Gabriel Silva Luján
19 Septiembre 2022

Gabriel Silva Luján

¿Regreso al bipartidismo?

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Está tan arraigada la convicción de que el bipartidismo ha desaparecido en Colombia que me imagino que muchos analistas pensarán que el autor de esta nota perdió la razón. Se preguntarán también los politólogos por qué diablos se habla de bipartidismo cuando la principal queja del actual sistema político es que no hay partidos de verdad si no más bien un arrume de personerías jurídicas. Para empezar, aquí no estamos hablando del “viejo” bipartidismo, ese en el que los dos partidos históricos -el Liberal y el Conservador- cabalgaban a sus anchas por las pampas de la política colombiana. No, ese bipartidismo no volverá jamás. 

El triunfo del Pacto Histórico se puede entender como la consecuencia de circunstancias coyunturales. Ciertamente los descalabros del gobierno Duque y el impacto social de la pandemia mucho tuvieron que ver con el ascenso del petrismo. Sin embargo, ese ascenso también tiene raíces profundas en las tendencias estructurales que están impulsando la conformación de un nuevo espectro político.

Durante la primera mitad del Siglo XX -en Europa y en los Estados Unidos, y en el mundo entero, el surgimiento de la modernidad capitalista, el proletariado, la industrialización y la posterior crisis de los años treinta- transformaron la política y los partidos de manera fundamental. Las fuerzas sociales emergentes e indignadas por la injusticia encontraron en los partidos progresistas, reformistas y socialdemócratas un nuevo canal de expresión y de representación. Ahí se consolida el partido demócrata en los EE. UU., el partido laborista inglés, la socialdemocracia europea, y el partido liberal colombiano, convertido en mayoritario. Los partidos que sustituyeron fueron derrotados por su incapacidad de interpretar y representar legítimamente los ascendentes intereses populares.

Eso es precisamente lo que ha ocurrido con el Pacto Histórico. No me cabe duda de que el petrismo no será flor de un día. Una mirada cuidadosa indica que es un proyecto de largo plazo que pretende convertir a esa coalición en un partido político histórico apalancado en su vocería de los sectores populares; se trata de transformar el petrismo en una fuerza del calibre de lo que fue el Partido Liberal los últimos ciento cincuenta años. En cierta forma la llamada “polarización” es un proto-bipartidismo que divide al país en dos bandos en torno a dilemas binarios.

Ese proto-bipartidismo se expresó ya de manera mucho más integral y plena en las elecciones de 2022, cuando el país se enfrentó a la escogencia entre un candidato de izquierda y uno de centroderecha, diferenciados ya no por las dualidades como la de Uribe-Santos y la de paz o guerra, si no por una visión de país. Los resultados electorales claramente muestran un país que se dividió por la mitad en sus preferencias políticas. Algunos argumentarán que es el resultado del mecanismo de las dos vueltas presidenciales, y algo de razón hay en ello. Sin embargo, las consultas previas y las adhesiones posteriores indican que estamos ante la natural existencia de matices dentro de bloques ideológicos, que tienen aspiraciones electorales propias, un poco parecido a como lo hacen los partidos gringos con sus primarias.

Para que el bipartidismo sea funcional a la democracia no puede operar con un partido organizado de un lado y una colección de pandillas caníbales del otro. Por lo tanto, a los diez millones de votos que no eligieron a Petro, si no quieren que el Pacto Histórico se convierta en partido hegemónico, más les vale encontrar un camino de armonización y de liderazgo que permita oponerle una organización sólida a la aplanadora que se está ensamblando en el gobierno. Y esa convergencia no puede estar en manos de los que representan el pasado o los que fueron los responsables de la tragedia social que ha vivido el país. La oportunidad está allí porque el país sigue siendo de centro y amigo de la defensa de la democracia.

Dictum. Hay personas que te educan, hay personas que te impactan. hay personas que te transforman. Jaime García Parra, a quien tuve el privilegio de tener de amigo, de maestro y de colega fue todo eso para mí. Orgullosamente reconozco que mucho de lo que sé lo aprendí de la mano de él.  El país sería bien distinto si García Parra hubiese sido presidente de Colombia.

@gabrielsilvaluj

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