Valeria Santos
27 Abril 2022

Valeria Santos

Manchados de sangre

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Si el corregimiento La Mesa (Azúcar Buena), en el municipio de Valledupar, pudiera hablar, sería el testimonio de la guerra en Colombia. Sería la voz de las víctimas de reclutamiento, desplazamiento, extorsión, torturas y masacres. Gritaría tan fuerte que sus lamentos los escucharía todo el país. Pero hoy solo hay silencio. La soñada verdad, justicia y reparación fueron sepultadas por quienes aún controlan el territorio. Los mismos que se han encargado de que a este emblemático lugar del Cesar, corredor estratégico que comunica la Sierra Nevada de Santa Marta con la Serranía del Perijá, no llegue la paz. 

Esta es una denuncia sobre un territorio manchado de sangre. Un campo de batalla donde ha convivido el poder y la violencia de los paramilitares, una tierra que no ha podido renacer ni sanar porque después de tantos años, todo parece indicar que sigue controlada por sus victimarios. 

En el corregimiento La Mesa crecieron Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40, excomandante del Bloque Norte de las AUC, y su segundo al mando, David Hernández Rojas, alias 39. La familia Tovar Pupo ha sido dueña, desde 1970, de la mayor parte de la vereda El Mamón en este corregimiento, donde se encuentran dos grandes latifundios. El primero es una finca que lleva el mismo nombre de la vereda y el segundo es la hacienda El Prado que siguen siendo controladas por Jorge 40 y los miembros de su familia. 

Según lo establece el excorregidor de La Mesa, Manuel Francisco Molina Álvarez, “alias 39 y sus hermanos (…) crecieron viendo a los ‘elenos’ llegar a la finca de los Hernández Rojas y exigir el pago de la vacuna, en dinero o en ganado”. Caso similar debió haber vivido Jorge 40. Por esta razón, en 1999 llegaron los paramilitares y asumieron el control de la zona por medio del Bloque Norte de las AUC que estableció su centro de operaciones en la finca El Mamón.

Según Verdad Abierta, “el poder de alias 39 llegó a ser tan grande que por La Mesa pasaban a diario más de 150 vehículos con ganaderos, agricultores, comerciantes y tenderos, quienes llegaban hasta la finca conocida como El Mamón, a 25 minutos del caserío, a rendirle cuentas a este paramilitar, a pagar las cuotas, a arreglar problemas y a interceder por la vida de amigos y familiares”. Alias Centella, desmovilizado de este bloque paramilitar, aseguró por su parte ante Justicia y Paz que el coronel Hernán Mejía se reunía en la finca El Mamón con alias 39 para coordinar la entrega de falsos positivos. 

Según el medio citado, una víctima de los paramilitares, aseguró que, “de aquí sí mataron gente, pero no como dicen los medios de comunicación. Lo que pasó fue que por estar allá arriba 39 la gente tenía que pasar por aquí y era más fácil aprenderse el nombre de La Mesa que la finca donde eran citados, El Mamón”.

El Tribunal Superior de Justicia y Paz de Bogotá también exhibió las escuelas de entrenamiento del Bloque Norte en el Cesar; una de ellas, según el tribunal, estaba ubicada justo en El Mamón.

Columnas

Pero no solo desde la finca El Mamón se dirigía toda la operación del Bloque Norte, también desde la finca El Prado. Según alias Centella, “en una ocasión llevé a Jorge 40 a una cita con el coronel Mejía en la finca El Prado, en la vía que conduce de Valledupar al corregimiento La Mesa. El desmovilizado señaló que una vez se encontraron, 40 se subió junto con sus escoltas en el carro de Mejía con destino desconocido”.

Testimonios de pobladores y desmovilizados de las AUC, también confirman que los paramilitares instalaron campos de entrenamiento, campamentos para vigías, zonas de descanso, entre otros, en distintos predios del corregimiento La Mesa, donde están ubicadas las fincas mencionadas antes. El control sobre el territorio era absoluto, así quedó evidenciado en los testimonios de las víctimas ante Justicia y Paz, en los que aseguran que a los pobladores les eran entregadas fichas de distintos colores, según su ‘estatus’, como forma de cedulación, se les obligaba a cumplir trabajos forzados y quien entraba al corregimiento debía identificarse primero en un retén paramilitar instalado en lo que se conoció como la piedra de los lamentos, so pena de ser asesinado.

