Mariana Garcés
21 Octubre 2022

Mariana Garcés

Rabia y desesperanza

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Alarmados quedamos los colombianos con las imágenes del centro de Bogotá, emitidas por todos los canales de televisión, sin excepción, donde nos mostraban las agresiones de indígenas de la comunidad embera a la fuerza pública. Varios policías tuvieron que ser hospitalizados después de la golpiza por la contundencia de sus lesiones. Todas las imágenes impactantes, pero tal vez la más impresionante, la de la joven policía a quien atacaron en la estación de TransMilenio del Museo del Oro y la arrastraron por el piso. Muchos transeúntes reaccionaron defendiendo a la fuerza pública.

La violencia no se justifica en ningún caso y siempre será inaceptable. No puede ser fundamento de la protesta social ni la manera para resolver los problemas que nos agobian. El líder embera Uriel Queragama en conversación con diversos medios de comunicación, dice que sus compañeros y compañeras, le manifestaron que ellos habían sido atacados primero y que se estaban defendiendo de las agresiones. Tendrán las autoridades la obligación de investigar. Sin embargo, las imágenes no confirman esta aseveración del líder embera. Un grupo de mujeres de la comunidad y sus hijos bloquearon el lado sur del edifico de Avianca. Intervinieron los gestores de convivencia con el ánimo de que accedieran al desbloqueo. No lograron que aceptaran despejar la zona, fueron agredidos, y es en ese momento cuando se hace necesaria la intervención de la fuerza pública.

Queragama sostiene que a ellos como líderes, la comunidad les exige que actúen. Y aclara que nada de lo prometido en 2020 fue cumplido por las autoridades competentes. Manifiesta que la comunidad tiene hambre, está cansada y está sufriendo. Están reclamando “los derechos de ellos” desde la toma pacífica del Parque Nacional. No le resulta fácil a una comunidad adaptarse a la vida, así sea de paso, de una ciudad como Bogotá.

Las imágenes de televisión le mostraron al país el albergue de los embera, sin agua, sin luz, en condiciones de hacinamiento y falta total de higiene.

Sin embargo, la alcaldesa Claudia López es contundente con sus cifras y con las ayudas. El Distrito ha aportado la nada despreciable cifra de 9.000 millones para alojamientos y auxilios de alimentación principalmente. Aclaró así mismo que se les había comunicado que el albergue de la Rioja no estaba en condiciones y por ende no era apto para ocuparlo e hicieron caso omiso de la advertencia. Pero la denuncia más grave que ya se había hecho en diversas oportunidades, es que su propia comunidad explota a sus mujeres y niños, y que los recursos no llegan a las familias, sino que los hombres se los malgastan en trago. Parece existir suficiente evidencia de que los abusos por parte de sus propios líderes también han sido determinantes en el sufrimiento de estos colombianos. Ya es hora de que el ICBF tome serias cartas en este asunto.

El tema embera tiene muchas aristas. Innegable que son comunidades a quienes se las ha incumplido sistemáticamente lo prometido, y que además han sido víctimas de desplazamiento forzado por la llegada de actores ilegales y violentos a su territorio. El gobierno nacional y el presidente Petro han dado una señal importante al recibir una delegación en el Palacio de Nariño, y también al rechazar de forma contundente los actos de violencia contra la fuerza pública y los gestores de convivencia. Bogotá y las diversas instancias nacionales deben trabajar juntos.

El distrito y la nación encontrarán fórmulas y caminos para que la comunidad embera tenga un mejor pasar y que se encuentren rápidamente las fórmulas de retorno a sus territorios de manera eficiente y segura. Es necesario encontrar una solución de fondo para el pueblo embera. Los niños y sus mujeres se lo merecen. Es urgente dejar la rabia y permitir que vuelva la esperanza.

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