Yohir Akerman
15 Octubre 2022

Yohir Akerman

Placa y pala

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Esta es la historia de cómo se robaron 30.000 millones de pesos. Es una investigación sobre la desaparición de unos recursos destinados para la construcción de un edificio, del que solo se pudo hacer una histórica foto, una placa conmemorativa y unos escombros. 

Empecemos por la foto. 

En la imagen se ve al entonces ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, cargando una pesada pala, con el fin de poner la primera piedra para la construcción de un centro de rehabilitación física para miembros de las Fuerzas Militares afectados en combate. El edificio tenía que ser inaugurado el 8 de diciembre de 2016, durante el gobierno del presidente del momento Juan Manuel Santos, pero aún sigue sin terminarse. 

Para entender vamos más atrás a los contratos. El 23 de diciembre de 2013, como regalo de Navidad, el Ejército Nacional suscribió, por medio de la Agencia Logística de las Fuerzas Militares (Alfm), el contrato interadministrativo 1441 de 2013, por un valor de $29.938.101.992. El objeto del acuerdo era la construcción de un proyecto denominado: Centro de Rehabilitación funcional, Batallón de Sanidad CRF Basan, en el Cantón Caldas de Bogotá.

Los felices contratistas ganadores de ese premio serían un entramado de compañías, entre las cuales están Inversiones Kambiar SAS, e Ingeniería Negocios y Servicios SA, todas representadas por un señor llamado Juan Carlos Manosalva Carvajal. Manosalva, junto a varios personajes, está involucrado en otros escándalos como la pérdida de 16.000 millones de pesos de un contrato para la construcción del Gaula en Arauca, que nunca pasó. Eso para mencionar solo uno. 

Pero volvamos al del Ejército. La forma de pago establecida en el contrato interadministrativo determinó un pago anticipado de $11.387.101.992. El saldo por valor de $18.551.000.000 que correspondían a las vigencias futuras de 2014, se cancelarían $12.000.000.000 una vez se hubiese ejecutado el 50 por ciento de la obra y, finalmente, con el acta de recibo final de la construcción, se entregarían por parte del Ejército Nacional el excedente por valor de $6.551.000.000. 

Hasta ahí todo bien. O mal, pero sigamos. El 17 de octubre de 2014, se hicieron dos cosas. Primero, una adición presupuestal por $4.874.815.755 para incluir elementos que no se incluyeron inicialmente, como vidriería y equipos especiales, para un valor total del contrato de 34.812 millones de pesos. Una bicoca. Segundo, se hizo una modificación a las condiciones de entrega de los recursos del Ejército, entregando un anticipo de $22.677.805.400, más del doble de lo pactado inicialmente. 

Es decir, sin ninguna explicación, sin ni siquiera empezar la obra y sin poner ninguna condición de avance de la construcción, giraron un chequecito de más de 22.000 millones de pesos. Un dinerito que se perdió. 

Pero entonces vamos a la placa conmemorativa. 

Pocos meses después, en febrero de 2015, como lo mostró el diario El Tiempo, se puso una placa en el Cantón Caldas de Puente Aranda, para marcar el inicio de las obras de ese centro de rehabilitación que dice “aquí se recuperan nuestros héroes de Colombia, los verdaderos arquitectos de la paz”. 

PLACA YOHIR

Aunque la construcción está detenida hace años y actualmente no son más que ruinas y escombros de un edificio, la placa conmemorativa sigue ahí. Por eso hubiera sido más exacto que dijera “aquí se robaron los recursos de nuestros héroes de Colombia unos militares y contratistas de manera muy eficaz”. Bastaría con cambiar unas cuantas letras. 

Posteriormente, en diciembre de 2015 se realizó otra modificación para desembolsar más recursos, sin tener que entregar resultados, para totalizar diez modificatorios de la vigencia de 2014 hasta el 30 de junio de 2021. ¡Diez! Todas esas prórrogas al contrato se hicieron en un plazo de ocho años, o dos gobiernos, y con todo y eso, las obras no se culminaron dejando un proyecto que se encuentra en la actualidad en estado de abandono. Algo así como un elefante blanco en obra negra. 

Por eso vamos a los escombros.

Dos consultorías distintas realizadas, la primera en 2019 y la segunda en 2021, demuestran que el problema no radica únicamente en lo que faltó por construir. No. La estructura del edificio que apenas se realizó en un 60 por ciento, presenta fallas en muros y deficiencias constructivas y de diseño que ponen en riesgo su estabilidad estructural. Es decir, en cualquier momento se va a caer. 

Según una interventoría de la época, se encontraron problemas estructurales en la obra, y un desplazamiento de hasta diez centímetros de los ejes estructurales. Como respuesta a este preocupante hecho, la Alfm en el año 2020 suscribió un contrato adicional número 001 - 083 - 2020, por más de 7.000 millones de pesos. Pero, adivinen qué, esa platica también se la mecatearon en cositas.
 
Adicional a ello, el hecho de que el proyecto se hubiese alargado en el tiempo, ocasionó que los diseños iniciales, especialmente los relacionados con los temas estructurales, se volvieran obsoletos. Esto generó la necesidad de realizar nuevos esquemas para actualizarlos de acuerdo con la normatividad vigente.

Lo anterior tiene como consecuencia que, a la fecha, no solo el proyecto se encuentre en estado de abandono y con el riesgo apremiante de que se derrumbe ante cualquier posible ligero temblor. Fuera de eso, no cuenta con recursos para su continuidad, conduciendo a que la necesidad establecida hace ocho años no se encuentre satisfecha a pesar de que el Ejército Nacional invirtió la suma exacta de $34.812.917.707.

Por todos estos hechos, la Contraloría General realizó una investigación que determinó un detrimento patrimonial causado al Estado por esta obra en 27.814 millones de pesos. Pero lo más preocupante es que para esa institución, según un documento conocido por esta columna, es imposible establecer a cuánto ascienden los recursos y cuál sería el tiempo necesario para culminarla, por el estado actual de abandono de la obra y los riesgos estructurales en muros y columnas.

Frente a esto, el Ejército respondió de manera contundente que las obras no estaban en estado de abandono, ya que se encuentran cuidadas y custodiadas por personal militar. Nada más sorprendente que esta cómica respuesta para una historia dramática. 

contraloria

Como conclusión, queda una historia en la que se adjudica a oscuros personajes un megacontrato en el que se destinan más de 30.000 millones de pesos, para levantar un centro de rehabilitación física destinada a soldados heridos. En ocho años se hacen diez prórrogas del acuerdo para terminar desarrollando menos de la mitad del proyecto. Lo que se construye se hace mal, ya que tiene daños en los muros y las columnas estructurales, entonces no se puede terminar y está en riesgo de derrumbe ante cualquier temblor. Como respuesta el Ejército pone a cuidar al edificio en ruinas a unos soldados, que pueden terminar heridos si la construcción se desploma. 

Y, de nuevo, seguimos sin tener unas instalaciones donde rehabilitar a esos mismos soldados, si resultan heridos. Cual soldaditos de plomo, custodiando una plata que se esfumó, en una nueva versión del consabido mantra criminal de plata o plomo, con placa y pala. Una historia cíclica en la que siempre se unen la estupidez, la farsa, el abuso de autoridad y la corrupción. ¡Soldados a cuidar escombros, arrr!

@yohirakerman; akermancolumnista@gmail.com 

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