Juan Camilo Restrepo
28 Diciembre 2022

Juan Camilo Restrepo

Urgente: Decir qué no se va a hacer

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El disparatado tren que anunció el presidente Gustavo Petro durante su campaña, y que se construiría sobre pilotes de concreto atravesando selvas y pantanos entre Buenaventura y Barranquilla, nunca se hará realidad. Pero sería bueno decirlo. Para evitar que estos disparates sigan haciendo carrera y repitiéndose, como lo hizo el presidente de Colpensiones, Jaime Dussán Calderón, el día de Navidad.

Durante la campaña presidencial se ofrecieron muchos imposibles. Ha llegado la hora de empaquetarlos en una lista de cancelaciones y anunciarlos: como iniciativas a las que se les da cristiana sepultura. Para evitar que la opinión pública siga confundiéndose y que los círculos internacionales nos miren como loquitos.

Además de este tren hubo otros muchos anuncios que hoy empiezan a pesar como piedra de molino al cuello en la credibilidad del Gobierno de Petro. Por eso sería bueno darles de baja para que no sigan despistando a la gente. Recuerdo, además del faraónico tren, otras desorientadoras propuestas que cito de memoria y solo a título de ejemplo: la refundación del Idema de ingrata recordación, la propuesta de que el Estado actuara como empleador universal subsidiario enganchando a todo aquel que acreditara estar desempleado, la promesa hecha a los pequeños mineros del carbón de que el Gobierno les compraría toda su producción. Y naturalmente la del tren que uniría el Pacífico con el Atlántico.

Según un cálculo preliminar de Juan Martín Caicedo, presidente de la Cámara Colombiana de la Infraestructura, esta megaobra costaría entre 650 billones y 700 billones de pesos. Es decir, dos presupuestos anuales. Presumiblemente no tendrá carga asegurada que es la condición mínima con la que debe contar cualquier proyecto ferroviario serio. Ni, obviamente, cuenta con estudios técnicos de factibilidad.

Pero lo que es doblemente inquietante son los otros aditamentos con los que Dussán Calderón acompañó su anuncio navideño: el proyecto no solicitará ninguna financiación internacional a los banqueros “usurarios” sino que se hará con la caja de Colpensiones. O sea, con el ahorro pensional de los colombianos. Y, por último, que estén pensando en transformar a Colpensiones en un banco de desarrollo para que pueda emprender este tipo de proyectos faraónicos con mayor facilidad.

Lo más inquietante de estas declaraciones es que las haga quien dirige a Colpensiones. La entidad en torno a la cual girará la propuesta pensional que está próxima a presentar el Gobierno. Y en quien se ha depositado la confianza para que las pensiones de los colombianos sean manejadas con esmero y cuidado. Lo cual da una idea inquietante de la manera como parece entender el presidente de Colpensiones las responsabilidades que se han puesto bajo su tutela.

Que yo recuerde el único intento serio de construir un ferrocarril que uniera el Pacífico con el Atlántico fue el que a mediados del siglo XIX se construyó en Panamá, 50 años antes de que se emprendiera la construcción del canal. Lo que fue esta epopeya lo relata magníficamente Juan David Morgan en su libro El caballo de oro. Pero aquella obra tuvo un propósito claro: transportar por el istmo la avalancha de aventureros que iban en busca del oro hacia California, y que se movilizaban desde la costa este hacia la nueva tierra prometida. No existía aún el ferrocarril intercontinental que luego uniría los dos extremos de Estados Unidos ni el Canal de Panamá. Por eso fue rentable e hizo sentido aquel primer ferrocarril en el istmo panameño. Condiciones que obviamente no tiene el que ahora desempolva del cartapacio de propuestas de la campaña de Gustavo Petro el director de Colpensiones.

El presidente Petro me responde que el Gobierno ya ha recibido varias comunicaciones de firmas interesadas en construir este ferrocarril mediante el mecanismo de APP. Yo dudo seriamente de esta afirmación. Panamá hizo hace poco tiempo una gigantesca ampliación del canal, de manera que no es claro cuál sería la justificación del ferrocarril Buenaventura-Barranquilla como una fórmula alterna de la vía canalera. Pero, además: sigue sin explicarse cuáles serían sus costos, cuál la carga que movería, cuál la rentabilidad del proyecto, y ante todo: cuál pueda ser el interés del sector privado para participar en este ferrocarril faraónico que no tiene otro estudio que el de una calenturienta propuesta electoral.

Así como de tarde en tarde se expiden leyes que derogan multitud de normas que han dejado de tener sentido por obsoletas, así también sería bueno derogar todas aquellas propuestas de la campaña de Petro que nunca tuvieron sentido o posibilidades de llevarse a la práctica. Y que no sirven sino –como en este caso– para despertar expectativas imposibles y disparatadas.

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