Sebastián Nohra
8 Mayo 2022

Sebastián Nohra

Otoniel no es tan importante

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El paro armado del Clan del Golfo que sometió a docenas de municipios al miedo y el confinamiento y nos recordó que los noventa jamás se han ido del todo, fue la última señal que confirma el fracaso absoluto del enfoque social, económico y filosófico del Estado con el narcotráfico. A su manera, este gobierno se ha comportado como algunos sectores posmodernos de izquierda haciéndonos creer que lo que importa son los relatos, las interpretaciones y las intenciones y no los resultados. Los datos.

La puesta en escena de la extradición de Otoniel y todos los esfuerzos por amplificarlo como un triunfo extraordinario del Estado de derecho sobre el crimen, termina alimentando unas ideas equivocadas a las que se ha aferrado el establecimiento, mientras se hacen los desentendidos con la evidencia y las consecuencias de su ingenua cruzada contra las drogas. La aproximación prohibicionista y punitiva ya tuvo demasiadas oportunidades. Basta.

Para muchos colombianos las ruedas de prensa de incautaciones de armas y droga y las alocuciones presidenciales pomposas intimidando a los capos y apelando a sentimientos patrióticos se volvieron paisaje hace mucho tiempo. Pues entendimos que eso es la cáscara del problema y lo que demandamos es atacar el sistema por dentro y destruirlo, para que el consumidor sea el verdadero perjudicado del uso de drogas y no más terceros inocentes. No puede haber un afán mayor que el de disminuir la astronómica tasa de rentabilidad de este negocio. ¿Qué han provocado? Todo lo contrario, dispararla.

La obsesión de la política y el periodismo con los grandes capos también hace parte del problema. Agrandar su leyenda y ver en sus capturas un fin en sí mismo para extraditar y ejemplarizar, no ha servido de nada y nos distrae de lo esencial. Otoniel era el de turno y ya cumplió su papel. Ya Duque en tono histriónico anunció súper recompensas por Chiquito malo, el heredero y nuevo capo. El sistema sabe adaptarse. Siempre lo ha hecho.

Pero la captura de Otoniel nos la vendieron como un trofeo de guerra y a Diego Molano no se le puso la cara colorada para afirmar que eso suponía el principio del fin del Clan del Golfo. Todo un relato de fuegos artificiales si se repasa lo que importa: los datos. Mientras las hectáreas de siembra de coca han disminuido cada año desde 2017, la producción aumentó. En 2018, el país produjo 1.120 toneladas de cocaína y en 2021 se superaron las 1.130. ¿Qué quiere decir esto? Que los carteles cada vez son más productivos. Siembran más con menos tierra. Hoy una hectárea de coca rinde tres veces lo que lo hacía en 1990.

La productividad de este mercado ha crecido a un ritmo mucho mayor que la del conjunto de la economía.

Si lo analizamos como una película y vemos los datos de hace una década, el panorama es desolador. En 2012 el país producía cerca de 280 toneladas por año. Esto supone un aumento del 500 por ciento en diez años y con el dólar como lo tenemos, bien cómodo sentado en los 4.000 pesos, el caudal de dinero que están recibiendo las mafias ahora es descomunal. Los ingresos eternos deben estar en máximos históricos.

Si bien este gobierno es la cara de la derrota, la corresponsabilidad tiene tallados los apellidos Pastrana, Uribe y Santos en letras de oro también. Me parece justo señalar a los culpables para saber bien lo que se ha hecho mal para poder ambientar un clima de opinión que le dé vida a un nuevo paradigma.

Mirando hacia adelante se nos podrá ir la vida discutiendo si el recrudecimiento de la violencia en las regiones cocaleras y el fortalecimiento de los grupos armados fue porque Iván Duque no implementó el acuerdo de paz o si fue culpa del mismo diseño del acuerdo. Las élites del SÍ y el NO se irán a la tumba con su versión de la historia y un acuerdo político se antoja imposible, como lo ha sido en estos siete años. El próximo gobierno, sea el que sea, debe abrazar el pragmatismo, convocar y liderar una transformación radical de la lucha contra las drogas y los grupos armados. La herencia es muy compleja, los carteles están facturando como nunca, Venezuela y Ecuador están empezando a ser productores a gran escala y el Clan del Golfo dio una muestra de poder que desnudó al Estado. El cambio no puede esperar más.

 

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