Lucas Pombo
3 Mayo 2022

Lucas Pombo

Transición pacífica

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Sabíamos que esta campaña iba a ser difícil. Respaldada por el Establecimiento, la desgastada derecha se aferra con las uñas al poder. Empoderada por los resultados de las elecciones parlamentarias, la izquierda no está dispuesta a esperar cuatro años más para llegar a la Casa de Nariño. En la mitad del pulso, las barras bravas reciben un claro mensaje: no es aceptable resultado distinto a la victoria. Si no queremos que la situación pase de castaño oscuro, es el momento de hacer un alto en el camino y llegar a un acuerdo sobre lo fundamental: gane quien gane, debe haber una transición tranquila y democrática del poder.

Las señales son aterradoras. La posibilidad de un gobierno de Gustavo Petro ha sacado a la luz la peor faceta de un sector de la sociedad, acostumbrado a tener el poder político. El hueco que ha dejado la falta de propuestas e inspiración de la campaña de Federico Gutiérrez ha intentado ser llenado con ríos de dinero, las maquinarias más poderosas del país y una dosis exagerada de miedo, a la que parece cada vez más inmune la sociedad colombiana.

El discurso del “enemigo petrista” empieza a calar más allá de los escenarios políticos y las redes sociales. Serias amenazas contra la vida del candidato empiezan a impedir su ejercicio político en algunas zonas del país. Además, a raíz de recientes declaraciones del comandante del Ejército, desde los cuarteles militares se empieza a escuchar un murmullo de golpe de Estado, que debería dejarnos a todos con los pelos de punta, empezando por el presidente de la República. 

Desde la otra trinchera también se han encargado de enrarecer el ambiente. Los alfiles de Gustavo Petro han dicho que la victoria de su candidato es un hecho cierto que solo puede evitarse por dos vías: la violencia o el fraude. Esa declaración profundamente antidemocrática parece más un grito de batalla que una advertencia. No es un asunto baladí, teniendo en cuenta la capacidad de convocatoria que tiene en las calles el sector político que hoy encabeza todas las encuestas.

La palabra fraude está de moda y sectores petristas y antipetristas la han blandido como un arma cargada en un almacén de pólvora. Con base en conjeturas y medias verdades, los dos sectores políticos ambientan la posibilidad de desconocer el resultado de las elecciones, llevándonos a un escenario apocalíptico. Sobran los ejemplos en el mundo que muestra que el camino que estamos recorriendo solo lleva a la violencia y al autoritarismo. 

No hay ambición personal ni miedo a un proyecto político que justifique un rompimiento democrático. Los protagonistas de la campaña tienen el deber de comprometerse públicamente a respetar el resultado de las elecciones y a tramitar cualquier diferencia por los canales institucionales. Sin las reglas de juego de la democracia como base del Estado de derecho, solo queda el abismo. Estamos advertidos.

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