Sebastián Nohra
24 Julio 2022

Sebastián Nohra

Ocampo los bajó de la nube

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Del grupo élite de economistas colombianos con más publicaciones y citaciones académicas, José Antonio Ocampo se ofrecía como la opción más interesante para equilibrar el pensamiento de Gustavo Petro y la reputación y credibilidad de los mercados con el futuro del país. No había otro nombre mejor para emparejar las piezas: crítico de la “apertura” de Gaviria, nostálgico del modelo cepalino y con un sesgo favorable a equilibrar crecimiento con desigualdad, pero descree de las ideas más exóticas y estatistas de la izquierda y con una trayectoria en puestos de prestigio que no tiene nadie. 

Ese bagaje le da a Ocampo la espalda y la autoridad para bajar de la nube al Pacto Histórico de sus propuestas más inviables y populistas. De a poco, a cuentagotas, con insinuaciones y declaraciones, el nuevo ministro de Hacienda ha aterrizado el cohete de la campaña a la ejecución. Se agotaron los días de prometer el cielo y con las cuentas en la mano, sabe que los números fiscales y el futuro financiero del Estado hacen inviables la carta de buenas intenciones del Pacto Histórico. 

Serio y caballero de buenas maneras, Ocampo es consciente de que a Petro le llegó la hora de la ejecución. De los resultados y la eficiencia. Tiene cuatro años para desmontar el relato de su mala praxis y su poca capacidad para gerenciar instituciones. Estas se administran bien, le guste a la izquierda o no, con buenas prácticas gerenciales, eficiencia y sostenibilidad financiera. Lo demás es acumular huecos, parasitar las instituciones de corporaciones y sindicatos depredadores e hipotecar las empresas del Estado con impuestos futuros. 

El primer golpe de realidad ha sido dibujar las primeras pinceladas de la prometida reforma tributaria estructural, uno de los pilares del gobierno entrante. Los sueños de recaudar 75 o 50 billones nuevos por año de un totazo se van esfumando. Tendría que castigar a muchísimos actores de la economía y morderle de un día al otro 5-6 puntos del PIB al sector privado. Ocampo sabe que rasguñarle bienes de lujo a los ultrarricos son monedas y con eso no se financiarán los anhelados nuevos programas sociales. Una socialdemocracia colombiana se financiaría, como cualquier socialdemocracia del mundo: esquilmando fuertemente a la clase media y sacándole bastante tajada de sus ingresos salariales. 

El precio que Ocampo podría pagar es el mismo que padeció Martín Guzmán, exministro de Hacienda de Argentina: por traer las malas noticias y recordar los límites de las restricciones presupuestales, el ala más dura del kirchnerismo le hizo la vida imposible en los medios y terminó renunciando. Cuando se forma un frente amplio con varios matices de la izquierda, se inaugura una competencia feroz por imponer políticamente algún matiz de los agrupados. No es lo mismo el pensamiento de Roy Barrerras que el de Wilson Arias, que si por él fuera media economía se debiera nacionalizar. 

El mago y artista que deberá mediar y jugar con todas las pelotas sin que ninguna se caiga será Ocampo. Una tarea durísima. Pero ya empezó su gestión aterrizando las extravagancias del Pacto Histórico. Sospecho que lo seguirá haciendo de manera sutil pero sostenida. Y es magnífico que lo haga: alguien debe darle vida a las enormes expectativas sociales que pesan sobre los hombros de Petro. El Estado hoy navega en aguas difíciles, tiene un riesgo país altísimo y una devaluación que nos duele a todos. Dar señales de responsabilidad y compromiso con esos números es fundamental. Queramos una socaildemocracia elefantiásica o un Estado libertario, esos números deben mejorar. Esperemos que Ocampo lo logre y el petrismo más duro no lo crucifique.

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