Camilo A. Enciso V.
28 Febrero 2022

Camilo A. Enciso V.

Una crisis no tan ajena

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Durante la última semana el mundo ha sido testigo del éxodo de cerca de cuatrocientos mil ucranianos movilizándose hacia las fronteras de Polonia, país que este domingo confirmó la llegada de ciento sesenta mil. Las autoridades ucranianas calculan que cerca de cuatro millones y medio de sus nacionales saldrán del país si el conflicto con Rusia empeora.

Medios como The Guardian han reportado que la mayoría de quienes están llegando a territorio polaco son mujeres, menores y personas de la tercera edad. Los que han logrado salir con algo, cargan bolsas de plástico, maletas con ropa, comida, y uno o dos juguetes para los niños. Algunos menores van con sus mascotas. 

Muchos dejaron atrás a seres queridos que no pudieron partir por imposibilidad económica o física, porque tienen la responsabilidad de combatir en la guerra o porque decidieron quedarse, guiados por la convicción de que Ucrania tiene el derecho a ser un país independiente, libre y soberano, prefiriendo morir en la defensa de ese derecho.

Esa separación de los seres amados, sumada a los asesinatos, abusos y horrores propios de la guerra, dejará una huella indeleble sobre Ucrania y Europa. No hay peor fuente de dolor que la separación forzosa de aquellos a quienes se ama. Ni peor amargura que el distanciamiento obligado de la tierra en la que se nació o en la que se echaron raíces. La huida del hogar.

Colombia, que tanto ha sufrido todas las formas de violencia imaginables, y que ha protagonizado uno de los éxodos más graves de la historia reciente de la humanidad, podría abogar por una mayor solidaridad internacional en la recepción de refugiados, especialmente para que puedan reencontrarse con sus seres amados y hacer una nueva vida en el país de destino, si así lo quieren.

También podría tomar una posición mucho más activa en el marco de la diplomacia internacional, adoptando una línea discursiva que guarde sintonía con el planteamiento realizado en 2014 por Henry Kissinger, quien ha dicho que lo más importante no es cómo empieza una guerra, sino cómo se identifican y alcanzan las condiciones necesarias para terminarla.

Según Kissinger, el problema central alrededor de Ucrania guardaba relación con su papel estratégico para el equilibrio de poder europeo, algo evidente dada su ubicación geográfica, siendo la pregunta clave: ¿Está más cerca del este o del oeste? ¿De China y Rusia o de Europa y la OTAN? La cuestión, que algunos creen que solo admite una respuesta binaria (con los unos o los otros), en verdad requiere una nueva aproximación.  

Según Kissinger, la solución real al problema debía encontrarse en una línea media, una especie de dorada medianidad. En lugar de alinearse con unos u otros, Ucrania debería ser un puente entre ambos polos de poder, si quiere disfrutar de una existencia pacífica y viable en el largo plazo. Tendría que aceptar no ser parte de la OTAN, como forma de mitigar la tensión con Rusia, pero sin renunciar a su derecho de soberanía plena, y avanzando en un esfuerzo integral por reconocer y manejar con éxito las identidades y grupos humanos de todos sus territorios. 

La crisis de Ucrania es un problema global que nos compete, por razones de humanidad y por consideraciones de interés nacional. Por un lado, representa una amenaza grave sobre los derechos humanos. Y por otro, un riesgo enorme sobre la estabilidad del orden político y militar planetario, que pone en jaque la validez misma del derecho internacional. 

Colombia, que tiene problemas limítrofes graves, debería tomarse muy en serio las violaciones estructurales al orden jurídico internacional. Porque: si este no tiene valor, ¿qué lo tiene? La fuerza. Y ahí llevamos las de perder. 

Coda: Brian May, el legendario guitarrista de Queen, expresó el sábado su solidaridad con el pueblo ucraniano, recordando que en 2009 la banda realizó un concierto memorable en la Plaza de la Libertad de Kharviv, en la que interpretó Love of My Life y otras canciones. El arte y la voz de los forjadores de la cultura son fuerzas poderosas de cambio, paz y reconciliación. Su música y su arte nos ayudan a recordar que siempre hay una salida a los desafíos, por difíciles que sean, si todos los involucrados quieren llegar a ella.

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