Laura Gil
2 Marzo 2022

Laura Gil

Ucrania, Rusia, Colombia

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La guerra en Ucrania no dejará ganadores. América Latina no cuenta en este nuevo ajedrez mundial y Colombia se equivoca si cree que su vecindad con Venezuela la convierte en jugadora de peso. ¿Qué debe hacer, entonces, este país subordinado a Estados Unidos, de fronteras compartidas con un aliado de Rusia, en un continente dividido? Aquí van tres sugerencias.

Aferrarse a la defensa de la integridad territorial

Una invasión constituye una violación a la integridad territorial, pilar fundamental del sistema internacional. Ni las preocupaciones de seguridad, ni la protección de grupos nacionales, ni razón alguna sirve para atenuar semejante desafío al orden pos-1945. No hay ampliación de la OTAN que valga. Cuando el ofensor cuestiona el derecho de un Estado a existir “Ucrania nunca tuvo una genuina vocación de Estado”, cuando expresa nostalgia por su pasado imperial “el colapso de la Unión Soviética fue la peor catástrofe del siglo”, solo nos queda aglutinarnos en torno a la defensa colectiva del elemento más esencial de la soberanía, el territorio.

Más allá de eso, entramos en campo minado. Sí, Vladimir Putin lidera una cleptocracia totalitaria, pero Colombia no puede caer en la tentación siquiera de coquetear con un lenguaje que apunte a un cambio de régimen, tal como lo hace la Casa Blanca cuando enmarca el conflicto como una batalla de democracias y autocracias. “Las dictaduras de Rusia y China pueden destruir la paz mundial antes de destruirse a sí mismas”, escribió Larry Diamond, profesor de Stanford, en enero pasado. Palabras visionarias. Allí están –la una comenzó una guerra y la otra la tolera–. Pero la implosión del despotismo en Rusia no puede convertirse en objetivo de política exterior para Colombia.

Evitar la inserción de la cuestión venezolana en el conflicto con Rusia

El gobierno está decidido a sacar ventaja de la coyuntura para sumar puntos contra Venezuela con comparaciones innecesarias. “Las sanciones tímidas y graduales ya han mostrado su estruendoso fracaso reciente (en Amèrica Latina), de todos conocido”. Así lo planteó Marta Lucía Ramírez en la reunión de la Asamblea General de Naciones Unidas el martes primero de marzo. Toca aprender a morderse la lengua.

Es cierto que, ante la escalada de tensión previa a la entrada en Ucrania, Rusia no descartó el despliegue militar en Venezuela y Cuba. Colombia está preocupada por la presencia de soldados y armas de Rusia en Venezuela y pidió garantías de seguridad. “El embajador ruso nos ha expresado que ninguna cooperación militar con Venezuela se utilizará en contra de Colombia", dijo la canciller Ramírez. Hay que dejar las cosas así. La presencia de un submarino nuclear de Estados Unidos en ejercicios conjuntos frente a Cartagena puede tener un efecto de provocación más que de disuasión. Aprovechar el escenario internacional para conseguir un involucramiento militar mayor de Estados Unidos en la zona constituye un juego peligroso por más socio de la OTAN que Colombia sea. El objetivo primordial de un gobierno responsable debe consistir en mantener a la frontera colombo-venezolana lo más alejada posible de la conflagración en Europa y no en movilizarse para incrustarla.

Minimizar el impacto de la guerra ruso-ucraniana en la relación con Estados Unidos

Estados Unidos no consiguió un apoyo unánime en Amèrica Latina. Argentina quiere fungir como puerta de entrada de Rusia en América del Sur, Bolsonaro dijo que Brasil se mantendría neutral y, claro está, Venezuela, Nicaragua y Cuba se alinearon de inmediato con Moscú. Esta fractura contribuyó a acelerar la confirmación de la tan postergada reunión de Iván Duque con Joe Biden. Seguro dedicarán tiempo a ver cómo detener la penetración de China y Rusia en la región. Ésa no es la prioridad de Colombia sino la de Estados Unidos.

Más de 600.000 ucranianos han abandonado su país en tan solo cinco días de guerra y, según la Unión Europea, el número de refugiados podrá alcanzar 4 millones. Este flujo acelerado desviará recursos comprometidos para los demás movimientos migratorios. La misión primordial del Gobierno consiste en asegurar el financiamiento de Estados Unidos para la atención de la población venezolana en Colombia. A falta de ganar, al menos no perder.

El silencio paga en la diplomacia; la prudencia, también. Entender la irrelevancia propia se convierte en ganancia. No es el momento para los delirios de grandeza.

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