Helena Urán Bidegain
16 Mayo 2022

Helena Urán Bidegain

Responderle al país

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El 5 de mayo circuló una carta abierta a Sergio Fajardo y Gustavo Petro, centenares de ciudadanos les pedían dejar atrás sus diferencias y según el texto, “pensar en lo que nos une”.  Por ahora las disputas entre el Pacto Histórico de Petro y la Coalición Centro Esperanza de Fajardo no parecen vislumbrar ese camino, pero en las actuales elecciones en Colombia lo que se disputa es el cambio hacia la política de la vida y los derechos o la continuidad de la política de la represión y la guerra. Por eso, es tan importante que entendamos la historia del conflicto armado como un asunto que va mucho más allá de las relaciones binarias y antagónica entre víctima y victimario como lo plantea Michael Rothberg en su libro El sujeto implicado.

Tendemos a orientarnos por lo enmarcado dentro del sistema legal para abordar o entender las estructuras de violencia, pero este sistema tiene límites y solo abarca los roles de víctima y perpetrador, una dicotomía de la que además es fácil abusar; de manipular políticamente y que además conlleva en un contexto de guerra complejo a la invisibilización de la responsabilidad del resto de los implicados y a su despolitización.

No estoy diciendo con esto que no sea importante el sistema legal, pues es allí donde se sanciona/inculpa penalmente a un criminal y se reconoce el daño infligido a otro; a lo que apunto es que, en cuanto a las relaciones de poder y estructuras de violencia, este sistema solo distrae de aspectos subyacentes mucho más complejos; esconde mucho más de lo que le es posible revelar.

Es necesario moverse mas allá del sistema legal; superar la relación binaria víctima-perpetrador e incluir el rol que tiene el sujeto implicado acorde a lo planteado por Rothberg, para entender cómo funcionan las estructuras e historias de violencia en el país y cuál es el legado que dejan.

Este ejercicio es indispensable para poder cambiar y salir de la dinámica de la guerra y la muerte.

Es el momento para traer este asunto a colación pues en este grupo que se beneficia o permite “involuntariamente” la injusticia también entran los candidatos presidenciales y la responsabilidad real que deben asumir con todo el país.

Tienen la posibilidad de cambiar los ejes del poder y por eso deben superar las divisiones, unir fuerzas y evitar que se siga perpetuando el funcionamiento del terror y de guerra en el país. ¿Qué tipo de solidaridad pueden ofrecernos los candidatos, qué tipo de alianzas pueden generar o sumar? 
Una solidaridad que vaya más allá de la constituida casi naturalmente por una identidad política compartida. Una solidaridad de alianzas que traspasa nuestras fronteras de identidad e intenta hacer conexión con otros grupos que luchan por la justicia. En este momento histórico su principal objetivo debe ser sacar adelante sus propuestas de cambio y apuestas de paz a como dé lugar.

Tanto el Pacto Histórico, con un 40 por ciento en la más reciente “Gran Encuesta”, como la Coalición de la Esperanza, con un 7 por ciento en el sondeo, apuntan a cambiar el sistema bélico de guerra imperante; el modelo de desarrollo centrándose en la educación y salud de calidad, el fortalecimiento de una justicia independiente y seguir construyendo a través del sistema integral de Verdad Justicia Reparación y No Repetición ( SIVJRNR) entre otras importantes similitudes. El candidato independiente Rodolfo Hernández, con un 12 por ciento de respaldo en la encuesta, criticó al gobierno de Duque por no implementar los acuerdos de paz con las Farc y promete cumplirlos, ha dicho además estar dispuesto a negociar con el ELN; sobre el papel por lo menos, entre los tres movimientos suman un 59 por ciento de las preferencias, más de lo necesario para imponerse en primera vuelta.  

Mi columna quiere pues no solo poner el acento en cómo todos estamos implicados y tenemos una responsabilidad en la situación de conflicto armado del país más allá del simple binomio víctima-victimario, en la necesidad de reconocer la posición de perpetuador “involuntario” de la injusticia pero es también un llamado a los candidatos y miembros de los partidos para que demuestren su solidaridad con aquellos que sufren directamente por los perpetradores, pero también de la implicación indirecta de otros en la guerra. Que asuman su responsabilidad ética para con el país pues esta debe ir por delante de sus diferencias políticas. Las diferencias serán por otro lado una oportunidad para dejar un legado de cooperación y consenso en pro de la paz. 

No hacerlo es ir desde ya en contra de lo que ellos mismos prometen y es optar por una actitud pasiva frente a la guerra, es reproducir activamente la vía para perpetuar la violencia. 

No serán ellos los culpables de los crímenes de guerra, quizás tampoco los culpables políticos, pero si no entienden la relación o mandato ético que aparece por estar frente a todo un país en guerra y muestran que sí les importa el sufrimiento del otro, tendrán que cargar con una culpa moral por no haber cedido a su soberbia y egocentrismo, por darle la razón a su tozudez y con ello a la guerra la miseria y desolación.

Es claro que preferirían lograrlo en solitario, pero también sabemos cómo operan quienes viven de la guerra y de todo lo que son capaces.  Aún están a tiempo de unir fuerzas para sacar adelante la política de la vida y desplazar a la de la tragedia y el dolor desde la primera vuelta.

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