Velia Vidal
10 Septiembre 2022

Velia Vidal

Mi papá y el mar

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

El 5 se septiembre fue el día más doloroso de mi vida: murió mi papá, Manuel Gregorio Vidal Rojas. Sin que pasen el dolor infinito como el mar, las preguntas, los miedos, la incertidumbre, el llanto, la ausencia, poco a poco toca volver a pensar en lo que sigue. Así que pensé en mi oficio de escritora, en que seguramente algunas cosas que narro tendrán otro tono u otra mirada. Pensé en esta columna y en la posibilidad de escribir aquí sobre la muerte de mi papá, un duelo tan privado; para compartir, diría uno, con la familia y los amigos más cercanos. Pero es que mi papá fue un hombre público, nunca fue solo el padre de mis hermanos y mío. Él fue el padre de sus hermanos desde que falleció mi abuelo, un septiembre también, pero de 1987; fue un líder de nuestro municipio y departamento que ejerció una carrera intachable en el sector público, fue el segundo alcalde de elección popular de nuestro pueblo, pero, muy por encima del cargo, mi papá entregó su vida al servicio a nuestra comunidad. Nuestra casa, la de mis abuelos y la que hizo después para él y sus hijos, siempre ha sido de puertas abiertas. Crecí viendo llegar gente a saludar o pedir una ayuda desde que empezaba a despertar el día con la gente caminando hacia la orilla en busca del pescado que habían traído de la faena nocturna.

Mi papá me amó siempre y me lo hizo saber de mil maneras. No tuvimos una relación perfecta, pero es justo gracias a esa relación imperfecta pero constante, porque siempre estuvo presente en mi vida, que le debo buena parte de mi carácter, el amor por mi tierra, por servir y por el mar.

Crecí participando en conversaciones importantes porque nuestra casa de nueve hijos, una madre, muchos nietos y mi papá, ha sido siempre un ágora donde discutimos sobre política, ética, desarrollo y, especialmente, sobre los destinos de nuestro pueblo: Bahía Solano, donde nació mi papá, nacieron todos mis tíos y nací yo. Por eso fue tan natural que nuestro último encuentro, apenas dos días antes del trágico evento que causó su muerte inesperada, mi papá, mi abuela y yo dedicáramos buena parte del almuerzo a hablar sobre un hecho preocupante para nuestra tierra y especialmente para nuestro mar.

Antes de estudiar administración pública con muchísimo esfuerzo y gracias a becas en Bogotá, mi papá hizo la tecnología pesquera en la Universidad Tecnológica del Chocó. No fue motorista, como mi abuelo, ni pescador, pero desde sus primeros días como tecnólogo hasta el día de su muerte la pesca artesanal y la conservación del recurso pesquero de nuestro mar fueron de los principales temas en su agenda: gestionaba proyectos, alentaba a las organizaciones de pescadores, movilizaba al sector y las instituciones alrededor de ideas valiosas que, por fortuna, dieron importantes resultados como nuestra Zona Exclusiva de Pesca Artesanal (Zepa).

Por eso, nuestro último tema de conversación fue la reciente incursión del barco atunero Taurus I en la zona pesquera de Cabo Marzo.

Según las declaraciones de la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, dicho barco no estaba en la Zepa, pero sí incumplió las condiciones del permiso que le fue otorgado, puesto que solo podía estar a 30 millas de la costa y fue localizado a 22, por lo cual será sancionado.

No es la primera vez que se presenta un hecho como este y, si bien no hubo formalmente una invasión de la Zepa, la situación plantea una oportunidad para que la institucionalidad atienda un pendiente del que mi papá hablaba con frecuencia: el Plan de Ordenamiento Marino Pesquero de la Zona Especial de Manejo.

2,5 millas desde la costa de Bahía Solano fueron declaradas en 2013 Zona Exclusiva de Pesca Artesanal, y 20 millas más como Zona Especial de Manejo (ZEM).

Lo que esto significa en la práctica es que en las primeras 2,5 millas solamente se pueden usar artes de pesca de línea de mano, lo que garantiza la captura de ciertas especies y determinados tamaños, dependiendo de la época del año con el objetivo de conservar los ecosistemas y la garantía de los recursos a largo plazo; contrario a lo que ocurre con la pesca industrial que, tal como se vio en las imágenes del Taurus I, arrasa lo que se encuentre a su paso, sin distinguir entre atunes o delfines.

Los resultados de tener una Zepa han sido visibles, no solo en términos del recurso y el impacto ambiental, sino en lo organizativo, porque junto a la declaratoria vinieron procesos de formación, seguimiento, control y de fortalecimiento de toda la cadena de pesca artesanal del municipio, hasta llegar al punto en que el pescado de Bahía Solano es servido en los mejores restaurantes de Bogotá y Medellín.

En cuanto a lo pendiente, es indispensable que, además del compromiso permanente de los guardacostas con frenar la invasión de barcos pesqueros industriales, se realicen las investigaciones que permitan establecer el recurso marino de la zona y los lineamientos pertinentes para la pesca, de modo que no se afecten nichos de suprema importancia como el de reproducción.

Necesitamos asegurarnos de cuidar nuestro mar que, aunque parece, en realidad no es infinito; tal como mi papá, que parecía inmortal, pero se nos fue. El dolor que sentimos por su ausencia también se parece a nuestro mar Pacífico: se percibe a veces como la marea baja y pocos minutos después como la pleamar, a ratos más intenso y profundo, luego un poco más suave y ligero, pero siempre ahí.

Amo al mar tanto como a mi papá, porque fue él quien me enseñó a amarlo, por eso elijo pensar que es justo en sus aguas, sobre las olas y con la serenidad de la bahía que observó todos los días desde su ventana al despertar, donde ahora y eternamente reposará mi papá.

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas