Lucas Pombo
22 Febrero 2022

Lucas Pombo

Todas las fichas al rojo

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Durante su vida política, César Gaviria ha sido todo: concejal, congresista, ministro, presidente, secretario general de la OEA y director del Partido Liberal. Por casi medio siglo, el expresidente se ha logrado mantener en el “curubito” de la política nacional, a pesar del desgaste de su imagen pública y de los enviones de sus enemigos, que no han sido pocos. Hoy, Gaviria se juega su capital político en una apuesta arriesgada: no llevar candidato propio a las elecciones presidenciales y concentrar sus fichas en el resultado de las listas liberales al Congreso de la República.

Las cosas pueden salir mal. Si el 13 de marzo el Partido Liberal pierde terreno en el Senado y la Cámara de Representantes será por culpa de Gaviria. Abstenerse de participar en una de las tres consultas que empezarán a definir quién será el próximo presidente parece una jugada suicida. Los liberales tendrán el reto de llevar a sus electores a las urnas sin el gancho —que sí tendrán otros partidos— de hacer parte de una primera vuelta anticipada. Tampoco podrán contar con la burocracia nacional que tuvieron durante los dos gobiernos pasados, que sirve como gasolina “premium” para impulsar la maquinaria durante las elecciones.

Claro, este no es el país de hace cuatro años y muchos de los partidos tradicionales perderán curules en el Congreso. Sin embargo, el resultado del Partido Liberal se podrá medir con el mismo rasero de otros partidos como el Conservador, que sí optó por llevar a uno de los suyos a medirse en las consultas y que lleva lleno el tanque de la burocracia. Si la estrategia de Gaviria no resulta, el expresidente terminará dándole la razón a quienes lo llaman el “sepulturero del Partido Liberal”. Si todo esto sucede, el expresidente difícilmente tendrá camino distinto a renunciar a la dirección liberal, complicando de paso el futuro político de su hijo Simón.

Otro será el cantar si a Gaviria le sale la carambola y el Partido Liberal iguala o mejora el resultado de hace cuatro años. Con una bancada de peso en el Congreso y sin candidato que los ate, los liberales estarían en la inmejorable posición de poder imponer condiciones —programáticas y burocráticas— para endosar su apoyo en la primera vuelta. Además, mientras la mayoría de partidos tuvieron que apostarle a su caballo antes de la carrera, Gaviria y su partido podrán apostar sus fichas después de las consultas, cuando el panorama será más claro y se sabrá quién tiene posibilidades reales de ganar.

Un resultado positivo en marzo también refrendaría el poder de Gaviria en el partido y acabaría con cualquier intento de motín en el barco liberal. De paso, el expresidente se reservaría el derecho de mantener el bolígrafo rojo y de trazar la hoja de ruta de su partido para los próximos cuatro años.

En la noche del 13 de marzo llegarán muchas de las respuestas a las preguntas que el país se ha hecho sobre su futuro. Una de ellas será si es el fin de la era Gaviria o si, por el contrario, debemos prepararnos para un tiempo extra. 

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