar. Me quedé contemplándola tras la ventana, radiante, plena, divina, se le notaba la satisfacción del deber cumplido, cuando –de repente– giró su cabeza y me clavó su mirada.

Sin decirlo me dijo mil veces que me amaba, sin llamarme me llamó a su lado y, sin regañarme, dulcemente me regañó:

-    ¿Qué te pasó?

-    Nada, mami, ¿por qué?

-    Y, ¿por qué estás fumando?

¿Entienden lo que acabo de contar?

En el preciso instante en que 80 personas quieren saludarla, o abrazarla, o tomarse una foto con ella, justo en el momento en que la fiesta gira a su alrededor, cuando la música suena para ella, cuando más intenso es su fulgor, y a ella le preocupa que su hijo mayor esté afuera del salón, fumando.

Solo la mamá.

Mi madre tiene piernas firmes, pecas coquetas, boca marcada y andar cadencioso. Su mayor encanto es que tiene el espíritu más joven de todos los de su generación, con la dosis exacta de vanidad, con el arrojo propio de la eterna juventud, con el ejemplo diario de la caridad, con la fe fortalecida por los golpes de la vida, enérgica, decidida, hermosa, creída.

Mis amigos le dicen La Mechi. Ellos la buscan para que les dé consejos y yo para que me preste plata. A ellos y a mí siempre nos dice que sí. Ellos prometen portarse bien y yo pagarle. Nadie cumple. Pero ella está ahí, siempre.

Como buenos hijos somos conchudos con ella, tiene los años encima y aún así la buscamos a cada instante para que nos reconforte como cuando éramos niños, para que nos aconseje como lo hace siempre, para que nos consienta como jamás alguien podrá hacerlo, su adorado truco para que siempre estemos por ahí rondándola, merodeándola… En últimas, rodeándola.

Y usted, que me está leyendo, termine pronto este texto o, si quiere, déjelo acá y vaya rápido a comprarle algo, algo bonito, caro o barato, no importa, bonito, para ella y no para su cocina, que ella pueda lucir orgullosa, no usted; después llámela, búsquela, dígale cosas lindas, pídale perdón usted que es tan perfecto, prométale que mañana la verá, mañana véala, así sea por videollamada, visítela, bésela, abrácela, no la suelte, apriétela, no la suelte, no la suelte. No la suelte.

Algunos ya no podrán hacerlo porque físicamente será imposible. Pero, seguro, habrá un momento para el recuerdo, el más bonito, el más especial.

Mi madre tuvo siete hijos y yo soy el segundo. Todos, prácticamente, la veneramos. Todos nos creemos especiales. Todos nos sentimos únicos. Pero, soy el preferido, lo sé. Tengo testigos. Si no me creen, pregúntenselo a ella, eso sí cuando esté sola. Para mayor seguridad.

Mercedes nos ha enseñado a celebrar cada momento, por pequeño que parezca, a brindar con cualquier disculpa, a no esperar el mañana y mejor vivir el hoy, fiel militante de aquella práctica filosofía que indica que los homenajes deben ser en vida, por eso esto escribo.

Mercedes, que este día de la madre sea maravilloso para ti.

Leí que el nombre Mercedes significa varias cosas. No me importa, para efectos de este texto, solo valdrá el de mamá.

A todas las Mercedes de este desmadrado país, que este día de la madre sea el mejor.

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