Jorge Enrique Abello
23 Mayo 2022

Jorge Enrique Abello

Poncho Zuleta, las elecciones y otros demonios

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Ahora me queda la duda de si Garganta Profunda, sobrenombre que con cariño García Márquez rebautizó a Poncho Zuleta, haya sido por su potente voz y no por alguna otra habilidad que desconozcamos, como las que son propias de las películas para adultos de los setenta. Hace poco lo vimos con ocho tentáculos y tres lenguas, subyugando la humanidad de la cantante Karen Lizarazo. Lo hizo en pleno concierto, frente al público, como un rey ebrio que descontrolado reclama su derecho a pernada “ius primae noctis”, so pena de arrasarlo todo si se lo impiden. 

Horas atrás del bochornoso video, hubo rumba, coqueteo, euforia y hasta un beso fugaz, que pudo calentar el ambiente. ¿Juego? ¿Verdad? ¿Mentira? ¿Cuándo parar? ¿Cuándo decir basta? ¿Hasta dónde van los límites?

 

Karen hizo lo imposible por defender su humanidad sin herir al juglar que la apretaba bufando para atacarla. Porque lo que vimos fue un ataque, que a nadie le quepa la menor duda, un cobarde ataque. Suavemente, trataba ella de deslizarse de entre los viscosos tentáculos del rey pulpo, mientras sonreía aterrada ante la mirada incrédula del público que no hacía nada.

 

En el peor momento, cuando Karen abatida por la fuerza bruta del “maestro” ya no sabe qué más hacer, pasa un asistente y en vez de ayudarla, le arrebata el micrófono de las manos, seguro para que las voces del forcejeo no dejaran mal parado al ídolo frente a su público. 

 

Toda la gente del raider, los empresarios que debían estar tras bambalinas, los asistentes, los mismos músicos, la policía, nadie, absolutamente nadie hizo nada para salvar a Karen de la lascivia de su atacante, que en cuanto pudo giró a su presa de frente, para babearla con la boca abierta, una boca del tamaño de las dragas del río Magdalena; y todo esto al son de la música, porque  la banda siguió tocando en el naufragio de la dignidad de Karen, que lo único que tenía claro en medio de la confusión, era  que enfrentar a un rey vallenato del tamaño de Poncho Zuleta,  le acabaría  la carrera a cualquiera que pretenda surgir en ese medio.

 

Cómo se parece Karen a la Colombia que todos los días sucumbe ante los manoseos de esta campaña presidencial, que más que sucia ha sido terrorífica. Pasamos de discutir propuestas a invalidarnos como seres humanos para ofendernos por hacer público el voto, ese que no es el mismo nuestro. No hubo una semana en la que los candidatos no se atacaran de manera personal; incluso entre sus mismas coaliciones. Los insultos fueron más importantes que los argumentos, las promesas fantásticas y la demagogia sembraron confusión entre los que tanto necesitan una respuesta. Las dos orillas que disputan el poder han sido incapaces de unirnos para trabajar en un horizonte común, pese a que es el deseo de casi todos los colombianos. Separados nunca lo vamos a lograr, nunca vamos a salir del tercer mundo; pero como el abusador que no tiene en cuenta la humanidad de su víctima para vulnerarla, algunos candidatos han utilizado el terror para minar el libre albedrío del votante y coartarlo para cambiarlo a su favor. De eso han sido cómplices empresarios, periodistas y personajes públicos que advierten el apocalipsis si el candidato de su preferencia no es el caballo ganador. He visto a muchos odiar en este tiempo y lo más grave, he presenciado cómo son incapaces de ver, de acercarse y observar lo que consideran lo opuesto a ellos mismos. El héroe y el villano de una narración tan solo son dos caras de la misma moneda, pero al final de la película son la misma persona -No olvidar-. Así que cuando odie a otro es posible que lo único que haga sea odiarse a sí mismo; como el victimario que convence a la víctima de que es cómplice del abuso para procurar su silencio. Así lo hicieron algunos internautas que para defender a su rey vallenato culparon por su descontrol a la belleza de Karen y a su talento. 

Ayer vi las disculpas del ídolo en otro video viral y me parecieron una burla, sus palabras en tono de me importa un bledo, sus florecitas en la mano y su abrazo final como si no hubiera pasado nada, y recordé la gran impunidad de este país, la injusticia y todos los que han prometido para solo cumplirle a su propio bolsillo porque saben que no pasará nada.

 

¿Cuánto tiempo seguiremos siendo una sociedad cómplice de los abusos de aquellos que se consideran intocables por su condición? ¿Cuánto tiempo seguiremos permitiendo que se aprovechen de nosotros a través del miedo para cambiar nuestra convicciones y principios? ¿Cuánto tiempo seremos incapaces de aceptar al otro como parte de nosotros mismos? ¿Cuántas veces nos tocará seguir callados como Karen, mientras un borracho de alcohol o de poder nos manosea?
 

 

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