Laura Gil
1 Junio 2022

Laura Gil

Las primeras 24 horas

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Estos –y no los disparates del exalcalde santadereano– son los pasos iniciales que el próximo presidente debería anunciar el día después de la posesión

1. Revocar el decreto que entrega facultades de la Cancillería al Palacio de Nariño. El presidente Iván Duque cercenó la institucionalidad del Ministerio de Relaciones Exteriores, todo por la confianza que le tiene a su jefa de gabinete. A ella le entregó las funciones de “adelantar las gestiones para obtener cooperación”, “asesorar al presidente en temas relacionados con la política exterior y los asuntos internacionales”, “impulsar y hacer seguimiento a las iniciativas del presidente en la agenda bilateral y multilateral”, “representar, por instrucciones del presidente, al Estado colombiano en foros de discusión, audiencias públicas y demás escenarios en el ámbito multilateral” y muchas más. ¿Qué son esas sino las responsabilidades del o la Cancillería? Si se quiere reinstitucionalizar el país, quien dirija el Palacio de San Carlos debe ser la persona de confianza del mandatario para lo internacional.  

2. Levantar el teléfono para dialogar con Miraflores. Colombia necesita asegurar el reinicio de relaciones consulares de inmediato y diplomáticas de manera gradual, segura y ordenada. A los millones de colombianos en Venezuela les urge el acceso a los servicios de su país de origen para el goce de derechos, los pueblos de frontera requieren de intercambio comercial y la frontera colombo-venezolana no puede permanecer en manos de la delincuencia. El cerco diplomático se acabó y no trajo beneficios ni para colombianos ni para venezolanos; solo se necesita reconocerlo.

3. Mandar señales de tranquilidad a Estados Unidos. Las políticas exteriores demandan previsibilidad; aliados y contradictores deben conocer qué esperar. El populismo autoritario, ni de derecha ni de izquierda, trae buenas noticias para la relación bilateral más importante de Colombia. Los residentes de la Casa Blanca no solo leen; también escuchan. Un programa de gobierno políticamente correcto no tapa, ni niega, lo dicho una y otra vez.

4. Nombrar una persona para ponerse al frente de la reforma del servicio exterior. El decreto 274, que rige el servicio exterior, pasó su tiempo. Resulta humillante para los diplomáticos de carrera que, año tras año, el reclamo gire en torno al mísero 20 por ciento que se exige de embajadores de carrera. Las fuerzas políticas de este país deben sincerarse de una vez por todas y acordar un máximo de embajadores políticos. Que se aferren a ellos si quieren. Muchos servicios diplomáticos tienen un fuerte componente de embajadores extra-carrera. Pero, al menos, las cartas están sobre la mesa y la claridad de las reglas de juego permite el fortalecimiento del resto del servicio exterior. 

El candidato Rodolfo Hernández publicó el bosquejo de un decreto que firmaría en su primer día en la Presidencia. Este documento solo da cuenta de su ignorancia y la de su equipo. 

Y, sí, la gente está harta del servicio diplomático y consular “convertido en un escampadero de personas sin ningún compromiso con el país, para pagar favores politiqueros a los cuales se accede por discriminatorios amiguismos”. Pero eso requiere reforma para que haya más y mejor inserción de Colombia en el mundo y no menos. 

Hernández aspira a dejar el país con una diplomacia en su más mínima expresión: 36 embajadas de las actuales 63. Hoy Nicaragua tiene 35, El Salvador 41, República Dominicana 49 y Guatemala 51. Tanto se entusiasmó el ingeniero que se abocó a eliminar misiones y embajadas que ni siquiera existen. Pero de lo anunciado se puede pasar a algo aún peor.

Si Hernández declarara la conmoción interior en los 90 días, como prometió, podría hasta revocar el decreto 274 para acabar con el servicio exterior. ¿No sugirió el reemplazo del personal de las embajadas con migrantes colombianos en los países anfitriones?  Rodolfo Hernández constituye una amenaza existencial para la carrera diplomática y consular colombiana. Su propuesta de política exterior queda resumida así: poca diplomacia, menos diplomáticos.

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