Catalina Ceballos
22 Febrero 2022 05:02 pm

Catalina Ceballos

Miyazaki llegó al barrio Santa Fe

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El barrio Santa Fe, entre las calles 24 y 21 y entre la Avda. Caracas y la carrera 16, un barrio vecino de los barrios con los nombres más bellos antes vistos: La Favorita, La Pepita, Samper Mendoza, San Victorino, Voto Nacional, todos en la localidad de Mártires. Un barrio antes llamado zona roja o de tolerancia. Un barrio cuyas calles están llenas de lavanderías, talleres de mecánica, barberías y misceláneas, cada uno de estos detrás de unas rejas propias de la arquitectura bogotana de los años 40, herencia del desarrollo urbanístico de Karl Brunner. Adentro se escucha el acento caribe de un venezolano, por otros lados se oye reguetón.

Un barrio recorrido por hombres con camisetas de equipos de baloncesto gringo, con gorras de colores desteñidos y que miran sigilosamente; por mujeres jóvenes, ¿serán menores de edad? Con transparencias y maquillajes ostentosos, sonríen entre ellas y a todos y todas. Son jíbaros, campaneros, jaladores, chulos, mujeres y hombres que ejercen sus actividades sexuales pagas, recicladores, habitantes de calle, migrantes y refugiados. Este barrio estigmatizado, antiguamente fue habitado por judíos migrantes, ahora es el hogar de miles de venezolanos y venezolanas.

En medio de todo esto emerge el Castillo de las Artes, un lugar cuya fachada se destaca por su piedra bogotana, vecino de la famosa Piscina, ahora centro de reciclaje. Entrar en este espacio es como entrar a una película de Miyasaki, permanecen los palos del pole dancing, techos en forma de corazón y pisos de baldosa blanca. Allí adentro las artes hacen lo suyo. 

El Castillo de las Artes es un espacio para la dignificación de la otredad, un espacio para perder el miedo, ahí en ese castillo se construye una red de confianza con el otro, con la siguiente cuadra, con el vecino, no importa a qué se dedique. Allí, hay un Museo de la Noche con exposiciones permanentes, producto del trabajo de gestión cultural y social. Este castillo es administrado en un ejercicio de corresponsabilidad entre Idartes, Idipron, Fuga y la Secretaría de Seguridad y Convivencia, allí se gestan proyectos para la formación en artes. Allí adentro los hijos de mujeres migrantes encuentran la posibilidad de iniciar un proceso por medio del color y de las formas que les da una opción de vida a través de un lente y una perspectiva estética que alegra el alma y el cuerpo. Dentro de este castillo y gracias a la formación de proyectos como Nidos, las niñas y niños entienden la importancia del vínculo social y del sentido de pertinencia. 

Ahí adentro donde antes había un jacuzzi ahora Idartes ha dispuesto una ludoteca, allí donde antes había un sauna hay un estudio de grabación. Donde había palos para el pole ahora hay una galería. En la oficina de su gerente, Ricardo Moreno, aún hay una lista de los precios del licor que en este lugar se vendía, una botella de Ron Bacardí estaba en 435.000, hoy se venden ilusiones, creatividad y un mejor futuro. 

Según la Unesco, más de la mitad de la población mundial actual reside en zonas urbanas y como me dijo Ricardo Moreno: “El conflicto armado invisibilizó la violencia urbana”, por eso la cultura y la creatividad hacen parte de la renovación y la innovación urbana. Sabemos que las actividades que se diseñan como oferta cultural desde el Castillo de las Artes son para promover la inclusión social. Aquí las artes y la cultura juegan un rol dentro de los objetivos de desarrollo sostenible: “Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles”. 

Me despido con otra mirada de este territorio al que tantas veces le he dado la espalda, con una mirada más compasiva reinterpreto todos los aspectos que intervienen en este espacio olvidado y que a ratos pareciera no le ha pasado el tiempo. Entiendo las múltiples relaciones que se entretejen en esta vida urbana llena de individuos y ahora llenos de artes.

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Lo público es sagrado, el espacio público, los recursos públicos. La Comisión de la Verdad es una entidad pública, su labor y sus funcionarios son sagrados, estemos de acuerdo o no con su origen. Pareciera que algunos olvidan que lo público es todo aquello que está al servicio de la sociedad y que administra el Estado. 
 

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