La ley es enfática en que la extinción de dominio debe proceder sobre los bienes que hayan sido utilizados como medio o instrumento para la comisión de actividades ilícitas. Por lo anterior, es difícil entender que los predios que presuntamente habría usado Jorge 40 para extorsionar, asesinar, torturar y secuestrar, no hayan sido expropiados para reparar a sus víctimas y que aún le pertenezcan a su exesposa Ana Carolina Vélez, mamá de quien fue elegido representante a la Cámara por la curul de víctimas, Jorge Rodrigo Tovar Vélez. 

Tanto la finca El Mamón como El Prado aparecen registradas desde antes de 1980 a nombre de miembros de la familia de Jorge 40 (foto 1 y 2). El mismo Jorge 40 aparece en una resolución de Corpocesar de 1987 como propietario del predio El Prado, a quien se le concede el uso del agua del río Guatapurí.

Certificado
Foto 1: Primera anotación de constitución del Certificado de Libertad y Tradición de la finca El Mamón.
Certificado
Foto 2: Primera anotación de constitución de la finca El Prado.
Corpocesar. Concesión río Guatapurí a Rodrigo Tovar para la finca el Prado
Foto 3: Corpocesar. Concesión río Guatapurí a Rodrigo Tovar para la finca el Prado

Alias Jorge 40 transfirió en el año 1997 a su esposa, Ana Carolina Vélez, en razón de su separación, los predios de la finca El Mamón, de 150 hectáreas (foto 4).

Certificado traspaso

¿Si la señora Vélez no es una testaferro del señor Tovar, por qué en 1999 presuntamente se utilizó su finca para operar el Bloque Norte de las AUC? 

El Mamón colinda con la finca El Prado, también propiedad de Ana Carolina Vélez (foto 5), que tiene 177 hectáreas. Según el certificado de libertad y tradición, el Fondo Ganadero del Cesar le compró en 1980 el predio a Edgardo Pupo, familiar y padrino político de Jorge 40, y después, en 2003, se lo vendió a la señora Ana Carolina Vélez.

Certificado 5 de linderos
Foto 5: Linderos El Mamón
Traspaso El Prado a Ana Carolina Velez por el Fondo Ganadero del Cesar.
Foto 6: Traspaso El Prado a Ana Carolina Velez por el Fondo Ganadero del Cesar.

¿Si el Fondo Ganadero del Cesar era el dueño real del predio El Prado en 1999, por qué Jorge 40 comandó, presuntamente, el bloque paramilitar desde ahí? ¿Por qué si la familia de Jorge 40 ya no era propietaria de El Prado hay una concesión otorgada a esta finca en 1987 para uso de agua a nombre de Rodrigo Tovar, alias Jorge 40 (foto3)? 

Para que en el país se den garantías de no repetición es necesario que haya verdad, justicia y reparación. Jorge 40 tiene 1.486 investigaciones abiertas en la Fiscalía. Lo más probable es que muchos de estos delitos se hayan cometido u ordenado desde las fincas que hoy son de la señora Ana Carolina Vélez. 

Por esta falta de garantías y medidas de no repetición, en 2013, los mismos campesinos del corregimiento La Mesa denunciaron que el hermano de alias 39,  por medio de una bacrim que sigue delinquiendo en la zona, los estaba intimidando para evitar que volvieran a sus tierras.

Ahora Jorge 40 está de vuelta, las fincas que siempre manejó podrían seguir bajo su control. Las bandas sucesoras del paramilitarismo que él comandó siguen delinquiendo. Y tristemente a las víctimas de este corregimiento y otros del Cesar y del Magdalena los representa el hijo de su victimario.

Más vale que la justicia actúe y le extinga el dominio de estas fincas, que suman casi 300 hectáreas, a la exesposa de Jorge 40. La tierra en Colombia ha sido un instrumento de dominación. El conflicto armado ha logrado inmortalizarse en el control por el territorio. Mientras se siga permitiendo que unos poderosos se enriquezcan con la tierra manchada de sangre nunca podrá haber paz. 

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas