Juan Camilo Restrepo
9 Junio 2022

Juan Camilo Restrepo

¿Quién dirige el show?

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Hace algún tiempo el presidente Biden -utilizando una expresión muy anglosajona- declaró exultante que ahora  “el show no lo dirigía Milton Friedman”. Queriendo decir con ello que la lucha contra la inflación estaba bajo control y que las medidas monetaristas no eran necesarias.

Ahora parece estar dándose cuenta de que cometió una equivocación subestimando la gravedad de la escalada del índice de precios, el más alto en los últimos cuarenta años. 

En la Casa Blanca y en los cuarteles demócratas hay conciencia de que la inflación es el más grave problema que el gobierno norteamericano enfrenta de cara a las elecciones legislativas de noviembre. La FED ha dado muestras de que se apresta a salir de su inacción para combatir el huracán de precios que amenaza la recuperación económica y el control demócrata en el Congreso. El show retorna a manos de quienes preconizan prudencia como estrategia prioritaria.

Otro tanto sucede en Europa donde el índice de inflación anualizada está cercano al 9 por ciento para la zona comunitaria, y tiene contra la pared a prácticamente todos los gobiernos de las democracias occidentales.

El asunto de la inflación –que por supuesto obedece a muchas causas- que van desde el crecimiento desmedido que recibió la oferta monetaria durante la pandemia para contrarrestar los efectos recesivos hasta los coletazos de la guerra de Ucrania sobre el precio de los combustibles y de los cereales, pasando por la fractura de las cadenas de suministros, es, sin duda alguna, el gran tema de la política pública en estos momentos.

Prácticamente todos los bancos centrales están recogiendo velas, subiendo tasas de interés y reduciendo la oferta monetaria que creció inmoderadamente durante la pandemia. Ese torrente de liquidez que recibieron todas las economías  -incluida la nuestra- desata ahora los demonios inflacionarios, y un agudo desbalance entre la capacidad de la gente para gastar y la oferta de bienes y servicios. Todo lo cual presiona el índice de precios al alza.  Y mientras más se prolongue la guerra en Ucrania, más severas serán las repercusiones sobre la inflación planetaria.

Las medidas convencionales de los bancos centrales de subir las tasas de interés parecen no ser suficientes. De allí que se empiecen a barajar fórmulas novedosas como, por ejemplo, la que ya se implementó en el Reino Unido y de la que se empieza a hablar también en Washington, consistente en exigir un impuesto fuerte sobre las empresas petroleras (25 por ciento). Que han sido las grandes beneficiadas con la escalada espectacular de los precios del petróleo y del gas en los mercados internacionales. Con el producido de este gravamen se financiarían subsidios directos a los consumidores que están agobiados con los precios de la gasolina y del gas domiciliario. 

Algo similar a lo que acá venimos haciendo con el fondo de estabilización de los combustibles, pero financiando el subsidio -no con déficit- sino con nuevos tributos sobre las grandes compañías petroleras. Este contexto internacional tenemos que considerarlo con cuidado en Colombia. En el mundo actual todo está interrelacionado.

Las últimas cifras de inflación que divulgó el Dane muestran una leve mejoría para el mes de mayo, pero siguen señalando una delicada situación en materia de precios.

Con la inflación que se registró para el mes de mayo, que fue de 0,84 por ciento, ajustamos una inflación anual del 9,07 por ciento (el triple que lo que son los objetivos del Banco de la República); la inflación de alimentos en términos anuales es del 20 por ciento; y a quienes más duramente está golpeando la carestía es a las familias débiles y vulnerables.

El Banco de la República seguirá subiendo muy probablemente la tasa de referencia, que los especialistas calculan llegará al 7,5 por ciento al finalizar el mes de junio; y la necesidad de mantener ciertos subsidios a los hogares más pobres golpeados con la inflación sigue siendo imperiosa. El nuevo gobierno deberá financiar con sumo cuidado dentro de los estrechos márgenes de la política fiscal que recibe la política de subsidios que establezca.

El gobierno Duque presenta el nuevo día sin IVA, que se anuncia curiosamente para el próximo 17 de junio (dos días antes de las elecciones) como un paso en la lucha contra la inflación. No es así. Los días sin IVA (además del inmenso costo fiscal que acarrean) lo que hacen es estimular la demanda agregada de la economía, y resultan contrarios a lo que busca el Banco de la República con el alza de intereses, que es enfriar la economía para no atizar más la inflación.

El gobierno tomó hace algunas semanas la medida de bajar un grupo de aranceles. Esta medida está bien orientada, aunque, como lo ha advertido la SAC, la mayoría de los productos agrícolas que importa el país no pagan aranceles. Pero está bien orientada: en una emergencia inflacionaria como la que vivimos, hay que abrir la economía: no cerrarla. Y subir aranceles como algunos están preconizando iría juntamente en la dirección indeseada.

La inflación es cosa seria a pesar de que poco se ha escuchado hablar de ella durante la campaña. El gobierno que se estrena el próximo 7 de agosto tendrá que enfrentar desde el primer día de su mandato la hidra de la inflación. Que es el más mortífero de los enemigos sociales. El candidato que gane debe entender que este será su mayor desafío. También lo es para el Banco de la República. Uno y otro tienen una responsabilidad descomunal para quebrarle el espinazo a las fuerzas inflacionarias. 

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