Sebastián Nohra
20 Febrero 2022

Sebastián Nohra

Piedad Córdoba

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Si Piedad Córdoba manipuló o no los tiempos de las liberaciones de secuestrados para catapultar su carrera política, si era alias Teodora en el organigrama de las Farc y si fue o no la llave de acceso de Álex Saab a contratos faraónicos con el gobierno de Venezuela, confiemos en que la justicia sea cristalina y a la verdad le terminen dando su sitio. Acá a los periodistas nos corresponde documentar y no sentenciar, por más guillotina que demande la plaza de las redes.

Ahora que vuelve a ser un personaje importante en la política nacional, en estas líneas me interesa repasar su historial político e ideológico y no sus procesos con la justicia. Me interesa señalar la impúdica trayectoria de una candidata al Senado que ha gozado del beneplácito de una porción importante de intelectuales, periodistas y políticos que son más dulces cuando la violencia y el totalitarismo visten cierto color. Sin el fuero de voces y plumas pesadas no sería posible que Piedad haya podido construir una imagen de mujer “demócrata y de paz”, después de haber trabajado con todo su ser para darles alas a las dictaduras más tenebrosas de América Latina en este siglo.

En la campaña para regresar al Senado se le llena la boca hablando de paz y derechos humanos a quien no solo tuvo una estrecha amistad con los Castro, Chávez y Maduro, sino que fue un piñón más del aparato estatal de propaganda de las dictaduras. Durante años se puso el chaleco rojo para vender acá y en el mundo el casete bolivariano y anti-Yankee que, en la práctica, han sido proyectos en que el Estado capturó por completo la vida, el patrimonio y el espíritu de los individuos. Piedad participó de la construcción de sociedades estamentales cuyas cuotas de libertad están a merced del antojo del planificador, solo que en estas la suerte del individuo no la determina su cuna, sino su adhesión al partido y al líder. Hizo parte de toda la casta privilegiada que orbitó a Fidel y Chávez, mientras al 99 por ciento restante se le negaban los derechos políticos elementales de una sociedad democrática y sufría los estragos de condenar el lucro, los controles de precios y la emisión descontrolada de papel moneda. 

Pero qué iba a saber ella lo que era la escasez cuando viajaba a Venezuela con la adopción del régimen. Por allá en 2016 cuando empezó a estallar la hiperinflación, en una concentración parada al lado de Maduro, a grito pelado en su discurso les pidió a los venezolanos: “Cuando uno defiende la revolución, cuando uno está convencido en servir, si nos toca hacer colas, las hacemos con gusto”. Pues, de ese año a hoy, Nicolás Maduro, a quien calificó como “un amigo y un lujo de presidente”, provocó una de las mayores hiperinflaciones de la historia, que sepultó al 94 por ciento de la población en la pobreza. Ese mismo año en un evento que conmemoraba los 200 años de la muerte de Francisco Miranda dijo que “como delegada saludaba las nuevas medidas económicas del gobierno bolivariano como los Clap y la gran misión de abastecimiento soberano”. Los mismos Clap que terminaron bañando en oro a Álex Saab.

De Fidel Castro le dijo a Mesa Redonda, un programa oficial cubano, que “la impronta que ha logrado en Cuba y el mundo lo pone en el sitio de un ser superior”. De la divinidad de Fidel no tuvo duda pero sí de los miles de cubanos que fueron asesinados y encarcelados por tener la osadía de pedir elecciones libres, esas que la revolución prometió en 1959, pero que en 63 años no ha encontrado el momento para convocar. Pues Piedad pertenece a la generación que depositó sus esperanzas en Cuba cuando la isla fue el alma roja de occidente, y siempre supo reciclar algún pretexto para confesar que la historia le dio la espalda. De ella jamás hemos oído una sola palabra solidaria con los presos políticos, mientras por lo menos el mismo Fidel sí supo confesar algún pecado, cuando a un medio mexicano en 2010 le aceptó la existencia de los Umap (campos de concentración para gays y disidentes) en lo sesenta. 

El consentimiento y doble rasero que se tiene con Piedad respecto a quienes se comprometieron con regímenes de ese tenor es llamativo. ¿Qué sería de la suerte de un periodista o político que tuvo amistad y trabajó por años para transmitir la palabra de Videla y Pinochet? ¿Estaría proscrito de la opinión pública? Pasa que en América Latina muchos intelectuales y políticos siempre tuvieron otra lupa con las dictaduras que especialmente persiguieron patrimonios y compraventas.

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