Sebastián Nohra
27 Marzo 2022

Sebastián Nohra

Súper Pipe

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Carlos Felipe Córdoba será recordado como el ambicioso funcionario que quiso y supo convertir a la Contraloría en un Godzilla indomable, capaz de tener botones en todos los rincones del Estado y ser un vehículo de trámite de todo tipo de intereses de las tres ramas del poder público. El poder que acumuló en estos años el entusiasta vicecontralor de Sandra Morelli que llegó en 2018 a ser contralor general con 38 años, apadrinado por María Paula Correa, es descomunal. Hoy es un supercontralor, uno de las tres personas más poderosas del Estado. Pipe, como Maquiavelo le sugirió al soberano de Florencia, entendió que “es mejor ser temido que amado”.

Los congresistas y muchos funcionarios le tienen pavor y por eso han sabido hablar su mismo idioma por conveniencia o sobrevivencia. Un congresista del Centro Democrático me lo definió como “el mejor ministro del Interior que tuvo este gobierno”. Sus tentáculos llegaron a Planeación Nacional, al Congreso, la justicia, y está metido de lleno en la campaña para elegir a su reemplazo. ¿El elegido? Su amigo Luis Alberto Rodríguez, exdirector del DNP.

Los poderes de Súper Pipe son notables. Logró aumentar en más de 100 por ciento el presupuesto de la Contraloría: pasó de 570.000 millones en 2019 a 1 billón 217.000 millones en 2022. Mientras la opinión pública, a grito herido le reclamó a Margarita Cabello el aumento de planta de la Procuraduría de 1.200 cargos más (muchos de alto nivel) en épocas de penurias fiscales. Pasó mansamente la superburocratización de la Contraloría cuando sumó más de 2.000 nuevos cargos con unos niveles salariales escandalosos. Por ejemplo, el ingreso mensual de un asesor de grado 2 en la Contraloría podría ascender a 14 millones de pesos, mientras que para el caso de un ministerio, el de alguien del mismo nivel es de 5 millones de pesos aproximadamente.

Pipe dejará una Contraloría elefantiásica cuyo presupuesto para inversión es menos del 20 por ciento, casi todo lo demás va para funcionamiento. De todo lo que audita e investiga la Contraloría se recupera muy poco. De ninguna manera se justifica seguir alimentando estos monstruos del Estado con resultados cuestionables, politizados y con un poder que se salió de su pellejo. Lo interesante es preguntarse, ¿cómo logró tener tanto poder? Su habilidad ha sido tener influencia con muchas vacas sagradas de la política. Su suegro es Ómar Yepes, director del Partido Conservador; recibió el padrinazgo político hace años de Germán Vargas Lleras; le habla al oído a César Gaviria; cogobernó con Iván Duque; es amigo hace años de María Paula Correa, etc. Se convirtió en una de las intersecciones del gran poder político y una palanca extraordinaria de los intereses de la bancada conservadora.

Su corte de allegados es tan generosa con él que el nombre del hospital regional de cuarto nivel que será construido en Pereira se llamará Hospital Universitario de Alta Complejidad Carolina Larrarte, un homenaje que el alcalde de la ciudad le quiso hacer a la madre del contralor. El alcalde Carlos Maya calificó a Pipe como el padrino de un proyecto que quedará ubicado a pocos metros de una finca de veraneo del contralor.

Otro de los poderes de Súper Pipe es el de poder multiplicarse y hacer que las horas parezcan días. Mientras fue contralor general, un trabajo de altísima responsabilidad, logró sacar un pregrado como abogado en el Politécnico y un doctorado en derecho en la Universidad de Jaén (España). Consulté al asesor de tesis de Córdoba en la Universidad de Jaén y me dijo que su estudio fue a “tiempo parcial”. Tres prestigiosos exdecanos de facultades de primer nivel del país me dijeron que hacer un doctorado en derecho en dos años “es imposible”. Pero Pipe pudo ser contralor general, estudiante de pregrado y de doctorado al mismo tiempo. Un superhombre. ¿Pudo dedicar toda su energía y tiempo a la Contraloría en esas condiciones? Es obvio que no.

A Pipe le quedan pocos meses de gestión y su empeño está centrado en dejar una mano amiga en su cargo. La estela de su poder nos muestra las grietas que hay en el diseño institucional de elección y gestión en los entes de control. Y es que eso de controlar Pipe se lo tomó muy a pecho, llevó esa palabra hasta sus últimas consecuencias. Que le pregunten a Fajardo qué opina al respecto.

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