Weildler Guerra
7 Julio 2022

Weildler Guerra

Pesca incidental

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En esta semana ha estallado una ola de indignación en los medios y en las redes sociales por la caza de un tiburón blanco en una comunidad de pescadores indígenas de La Guajira. Uno esperaría de parte de la prensa que esta consultara a experimentados biólogos marinos sobre la extraña presencia de tiburones blancos en las cálidas aguas del mar Caribe. También era una muestra de equilibrado informativo escuchar a la misma comunidad con el fin de conocer su versión del encuentro entre el mencionado escualo y los pescadores.   


Las fotografías publicadas constituían suficiente evidencia para establecer que no se trataba de un tiburón blanco. Esta especie habita aguas más frías y no hay reportes acerca de ella en las costas del Caribe colombiano. Cuando en el año 2013 se reportó su presencia cerca de Bocachica el biólogo marino Francisco Castillo declaró: “Avistar tiburones blancos en Bocachica o en esta zona del Caribe donde estamos nosotros, es prácticamente imposible. El tiburón blanco es una especie totalmente de aguas frías y tienen unos territorios totalmente definidos. Sería algo fuera de contexto, de lo normal, ver un tiburón blanco en aguas totalmente cálidas como son las aguas del Caribe y más aún en Bocachica”.

 
Una consulta a profesionales de la Dirección de Asuntos Marinos, Costeros y Recursos Acuáticos del Ministerio de Ambiente estableció que la especie que aparece en la fotografía corresponde en realidad a un tiburón toro o Carcharhirnus leucas. Esta especie tiene la capacidad para entrar en ríos y aguas poco profundas, y en algunos casos puede ser la responsable de los ataques a seres humanos. Al contactar a los pescadores involucrados, ellos declararon que no tuvieron la intención de capturarlo pues el tiburón toro no se encuentra entre sus especies apetecidas. El animal se enredó en las redes de pesca que habían extendido con el fin de obtener otras especies comestibles y cuando lo encontraron, tiempo después, lo trajeron a tierra para cortar su carne y aprovecharla como alimento. 


Esto se conoce como pesca incidental y constituye una captura no intencionada de peces y especies marinas, algunas de las cuales no son deseadas pues carecen de atractivo económico o alimenticio. Otras pueden ser, dolorosamente, especies protegidas. Muchos países, entre ellos Colombia, hacen esfuerzos conjuntos y elaboran planes para proteger tiburones, rayas marinas y quimeras, dada la importancia ecológica que representan para el mantenimiento de la salud de mares y océanos. Hubiese sido recomendable consultar el decreto 281 de 2021 con las comunidades de pescadores indígenas. Debemos aprender que este tipo de esfuerzos podría ser más efectivo si se hace de la mano con las comunidades involucradas en la pesca. 


Es conveniente tener en cuenta a la FAO cuando declara que existe una distribución geográfica dispar de las capturas de tiburón en el mundo. Uno de los factores estimulantes para su caza en distintas regiones ha sido el valor de las aletas para su comercio ilegal hacia los países del Lejano Oriente. En Colombia las pesquerías son diversas. Las demandas comerciales como el consumo de tiburón varían de región a región y aun dentro de ellas hay marcadas diferencias. En algunas pesquerías, como sucede en La Guajira, se consumen algunos ejemplares juveniles de cazón y raya para la subsistencia de los hogares.   
El gobierno nacional entrante debe examinar esta compleja situación con mucho cuidado y entender la biodiversidad, que busca proteger como un componente de sistemas socioecológicos de larga precedencia. Algunas disposiciones ambientales bien intencionadas pueden tener consecuencias impensables en la seguridad alimentaria de la población, como es el caso de los wayúu, justo en el momento en que son más vulnerables. Es hora de recordar un proverbio de William Blake: “La misma ley para el buey y el león es opresión”.

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