Jaime Honorio González
18 Marzo 2022

Jaime Honorio González

Los inútiles

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Va uno a ver y eso no sirve para nada. Es un verdadero problema por donde se le mire. Vale una plata bastante importante que podría ser mucho mejor invertida. Me parece que es una figura realmente ineficaz. Y quien la ostenta, mientras la ostenta, pues un inútil. Eso sí, con todo respeto.

Desde que la Constitución del 91 estableció la figura de la vicepresidencia, esa selección ha demostrado ser una verdadera piedra en el zapato que no ha aportado más que problemas, gastos, enfrentamientos, polémicas, desgastes, envidias, dimes y diretes. Nada bueno. Seguramente, quienes han ostentado esta segunda magistratura han hecho un importante esfuerzo por darle la debida trascendencia a ese rol, pero la realidad es dura. Ese puesto no sirve para nada.

Cómo será de inútil ese cargo que al presidente le toca expedir un decreto asignándole funciones a su vice. Por ejemplo, el de la actual dice que —entre otras cosas— debe apoyar al primer mandatario en temas de transparencia y equidad de género. Apoyar al mandatario, pues sí, seguramente que sí lo apoyó. ¡Vamos presidente!, ¡vamos pa´lante!, ¡eso presidente, así es!, ¡con toda, presidente! ¡En transparencia y equidad de género, vamos volando, bien presidente!

Tremendo apoyo pero, al final, uno sabe que eso no es nada.

Otra función es la de asesorar al presidente para mejorar la competitividad. Bueno, hay toda una Consejería para la Competitividad. Alguien sobra, ¿no les parece? También la encargó de supervisar la reconstrucción de Mocoa, una tarea que bien puede hacer la Unidad de Prevención de Desastres, para eso está.

La encargó, además, de presidir la Comisión Colombiana del Espacio (no sabía que había una, confieso mi ignorancia) y de coordinar lo relacionado con el naufragio del San José, cosa que acaba de fracasar porque la alianza público-privada para rescatar el tesoro y los restos del galeón fue declarada desierta. Y eso que también la encargó de presidir la Comisión Colombiana del Océano. Ni así se pudo.

También la encargó de organizar la protección de las comunidades afrodescendientes y los indígenas awá. Eso, lamentablemente, tampoco ha salido bien.

Y así, tiene trece funciones en total, todas tremendamente importantes a las que no se les dio mucha importancia. Misiones que bien pudieron haber desarrollado los ministros o los altos consejeros, tal vez con mayor capacidad ejecutiva por el cargo que desempeñan y —por ende— de pronto con mejores resultados.

Esa figura de la vicepresidencia no sirve. Todo el tiempo que pasamos los colombianos escogiendo al próximo presidente, las peleas que damos, los amigos que perdemos, el tiempo que invertimos buscando siempre al que creemos que lo puede hacer mejor, para que de pronto, termine siendo otro el que nos gobierne.

Lo que pasa es que —al menos en este asunto— la fortuna ha sido más que generosa con este país y todos han podido terminar su mandato. O, ¿eso será un infortunio?

Mejor pensemos, ¿y si algo sucediera y el vice tuviera que asumir?, ¿si eso pasara al poco tiempo de posesionado? Nos terminaría gobernando alguien que no elegimos, porque nadie vota por el vice, nadie a conciencia pues sabe que el que manda manda, aunque mande mal. Y de eso sí que sabemos en este país.

Acuérdense cómo le fue al dúo Samper-De La Calle. Terrible. El vice renunció a su cargo porque no se aguantaba al jefe, se sentía terriblemente incómodo con el escándalo de la narcofinanciación de la campaña. Aunque, un momento, nadie lo obligó, él aceptó. Increíble.

Y, ¿Bell? Le fue mejor como embajador en Cuba buscando la paz que como vicepresidente y uno de los ministros de Defensa cuando el fracaso del proceso de Pastrana en el Caguán. Y, ¿Francisco Santos? Peleó por los derechos humanos y por la libertad de los secuestrados de las Farc y seguramente otros temas. Pero, de resto, ni fu ni fa. Y, por favor, me pueden decir ¿qué tenían en común Santos y Angelino? Nada, nada de nada, apenas un mero cálculo electoral. Digan lo que digan y esté ahí quien esté, ese cargo no sirve para nada.

Excepto al brevísimo Lemos, quien —en cumplimiento de sus funciones como vicepresidente— tuvo que ejercer la Presidencia de la República durante la que debió ser una larguísima y dificilísima semana y media de trabajo, denodado esfuerzo que los colombianos le seguimos retribuyendo con su millonaria pensión de sobreviviente. Como lo ordena la ley.

Tan no sirve que a Vargas Lleras le rindió más como ministro de Vivienda y súperministro de Infraestructura que como vicepresidente de la república, puesto al que además renunció.

Es tan inútil la figura que cuando el presidente sale de viaje a otro país, el vicepresidente no es quien se queda reemplazándolo. Ni para eso sirve. Para eso está el ministro delegatario con funciones presidenciales.

Los vices resultan ser grandes figuras políticas con muchas capacidades, pero en el lugar equivocado. Los vices son un encarte, nadie sabe cómo tratarlos. Se supone que deberían estar lejos del presidente en actos públicos, por cuestiones de seguridad. Pero, es muy frecuente verlos en la misma parte. Termina entonces el presidente buscándoles puesto, ocupación, algo que hacer, mandándoles unos pesitos por ahí de vez en cuando para que hagan algún evento cultural o cosas así porque ni presupuesto propio tienen.

Llevamos mucho tiempo perdido pendientes de que los candidatos a la presidencia anuncien su fórmula vicepresidencial. Tiempo en el que deberíamos estar hablando de propuestas, de planes de gobierno, de cómo detener la violencia contra nuestros niños, del tercer escape de Matamba y del Inpec, de la insegura Registraduría, de cosas así. Aunque sea del galeón San José.

No es una cosa contra los vicepresidentes, espero que lo hayan entendido. Es contra la inutilidad de la vicepresidencia. Yo votaría por el que prometa eliminar esa figurita. Nos ahorraría un montón de plata. Y de problemas.
 

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